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Cultura

Una aproximación a Francisco Espinoza

  • 'El lenguaje de la materia' recupera en la Casa de la Provincia la obra de este artista multidisciplinar ligado a las vanguardias históricas del siglo XX

"Se equivoca quien busca en tus cerámicas los viejos símbolos de la Humanidad. Ni México ni Perú ni Alaska ni la antigua China ni Polinesia: sólo el profundo lenguaje de la materia, el silencio translúcido de la tierra".

Las palabras del escritor Luis Martín Santos han servido para dar título a la retrospectiva de Espinoza Dueñas en Huelva y Sevilla, El lenguaje de la materia. Quizá porque pocos supieron comprender la dimensión de la obra del genial artista peruano, tantas veces indefinible, único, y muestra perfecta de la trascendencia del arte en el hombre. Porque, como Martín Santos acertó a relacionar con Espinoza, "sólo el artista puede conseguir que la materia hable directamente, sin ayuda de símbolos, que hable con la expresividad más pura, olvidando el mensaje".

Francisco Espinoza es un enigma. Su obra, su vida, son propias de un genio, con una mente y una energía prodigiosas, casi mágicas. Y al mismo tiempo con la sencillez de quien huye de artificios y veleidades y opta por poner su don al alcance del resto, con una generosidad revestida de plena vocación docente, de compartir la necesidad vital del proceso creativo. Tan cercano como distante.

No hay muchas referencias de Espinoza Dueñas más allá de las grandes biblias del arte. El gran público sabe poco de él. Tanto que ahora muchos descubrirán su grandeza con esta exposición. Pero su talento, su prolífica obra y su exquisita técnica en todas las disciplinas hacen de él un artista total.

El virtuosismo del veterano creador es envidiable. Su dominio de la pintura se hizo máximo en el mural. Con el grabado alcanzó un enorme prestigio. Y la cerámica le convirtió en alquimista, redescubriendo nuevas posibilidades y llevándola a cotas de expresión inimaginadas con anterioridad.

Sólo su pasión voraz, su energía inagotable, y su capacidad para el trabajo, racial, casi animal, le han permitido desarrollar constantemente sus capacidades, haciendo de sus viajes y estancias por todo el mundo un contínuo aprendizaje para dar salida a su torrente creativo.

Ya en Lima, donde nació en 1926, se vio que su extraordinario don para la plástica no era casual. Se empezó a ganar la vida vendiendo sus obras, muy preciadas en la capital peruana, donde era reconocido como uno de los intelectuales más importantes de la época. Antes se había graduado con matrícula de honor en la Escuela Nacional de Bellas Artes en 1953, premiado, además, con la Gran Medalla de Oro y Diploma de Honor en los grados de Maestro de Dibujo y Pintura.

Poco después tuvo la oportunidad de viajar a España. Llegó en barco, directamente a Barcelona, y allí quedó sobrecogido por la Sagrada Familia, adoptando a Gaudí como uno de sus reconocidos referentes. En Madrid, el estremecimiento se lo produjo el contacto con el Museo del Prado y la obra de Goya, su otro gran maestro. Una beca le permitió profundizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes de San Fernando, donde se introdujo en la pintura de murales al fresco y donde recibió, durante dos años consecutivos, los primeros premios de grabado litográfico.

El talento de Espinoza Dueñas parecía incontestable. El Gobierno de Francia le reclamó para continuar su aprendizaje en la Escuela Nacional de Bellas Artes de París, investigando con las litografías y diferentes grabados en metal, que le terminaron reportando el primer premio de la escuela durante cuatro años.

Aquí ya tuvo sus primeros contactos con la cerámica. Y con éxito. Ya se había marchado a La Habana, contratado como profesor de la Escuela Nacional de Arte de Cubanaván, cuando la Bienal de Marsella, del museo Cantini, le concedió el Gran Premio Internacional de Cerámica, considerado el más prestigioso del mundo. Pero en Cuba Espinoza se acercó más a su condición de maestro potenciando la vocación docente que ya le acompañó de por vida, mientras profundizaba en su obra de pintura mural y litografías.

Sus recordados talleres experimentales sirvieron para llevar el proceso creativo artístico al gran público, como en sus conocidas sesiones de murales explicando sus técnicas ante personas de todo tipo. Eran los años 70 y ya estaba establecido en Burgos, ciudad de su esposa Pilar, donde intensificó su labor docente y pedagógica mientras perfeccionaba su producción cerámica.

Los talleres tuvieron un valor especial durante su presencia en Estados Unidos en los años 80, donde fue invitado para dar clases y seguir con sus particulares lecciones magistrales en directo, con murales pintados en Filadelfia, Nueva York y Delaware, entre otras ciudades.

A comienzos de los 90 se produjo su llegada a Andalucía. Compró una finca en Constantina y desarrolló su trabajo con nuevos murales en toda la provincia, estableciendo definitivamente su museo en la Cartuja de la vecina Cazalla de la Sierra.

Esta extensa trayectoria ha forjado su carrera. El prestigioso historiador Fernando Chueca Goitia describió en su momento al artista-personaje, elevándolo a las alturas, más allá de lo terrenal, aunque "luego, el pintor está allí, ante nosotros, silencioso como el sacerdote de un culto ignoto, que él mismo quiere desdecir si no le traicionaran sus ojos, que incendian su aureolada y leonina cabeza y le convierten en iridiscente pavesa".

"No es nada premeditado", asegura su hija Amaya Espinoza. "Está en otro mundo, en otra dimensión", añade la también comisaria de la muestra.

Sus formas geométricas y salvajes, casi primitivas, junto a los colores "de amanecer cósmico", con una particular mitología "llena de seres semifantásticos, mitad hombre mitad pájaro, mitad lobo mitad pájaro, mitad lo que sea pero casi siempre con un componente de ave", como apuntó Chueca Goitia. Todo ese mundo, figurativo, cubista, expresionista, abstracto, pero siempre mágico, está más cerca que nunca. Preparado para provocar las ensoñaciones de quienes estén dispuestos a descubrirlo, ahora en la Casa de la Provincia de Sevilla. Espinoza Dueñas pone su genio al alcance de todos.

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