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Cultura

La música de la felicidad

La comparecencia de Gerardo Núñez en nuestra ciudad es un acontecimiento. No en vano, nos encontramos ante el guitarrista flamenco que desde hace diez años está en la vanguardia de este instrumento, embajador de nuestro arte en todo el mundo, cuya obra es parte del repertorio de conjuntos de tanto prestigio internacional como el Kronos Quartet. Eso sí, sus más acérrimos seguidores agradeceríamos alguna innovación en su repertorio, prácticamente inalterable a lo largo del último lustro. Las diferencias son los manierismos que el guitarrista introduce en las melodías que ha interpretado en cientos de ocasiones y que, ciertamente, aportan poco a su obra. Una obra plena de sentido rítmico y de épica melódica. Núñez respira y transpira música por los cuatro costados. Su virtuosismo es fruto de un trato tan íntimo con su instrumento que, ciertamente, no se sabe donde termina uno y empieza el otro. Todos estos factores se pusieron especialmente de relieve en la pieza que protagonizó en solitario, íntima y social a un tiempo.

A todo ello debemos unir la complicidad con un grupo que es un espejo. En especial con el Cepillo y Pablo Martín, que protagonizaron el habitual número rítmico-cómico de la noche, uno de los momentos más aplaudidos del recital. Martín fue el responsable de las réplicas melódicas a Núñez, una tarea que cumplió con seguridad y calidez.

Otra cosa hubiese sido, en relación al repertorio digo, si el contrabajista francés Renaud García Fons hubiese acudido a la cita, como estaba programado. Una enfermedad de última hora obligaron a variar el elenco y el contenido del recital.

Las novedades del mismo fueron los tangos canasteros, cortados a la medida de la voz íntima de Rafael de Utrera. Y las alegrías blancas, pletóricas, de El Guadiana, poseedor de uno de los timbres más hermosos y llenos de armónicos coloridos del panorama flamenco. Los dos cantaores protagonizaron también martinetes y soleá por bulerías en solitario. Carmen Cortés completó un recital redondo con su estilo tenso y racial.

La felicidad es para Núñez estar en el escenario, creando música, y eso es lo que trasmite al patio de butacas en cada concierto. Núñez entiende la felicidad, en forma de música, como relación entre personas. La voz plena de miel de Guadiana diciendo la soleá. Carmen Cortés rompiendo el ritmo en el aire. Y esa sección rítmica, la complicidad hecha música, hasta el punto de tocar juntos, con el contrabajo funcionando también como percusión. Los solos de Martín fueron intensos, los del Cepillo pura frescura.

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