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eva hache. actriz

"Hay directores que me ven ingobernable, pero me presto encantada a los desafíos"

  • La intérprete representa en el Lope 'Los vecinos de arriba', la primera obra teatral de Cesc Gay, una historia sobre parejas en la que el cineasta "viste de comedias temas muy serios".

Eva Hache interpreta a una mujer casada hastiada de su matrimonio en 'Los vecinos de arriba', de Cesc Gay.

Eva Hache interpreta a una mujer casada hastiada de su matrimonio en 'Los vecinos de arriba', de Cesc Gay. / david ruano

La convivencia de Cesc Gay (Barcelona, 1967) con su familia empezó a hacerse incómoda cuando unos vecinos se instalaron en el piso de encima y con su llegada se sucedieron "ruidos extraños, a cualquier hora, seguidos siempre de una gran variedad de gemidos y resoplidos". Esa anécdota real inspiraría al director de En la ciudad y Truman su primera obra teatral, una comedia que reflexiona sobre la pareja, "esta tragedia que nos persigue desde los orígenes de los tiempos", bromea el ganador del Goya. Los vecinos de arriba, que se representa desde mañana hasta el domingo en el Lope de Vega, enfrenta a dos matrimonios, los interpretados por María Lanau y Andrew Tarbet y por Eva Hache y Xavi Mira, en muy distintas etapas de su relación: el primero aún entregado a la pasión; el segundo abochornado por los ruidos del sexo ajeno y preguntándose cuándo empezó el declive, y la distancia, en una unión que también conoció una vez la fogosidad. Con Eva Hache (Segovia, 1971) hablamos del desafío que ha supuesto en su carrera este proyecto.

-El público no lo sabe, pero usted empezó su trayectoria en el teatro, haciendo clásicos y cabaret.

-Sí que tengo disciplina teatral desde chica [ríe]. Con la compañía de Juan Antonio Quintana, en Valladolid, hice obras tan diversas como El avaro de Molière, La zapatera prodigiosa de García Lorca, Sonata de espectros de Strindberg o incluso una obra en verso de Gil Vicente. Fue una formación muy completa, sí.

-De todos modos, Los vecinos de arriba le brinda una oportunidad maravillosa para mostrarse en un registro muy distinto.

-Claro, claro. Me sorprendió enormemente que Cesc me llamara, porque conmigo no suelen contar ese tipo de directores tan de actores, no se atreven. Suelen pensar que soy un poco ingobernable, pero la verdad es que yo me presto encantada, tengo muchas ganas de hacer cosas que ni yo misma imagino. Luego, pasada la sorpresa, cuando ya empezamos a trabajar, me di cuenta del regalo que era Los vecinos de arriba. Una comedia muy bien escrita, como todo lo que viene de Cesc. Todo tiene sentido en sus textos, no hay un solo ingrediente que sobre, que estorbe.

-En sus películas se aprecia que disfruta con el desarrollo de los personajes, con el trabajo de los actores. ¿Cómo es colaborar con él?

-Tiene muy claro lo que ha escrito, sabe muy bien por qué ha puesto determinadas palabras y no otras. Y con él se da una circunstancia que no pasa siempre: que sabe explicar todo eso a los actores. Luego, además, también es maleable y permite que hagamos aportaciones. Trabajar con él ha sido un proceso exquisito, pero nada doloroso.

-Cesc Gay definía la obra, por su mezcla de humor y de amargura, como un regalo envenenado: algo con un envoltorio muy bonito pero que te estalla en la cara.

-Lo que le pasa a los vecinos de abajo, los personajes que interpretamos Xavi Mira y yo, es que están en ese momento amargo de una pareja que lleva mucho tiempo junta y que ha dejado de cuidarse. Al invitar a los vecinos de arriba, que viven un amor muy dulce, y muy picante también [ríe], ahí se destapa todo el follón. Ana, mi personaje, es una mujer clásica, alguien que tiene su casa bonita, a la que le preocupa mucho la imagen que da al exterior. Y durante el tiempo que dura la función, ella intenta controlarlo todo, pero su marido quiere hablar con esos vecinos de los ruidos que hacen mientras tienen sexo, y ella intenta frenarlo, pero es imposible. Es todo muy divertido, pero detrás de eso se habla de muchas cosas. Lo bueno de Cesc es que viste de comedia temas muy importantes.

-En una entrevista apuntaba una idea interesante: en una época en que los tabiques parecen de papel, puedes no conocer a tus vecinos y sin embargo saberlo todo de ellos por sus ruidos.

-Una situación muy paradójica y ciertamente muy desagradable [ríe]. Eso de estar en contacto con los fluidos de los vecinos es un poco duro, ¿no? A veces no nos conocemos pero sabemos cosas del otro en un plano bastante escabroso. La burbuja inmobiliaria ha hecho mucho daño no sólo en lo económico, también en un nivel acústico y de vibraciones.

-Para algunos, esta obra y otros proyectos aislados la legitiman como actriz. Pero defender monólogos es también toda una escuela de interpretación, ¿no?

-Lo que ocurre con el registro del monólogo es que tiene que parecer que es algo espontáneo, que se trata de alguien contándote una anécdota, como si le contaras a tus amigos algo que te ha sucedido y que te parece gracioso. Pasa eso, para que el monólogo funcione debe parecer que es algo improvisado, por eso se le da poco valor. La gente piensa que cualquiera con un poco de gracia puede hacerlo. Pero no, realmente es otro campo dentro de la interpretación, y la verdad es que bastante duro, porque siempre que actúas en una función de teatro estás arropada por tus compañeros actores y por una escenografía, una iluminación, una música... Pero en los monólogos estás sola frente al público, con un micrófono y nada más. Es duro, es duro.

-Usted presentó el Premio Especial Feroz, destinado a películas que habrían merecido haber tenido más repercusión, a La muerte de Luis XIV, de Albert Serra, y aprovechó para lamentar que usted también había hecho una serie de televisión que resultó minoritaria.

-Es todo muy incierto en las artes. Tengo la sensación de que los escritores, los escultores, los intérpretes, los que creamos algo, estamos ahí pero no se nos valora, que tienes que lograr un éxito enorme para que se te reconozca. Yo estoy muy contenta porque me he podido dedicar a proyectos muy lucidos, no me quejo. En los Feroz quería hacer una broma, simplemente. Me parecía gracioso decirles a los que otorgaban ese premio y que querían destacar una película que, desgraciadamente, había visto poca gente: no os habéis acordado de mí que tengo una serie que tampoco ha tenido la audiencia esperada. Pero, bueno, los actores sabíamos que el mercado laboral estaba complicado; ahora, tristemente eso lo sabe todo el mundo, te dediques a esto o no.

-Quería preguntarle, por último, cómo vive, en su faceta de cómica, esta especie de dictadura de lo políticamente correcto. ¿Hoy es más difícil hacer humor?

-Es extraño, porque desde que empezó la crisis notas a la gente más agradecida cuando tratas algún tema con humor. Pero, luego, que haya una ley mordaza que nos haga estar pendientes de cada palabra que escribimos o que decimos me parece un atraso, es un tentáculo más de esa política de terror que tanto se lleva ahora, no sólo en España sino en todas partes. Ojalá desde la creación podamos hacer algo al respecto, pero es triste que se ponga un ojo tan fino con las artes.

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