Cultura

El mejor homenaje en el mejor sitio al juglar de la gracia

El acto se retrasa. La puerta del Salón de Tapices del Real Alcázar no acaba de abrirse. Fuera, se contaban anécdotas del protagonista de la noche. Josele recordaba que Pepe da Rosa fue el representante de Los Payos cuando la playa estaba desierta. Tate Montoya rebobinaba la visión: a su padre, Enrique Montoya, le gustaba acompañarse de alguno de sus hijos en sus bolos. Aparece en la retina Pepe da Rosa con Karina y Conchita Bautista. Las puertas no se abrían. ¿A qué esperaban? Que venga Banacek.

"Me acaban de robar en el chalé, que venga Banacek". El homenaje a Pepe da Rosa fue de una hondura y dignidad infrecuentes en la necrofilia cultural que nos aturde. Una vida exagerada, como aquel Martín Romaña de Bryce Echenique, desde su primer día de vida. Pepe da Rosa nació dos semanas después de proclamarse la II República, pero viene al mundo en Buenos Aires. Su padre, Faustino de Rosa, era director del teatro Colón en la capital argentina. "Fue quien trajo a España a Bobby Deglané para que presentara los combates de lucha libre", recordaba Encarnación, su viuda desde el 22 de abril de 1986.

La radio. Los discos. La televisión. El cine. En los cuatro medios expresó su sutileza, su gracia, que nunca fue de gracioso, como recordaría Alfredo Sánchez Monteseirín, alcalde de Sevilla, al divagar sobre la gracia tal como la entendía José María Izquierdo. Un juglar (Moncho Borrajo). Un chansonnier (Josele). Un genio de la prosodia (Pedro Ruiz). Distintos elogios.

El acto lo presentó María Teresa Campos. Muchas veces lo introdujo en el Tívoli World de Benalmádena. Se lo imagina hoy incluyendo en su repertorio "el euro, internet, el tomate, el talante, la crispación". La radio fue su trampolín: por eso lo recordaron Iñaki Gabilondo, que lo conoció cuando vino a dirigir Radio Sevilla, Carlos Herrera, José María Iñigo, Luis del Olmo o Andreu Buenafuente. "Sólo había un canal de televisión", dijo este último, "y los humoristas eran unos héroes, porque la gente estaba cabreada". También monseñor Amigo, que ensambló el arte y el humor. Sus posibles herederos, los Morancos, también intervinieron en el vídeo.

Fernando Rodríguez Villalobos, presidente de la Diputación Provincial, recordó el proverbio oriental según el cual el tiempo que uno pasa riendo es tiempo que pasa con los dioses. Pepe da Rosa salió a cerrar el acto y estaba listo de papeles. No había venido, que venga, Banacek. "Me siento orgulloso de mi padre y de mi ciudad". Lloró en una intervención nada lacrimógena. Junto al Relato de amor que Agustín García Calvo dedica a su padre en endechas y el afecto que en las páginas de su trilogía Tu rostro mañana dispensa el novelista Javier Marías a su progenitor, el filósofo Julián Marías, hay que incluir el homenaje de ayer en el Alcázar a Pepe da Rosa como perla del amor paterno.

Con iconos como Boyer o Sandokán, referentes de la época, el plato fuerte de la noche fue la interpretación de sus temas más conocidos por artistas de otras generaciones que veinte años después le rinden pleitesía de maestro, de padre de todos. Al Mani le costó la misma vida, pero salió airoso. Pepe Roca, de Alameda, lo recordó con aromas de cantautor. El Marchena trazó en el mapa una línea del Cabo de Gata hasta Finisterre, hay que ver la gente cómo está con J.R. La interpretación de los cuatro detectives -Kojak, Colombo, McLoud, Banacek- al piano por Arturo Pareja-Obregón fue un manjar para paladares exquisitos. Pascual González y Cantores de Híspalis evocaron la Sevilla radiofónica de Pepe da Rosa: Lo tomas o lo dejas, Salto a la fama, Conozca usted a sus vecinos, y, con guión de Paco García Conde (Juan Tribuna), los Dialoguillos del Tío Pepe y su sobrino. Pepe da Rosa era el bético.

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