Crítica de Flamenco

El cante agreste

Es el cante agreste, serrano. Natural, visceral. Con mucho corazón y mucho paisaje. Animalista. Por eso el Niño del Gastor destacó en los aires rondeños y en los fandangos de Huelva. Cantes directos, sentimentales, rurales.

Nada que ver con el repertorio flamenco de tiempos de Falla, que era el motivo del concierto. Aunque es muy posible que el recital hubiese sido del gusto del gaditano, dado que el músico buscaba el primitivismo en el cante. Primitivismo no quiere decir antigüedad: para civilizados los antiguos, ¿verdad? De hecho, El Niño del Gastor cantó un repertorio de hace 30, 40 años. Así los fandangos naturales o los caracoles, "las alegrías de Madrid, como las llamaba Chacón" según anunció. Un cante exigente que hoy apenas se escucha.

Con todo, fue la soleá el culmen de su recital, un cante en el que recordó, con buen criterio, los cantes de Antonio Mairena y en los que Carrión le dio la réplica recordando a su admirado Melchor de Marchena. El Niño del Gastor cantó también la malagueña de Chacón llamada de Gayarrito y una minera austera, equilibrada, que adobó con taranto y cartagenera del Rojo. Por tangos evocó los aires de la Repompa y de Extremadura.

Antonio Carrión le ofreció un acompañamiento preciso, delicado, muy sensible, atento al estado de ánimo adecuado a cada momento. Y ofreció un solo por bulerías en el que se acordó, a cuerda pelá, de la música de Diego del Gastor.

El Niño del Gastor es un cantaor natural que supone una mínima estilización del tipo de cante del aficionado de pueblo. Y no lo digo en desdoro del cantaor sino todo lo contrario. Sobre todo teniendo en cuenta que el homenajeado, Falla, adoraba el cante del aficionado de pueblo.

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