Tomás garcía

Doctor en Biología

La Puerta de Córdoba y San Hermenegildo

La razón última que nos explique la pervivencia de la Puerta de Córdoba no está bien definida

La antigua muralla de Sevilla fue trazada por los almorávides en la primera mitad del siglo XII con tres postigos y doce puertas al ampliar la erigida por el reino taifa sobre las ruinas de la cerca romana, siendo reforzada por los almohades con torres y barbacana. La llamada Puerta Nueva se abrió durante el reinado de los Reyes Católicos en la Resolana y la de San Fernando en la centuria dieciochesca en el extremo este de la actual calle homónima, completando un total de catorce. La Puerta de Córdoba es la única que ha preservado su estructura original islámica a lo largo de los tiempos, ubicándose a pocos metros de la modificada Puerta de Macarena, la otra superviviente.

La Puerta de Córdoba se halla unida desde siglos atrás a la iglesia de San Hermenegildo, en una placita de la Ronda de Capuchinos que conecta con el barrio de San Julián. Fue construida por el emir almorávide Alí ibn Yusuf, apareciendo su nombre por primera vez en el Repartimiento de Sevilla tras la conquista cristiana de la urbe musulmana por parte de Fernando III, apelativo que puede deberse a que era la salida natural del antiguo camino hacia Córdoba. Su arquitectura es la de una típica torre-puerta con acceso en recodo hacia un patio que une el arco exterior con otro interior. A mediados del siglo XVI, Hernán Ruiz el Joven adosa a la primitiva almorávide una nueva puerta monumental con dos torres y arcos de medio punto rebajados, la cual sería derribada tres siglos más tarde junto a otras doce.

La razón última que nos explique la pervivencia de la Puerta de Córdoba no está bien definida, habiéndose aducido algunos hechos legendarios sin base documental. Cuenta la tradición que el gobernador visigodo de la provincia Bética, Hermenegildo, habría sido asesinado en el lugar donde se levantaría una pequeña ermita dedicada al mártir y donde se erige la puerta centurias después. Sin embargo, existe constancia histórica de que Hermenegildo fue decapitado en el año 585 en Tarragona a manos del noble Sisberto y quizá por orden de su padre, el rey arriano Leovigildo, a quien se enfrentó por motivos políticos y religiosos tras su conversión al cristianismo. Un motivo más convincente de la permanencia de este hermoso edificio musulmán tras la vorágine destructora del industrial y romántico siglo decimonónico podría ser su integración en la antigua Hermandad de San Hermenegildo, fundada en origen en San Julián y trasladada a principios del siglo XVII a la nueva iglesia consagrada al santo. De este modo, dicha estructura islámica ha llegado hasta nosotros al formar parte de un complejo eclesiástico junto al templo cristiano, presentando éste en su fachada una lápida que pudo estar situada sobre el arco de entrada a la urbe. Dos venerables encinas, un egregio pino piñonero y un altivo cedro se elevan a los cielos en la plazuela anónima frente a San Hermenegildo y la Puerta de Córdoba, ayudándonos a rememorar esos tiempos pretéritos de nuestra milenaria ciudad.

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