Andaluces de Jaén

Parece imponerse aquella vertebración de Andalucía que los regeneracionistas reclamaron hace más de un siglo

06 de mayo 2024 - 01:00

Parece imponerse, por fin, aquella vertebración de Andalucía que los regeneracionistas reclamaron hace más de un siglo. Pero, por desgracia, no responde a una meditada planificación económica ni a una razonable industrialización. No, una vez más el motor llega de fuera, gracias a una descomunal ofensiva turística que ha venido para unir y dar nueva vida a todos los rincones andaluces. Y con el fin de responder a esta demanda exterior, la región se ha preparado para lucir sus mejores trapos y atractivos. Pero como la demanda y curiosidad de estos visitantes siempre es la misma y piden lo mismo, en todas partes, se ha acabado por ofrecerles lo mismo. De manera que ya toda Andalucía se ha convertido en un solo parque festivo, especie de mercado, con distintas ambientaciones, pero siempre con el mismo escaparate. No es un fenómeno nuevo, ha sucedido ya en otras partes del mundo: es la uniformidad impuesta por un turismo que solo quiere encontrar lo que ya espera. Un proceso explicado con todo detalle por el sociólogo Marc Augé. Y que Venecia hace ya años intentó superar, eligiendo como alcalde a un célebre filósofo, Massimo Cacciari, cuyas propuestas no lograron cortar la sangría y huida de tres cuartas partes de la población nativa.

Las fuerzas políticas andaluzas, en todos estos años, no consiguieron, pues, la ansiada vertebración económica y social pero, ahora, gracias al desembarco turístico se ha logrado al menos imponer, en todas partes, el mismo uniforme. Ya es una comunidad, en apariencia, homogénea de este a oeste. Con un uniforme que sirve, además, de disfraz. Un uniforme que desempeña ese papel identificativo, del que, con tanto sarcasmo, decía Cernuda: no hay cosa que guste más a un andaluz que disfrazarse de andaluz. Pero no en todas partes de Andalucía se ha aceptado del todo esa función exhibicionista, que busca obtener así el reconocimiento y aplauso de la mirada visitante: ¡que vean cómo nos divertimos! Y, por fortuna, en estos días, ha habido cuando menos un gesto de rechazo. Es un gesto solo simbólico, aunque sirve como señal de resistencia. Aún quedan reservas, llamémoslas espirituales, que cultivan lo propio, sin pensar en el aplauso comercial de los visitantes. Se trata de 8.500 agricultores jienenses que han firmado un documento para oponerse a la candidatura Paisajes del Olivar en Andalucía como patrimonio mundial que otorga la Unesco. Quizás estos andaluces de Jaén y, cabe suponer que aceituneros altivos, prefieren disfrutar de sus bellísimos paisajes, sin uniforme, y sin el aval de ninguna mirada exterior.

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