Cultura

La tierra y el barro

  • Cano, el joven guitarrista catalán afincado en Madrid, publica un disco de debut que es una lección de libertad artística y compromiso flamenco

Juan Antonio Suárez García (Barcelona, 1971), Cano en el mundo del arte flamenco, ha militado en las compañías de baile de Rafaela Carrasco, Merche Esmeralda, Andrés Marín y Francisco Suárez. Ahora se presenta como solista en disco, después de su destacada participación en la obra colectiva La nueva escuela de guitarra (2003), y de secundar al Falo en su disco de debut (¡Cante gitano!, 1996), y único hasta ahora en el mercado del cantaor asturiano.

medicina para el alma

No obstante, en éste su primer disco, Cano es el protagonista absoluto. La obra se abre con la guitarra portentosa en solitario, demostrando que su solidez como intérprete no necesita excusarse en una banda. Cano toca como quiere y, en ese sentido, hay que agradecerle la libertad que guía esta obra. La verdad es la única medicina para el alma. Y la verdad no se puede ocultar. El riesgo, hoy, es decir siempre, no está en la armonía compleja sino en mostrar el alma. Hay intérpretes que usan la música y el arte para ocultarse. Ésa es su verdad. Pero Cano pone la guitarra ante nosotros para mostrarse libre. Por eso se ha querido tomar 70 minutos de nuestra vida. Con un par. Para desarrollar todo lo que tiene que decir, como él mismo me dijo. Cuando introduces un disco en el aparato y no sabes lo que va a ocurrir, lo que está ocurriendo. Ésa es la magia de lo vivo. Ésa es la magia que tiene esta obra. Lo demás... sí, lo demás también está ahí. El virtuosismo, el diálogo con los amigos. Pero déjenme, para siempre, vivir-morir en la seguiriya. Que no es más que un alma expuesta, abierta en canal para nosotros. Un lujo. Cano, eres uno de los grandes. Y tu disco es un regalo, un bálsamo para el corazón.

cano y sus amigos

Los amigos de Cano son nuestros amigos: Lole Montoya de Triana para un tema de afirmación gitana. El final del mismo es una concesión a la radiofórmula, aunque a nadie le amarga un dulce. Con los Caponata Argamacho firma Cano dos temas que pierden frescura con los convencionales arreglos. Eso sí, el recurso de huir de lo brillante no desaparece. Pero siempre, siempre, mejor cuanto más íntimo, más despojado. El mejor Cano, con todo lo eminentes que son sus amigos, es el desnudo. Ahí nos sentimos más acompañados, más arropados por su música. Por ejemplo, la espléndida larga suite Mi pequeño mundo, acaso lo mejor del disco con la seguiriya. Un tema que flaquea en su arreglo final con los Caponata. Cuando está a solas con el piano de Pablo Suárez (tan respetuoso y dolorido como elegante), o la flauta de Sekino, Cano se acerca a su centro. Y, aunque los coros vengan a nosotros con el cuidado de una madre (hay mucha presencia femenina invitada a esta celebración de la vida y la muerte, no es un azar), no dejan de romper la intimidad. Lo mismo podemos decir del resto de arreglos de esta obra. Son sutiles, épicamente humanos, fraternales, en ocasiones. Aunque nosotros queremos más Cano. El mejor Cano (como el mejor Riqueni, como el mejor Gerardo Núñez, sus maestros) es el Cano en solitario. La música es también un ejercicio de solidaridad y de complicidad. Pero el destino de algunos intérpretes es quedar solos enfrente de su auditorio. Y el de Cano también es éste. Este hombre está preparado para enfrentarse sólo al universo. Este hombre sabe lo que es el silencio y la soledad, ya nada le queda por aprender. Ustedes están en el secreto a voces de cuantos discos muertos nacen hoy, muertos en las prensas. Y esto es una obra viva, donde la técnica, humana y maquinal, está al servicio de la vida en lugar de sustituirla. Discos así nos devuelven la confianza en la posibilidad de trascendencia de las obras grabadas, tan maltratadas últimamente por la industria.

Vuelta a los orígenes

Los tangos de Villafranca de los Barros, plenos de celebración y sensualidad flamenca, son el hermoso contrapunto al estilo intimista de la obra. Sin embargo, su intérprete destaca la continuidad espiritual entre este corte y el resto de la obra. "Todo procede de ahí, de la libertad que se da en las celebraciones íntimas de los gitanos. Esa es la libertad y la fuerza que yo he querido atrapar en mis composiciones. De hecho, estas falsetas, estos tangos que toco junto a mi tía Adela, fueron las primeras notas que aprendí en la guitarra, lo que ella me enseñó".

El futuro de la guitarra, pues, no es la técnica, no es la velocidad. ¿Para qué aprender siete idiomas si no se tiene nada que decir? El futuro de la guitarra es asumir el riesgo de ser libre, como lo hace Cano en este disco, punta de lanza de la nueva guitarra.

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