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Arquitectura

Un proyecto museístico

  • La arquitectura excavada en la ladera del Castillo de Alcaudete, en Jaén, genera un recorrido abierto a una gran variedad de percepciones sensitivas y atmosféricas

Decididamente, se abre una nueva etapa para la arquitectura interesada por el patrimonio histórico de la mano de las últimas generaciones de arquitectos andaluces, lo muestran los proyectos ganadores o seleccionados en muchos de los últimos concursos convocados en el ámbito de Andalucía y lo sancionarán próximamente, con su presencia los edificios y los espacios urbanos que resultarán de ellos.

Estas arquitecturas tan marcadas por la cultura de la imagen, como para confiarle a ella sus señas de identidad, ha maniobrado sabiendo incorporar como parte de las mismas -sin por ello desnaturalizarla- aquellas otras realidades heredadas y sancionadas con el valor de lo patrimonial. Digamos que el aplanamiento que la imagen ha ejercido sobre el protagonismo de la forma o el espacio de la arquitectura moderna, en la que muchos de estos arquitectos se han formado, ha permitido una valoración ritmada de los diferentes tiempos que se barajan en los proyectos patrimoniales, componiéndolos en una atmósfera en la que mutuamente se confrontan y dialogan.

Es lo que ocurre en este proyecto, que fue premiado en el concurso de ideas para la creación de un Centro de Recepción de Visitantes en Alcaudete (Jaén), de un equipo multidisciplinar de jóvenes profesionales, entre los que se encuentran dos arquitectos y una historiadora.

Situado como nexo urbano, en el triángulo formado por tres bienes culturales, como son la Iglesia de Santa María, el edificio histórico del Ayuntamiento y el Castillo, los autores del proyecto han decidido colocarlo en una de las laderas en las que se asienta este último. Los estudios contenidos en los paneles del concurso muestran con claridad la preocupación con la que se ha intentado resolver la incorporación de ese nuevo elemento a un paisaje histórico protagonizado por esos tres hitos patrimoniales, a través de su alojamiento parcial en la excavación realizada en la pendiente de la ladera. El volumen del edificio queda así mimetizado -por la texturización del mismo con colores y tonos semejantes al entorno- como parte de la pendiente, haciendo que sus cubiertas se presenten como prolongación de la misma. Una explanada abierta delante del mismo permite disfrutar del paisaje que domina y sirve como antesala del recorrido que estructura el interior del Centro. Se logra así el objetivo marcado en la memoria del proyecto: "Conseguir un equipamiento destinado a promocionar y difundir un territorio y un patrimonio cultural concreto a partir de un discurso específico que lo singulariza".

Una planta articulada por el sucesivo repliegue de los muros, que siguen las trazas de una geometría sugerida por la propia topografía de la ladera, permite alojar un conjunto de espacios concatenados por un recorrido espacial, capaz de aunar los contenidos expositivos y la multiplicidad de percepciones que el edificio convoca. De esa manera, el edificio se convierte en el medio idóneo para invitar al disfrute del enclave patrimonial que se nos muestra, abriendo a la interpretación de los visitantes la naturaleza y el alcance de la acción antropizadora de los hombres sobre un territorio, ahora convertido en parte de la cultura contemporánea.

Hay un homenaje menos aparente al pasado, marcado por el uso de los saberes de una cultura que es junto con la romana el sustrato sobre el que se trazan territorialmente los posteriores proyectos civilizatorios del valle del Guadalquivir. La incorporación de la arquitectura del patio y del agua, introduce espacialmente en el edificio una clave patrimonial, hecha efectiva a través de láminas de agua y de potentes luces cenitales, que juega aquí el papel de recurso hacia una sostenibilidad ambiental.

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