En el magno ensayo y best-seller Sapiens, Yuval Harari relata cuándo los primates evolucionados comenzaron a organizar sus decisiones. Es probable de que desde los primeros abuelitos Sapiens, hace algunos millones de años, los machos de la vara se rodearan de gente de su confianza, no sólo parientes a los que promover, sino verdaderas cabezas pensantes o malas bestias que suplían al líder de la manada en sus carencias, a sabiendas de que nadie puede llevarlo todo por delante; ni en el paleolítico ni con la ayuda de la IA, ya en el XXI. En la Baja Edad Media, los emperadores de Sacro Imperio Romano Germánico comenzaron a dotarse de un Consejo Áulico, un embrión de los gabinetes y los consejos de administración, en el que ya no sólo había hombres de confianza, sino enemigos que convenía tener cerca, algunos ovinos consejeros comprados con migajas y pero también notables capaces y valiosos, además de cuotas religiosas del territorio. Hoy, el gabinete ministerial español paga a cerca de 800 asesores; más de 300 lo son en exclusiva del propio presidente Sánchez.

Desde antes de su primer mandato, Pedro Sánchez fichó a su consejero áulico Iván Redondo. Es un consultor de comunicación, profesión que, cuando su cliente principal es un político con mando, puede llegar a ser un estratega de guardia. Tras ser el jefe de campaña del popular Xabier García Albiol en las elecciones que llevaron al catalán a la alcaldía de Badalona, Iván Redondo fue director del Gabinete de Pedro Sánchez en su primer mandato. Los porqués de su salida de ese puesto no están claros. Hubo coña con las gafas kennedianas de Sánchez en el Falcon o con aquella escena de su encalome con Biden frente a las cámaras: el presidente de EE.UU. parecía no conocerlo y sorprenderse por el abordamiento, bien pudiera ser porque Biden está cascadete (tanto como para quizá perder las próximas elecciones contra Trump, El Renacido). Pero si había un político abochornado y descontado por propios y ajenos, ese era Pedro Sánchez. Fue Iván Redondo quien diseñó su éxito en las primarias del PSOE –el Susanazo–, y su victoria electoral nacional posterior.

Iván Redondo escribe en La Vanguardia, y es consejero del Grupo Godó, empresa propietaria de la cabecera, entre las aguas del catalanismo convergente y las de la condición monárquica nata del Conde de Godó, su presidente. Ayer, Redondo, escribía un artículo en esas páginas: Tiempo y paciencia con Junts. No tengo más espacio ya en esta pieza. Ni nada más que comentar: Junts, el adolescente insufrible. Hay que tenerle paciencia y darle tiempo. Angelito.