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Crítica de Música

La modernidad tras un siglo

Con un siglo exacto de distancia, la primera parte permitía contrastar el estilo y la inspiración de un abuelo y de su nieto, ambos con apellido Prokofiev en una singular hilazón a lo largo del tiempo y del sonido. Como era de esperar, el abuelo gana por goleada, con la aparente paradoja de que la sinfonía Clásica suene más moderna y más actual que la extensa composición de Gabriel Prokofiev.

Axelrod atacó el primer movimiento de la sinfonía con un tiempo algo pesante, lento y falto de ese punto de agilidad necesario para exteriorizar el perfil irónico de la música. Tampoco la orquesta estaba del todo a punto en estos inicios, porque se pudieron escuchar sonidos sin brillo en los violines en la exposicón del segundo tema, un problema en el que abundaron, especialmente en el registro superior, en el Larghetto. Sólo que aquí Axelrod encontró el pulso rítmico apropiado a base de acentuaciones muy expresivas, adentrándose así en un clima lúdico que fue en aumento en el caso de la Gavotta, atacada con generoso rubato intensificado con suma gracia a base de ritardandi. Como culminación, el Finale se desplegó con un ductus saltarín y con ritmos muy marcados perfectamente seguidos por una Sinfónica ya en pleno rendimiento sonoro y con la precisión y la flexibilidad que la caracteriza en los últimos tiempos.

Axelrod ofreció una 'Quinta' brillante, densa y muy cuidada en los detalles expresivos

Si uno lee las explicaciones de Gabriel Prokofiev sobre su composición When the city rules (estreno europeo) uno se esperaría una obra seria, sesuda y densa. Pero todo queda en esa demostración de hybris discursiva que por desgracia afecta a tantos compositores actuales, porque tras la escucha de la obra queda la sensación de poca originalidad. Es una obra resultona, sí; fácil de escuchar, también. Pero lo que ofrece es muy poco original, una especie de muestrario de maneras de componer sobre la figura del ostinato en el que es fácil detectar los modelos: el famoso crescendo de la Leningrado, el Bolero de Ravel y el Mambo de Bernstein. Plenamente identificado con el autor y su obra, Axelrod llevó a la ROSS a un espléndido ejercicio de virtuosismo orquestal con momentos de gran calidad, como los ritmos cruzados de la tercera y cuarta parte. Para eso, mejor los originales.

El director tejano continuó en la segunda parte mostrándonos su manera de entender el sinfonismo beethoveniano, una aproximación que no rehuye de la tradición de densidad y contundencia sonoras, pero que al mismo tiempo busca la explicitación de los detalles expresivos mediante la variedad acentual y el juego con las gradaciones y transiciones dinámicas.

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