¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Cara de autobús

Los de mi generación vimos nacer el término metrosexual, pero eso era para los futbolistas y los cantantes malos

Leonard Cohen, ya talludito.

Leonard Cohen, ya talludito. / DS

HAY una canción que bien podría elegirse como himno oficial del Movimiento de los Feos del Mundo (MFM). Nos referimos, claro está, a Chelsea Hotel, una de las baladas más hermosas de Leonard Cohen. En esta copla, el músico canadiense comete la descortesía de desvelar un affaire con Janis Joplin. Años después, Cohen mostró un asomo de arrepentimiento, aunque como él mismo también indicó, “a Janis no le hubiese importado que lo contase, aunque a mi madre sí”. El momento cumbre de la canción es cuando Cohen cuenta cómo Joplin acepta irse a la cama con él: “Eras famosa/ tu corazón, una leyenda./ Me dijiste de nuevo/ que preferías a los hombres guapos,/ pero que conmigo harías una excepción”. Luego, ambos levantan el puño y gritan por la emancipación de los feos oprimidos del mundo. Solo por eso merecería que todos los sapiens sin el don de la belleza llevásemos en la cartera la foto de esa pelirroja novia de la muerte que hizo mutis por el foro con apenas 26 años.

Tuve una amiga que, cuando quería indicar que alguien portaba un rostro anodino y gris (es decir, feo sin personalidad) decía que tenía “cara de autobús”. Pienso en ella muchas de las noches que cojo el 30 de regreso a casa, cuando no tengo ganas de pasear. A esas horas solemos viajar la aristocracia del sur de Sevilla: yonkis, gitanas de la buenaventura y la flor del romero, flamencos callejeros, gorrillas, algún estudiante y este proletario de la pluma. Por la noche, todos somos feos en el 30, todos tenemos cara de autobús. Unos por la genética, otros por la heroína, otros por la paliza de la vida, otros porque están agotados. Dan igual los motivos. Todos feos. Yo, para consolarme, recuerdo a aquella señora que decía que me parecía a Omar Sharif. O miro la estampita de la Joplin que llevo en la cartera. También pienso en que ya me he reproducido, por lo que mi gen egoísta no tiene nada que reprocharme.

El hombre feo es un hermoso tema literario y cinematográfico. Pero no creo que esto lo comprendan las nuevas generaciones. Una becaria del periódico me dijo una vez las prevenciones que le producían los varones sin depilar. Me sentí como un oso de las Rocosas. Los de mi generación vimos nacer el término metrosexual, pero eso era para los futbolistas y los cantantes malos. Ahora, cuando viajo en el tranvía (mucho más limpio y elegante que el 30), veo que todo el mundo quiere serlo. La mayoría de los jóvenes van teñidos, depilados, maqueados, maquillados, manicurados, con pelados estilosos. Ninguno quiere ser feo, ninguno quiere tener cara de autobús. Nosotros tampoco, pero teníamos el Chelsea hotel de Leonard Cohen. Y eso consuela.

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