Oficio pasajero

¿Quién se atrevería a contar en su diario, como acontecimiento del día, que ha ido a comprar al Mercadona Sólo Montano

Se acaba de publicar un libro enorme que nació con la vocación de ser un libro secreto: el primer volumen de los diarios de José Antonio Montano, Oficio pasajero, publicado por Sr. Scott. Aclaremos que se trata de un libro tristísimo, porque hace un retrato desolador de la Málaga de los años 90 –la de la “Andalucía imparable” de la Expo– y que en estas páginas parece salida de I Vitelloni, aquella película de Fellini (Los inútiles, la llamaron aquí) que hablaba de unos jóvenes apáticos que soñaban con irse de su amarga provincia pero que al final acababan aceptando la derrota en el bar de siempre y con los aburridos amigos de siempre. La diferencia es que los personajes de Fellini eran realmente inútiles, mientras que los personajes que asoman por estas páginas son inteligentes o incluso brillantes, aunque tengan que vivir en la indolencia absoluta mientras se presentan a las pruebas para un puesto de bedel o de peón calefactor. Cuántas páginas de estos diarios nos hablan de esa España que jamás aparece en las series de Movistar porque es la España eterna de las colas para las oposiciones a un puesto de auxiliar administrativo que siempre acaba ganando “un calvo que lee el Marca”. Por otra parte, sorprende comprobar que llovía muchísimo en la Málaga de los años 90, cosa que en estos tiempos de sequía –física y moral– le añade un nuevo matiz de melancolía irreprimible a estas páginas.

Oficio pasajero es un libro tristísimo, sí, pero al mismo tiempo repleto de gozo. No alegría, no, ni hedonismo ni sensualidad –porque no hay nada de eso–, sino simple gozo, un gozo resignado como salido de una oda pagana de Ricardo Reis: gozo de callejear por Málaga, gozo de pedalear en bici, gozo de rebuscar libros por todas partes, y sobre todo, gozo de repetir hasta la saciedad la misma conversación de siempre con los amigos de siempre frente al mar de siempre.

“Por la tarde con Palomo en el Mercadona, comprando galletas para su excursión a Cómpeta”, dice una anotación de 1992. ¿Quién se atrevería a contar en su diario, como acontecimiento capital del día, que ha ido a comprar galletas al Mercadona? Montano, sólo Montano. Y la gran novela de Málaga quizá esté contenida en estas páginas que no aspiraban absolutamente a nada, pero que han logrado, justo por ello, atraparlo todo, recrearlo todo, redimirlo todo.

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