Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Las sandeces que pronuncian los representantes de Podemos, IU, Junts, ERC, PNV y los cuatro gatos de Sumar con posterioridad al mensaje anual del jefe del Estado forman parte de la liturgia del 25 de diciembre, fun, fun, fun. Sin ellas nada sería lo mismo. Sin ellas sentiríamos un vacío, nos faltaría el aire, quedaríamos al borde de la hiperventilación. Alguien nos debe recordar que al padre del Rey lo puso Franco, pero nunca nos dicen que fue refrendado mayoritariamente en las urnas. De eso se olvidan. Já. Pero lo mejor no fue el detalle de Felipe VI, deambulando por el Palacio Real, en lugar de aparecer sedente y jugando con el cruce de piernas y los cambios de cámara. El detallazo fue el fondo presidido por la escultura de Carlos V dominando el furor. ¡Qué maravilla, qué mensaje en la España de hoy! Se trata de una gran escultura en la que el emperador Carlos V se hizo esculpir en bronce dominando el Furor protestante, o el Furor turco. El enemigo aparece en cualquier caso encadenado a sus pies, una idea del propio monarca encargada al escultor italiano Leone Leoni en 1549. Hay quien ve en la obra el dominio de la razón sobre la fuerza. ¡Qué ingenio de elección de escultura políticamente incorrecta! A Jordi Turull cabría haberle exigido una censura de esta apuesta. O al culto Junqueras. Y al más culto Maíllo, nuestro dilecto Antonio. De los otros se puede esperar poco, acaso zascas adolescentes, caso de la muchachada de Podemos. Se les ha ido vivo el bronce (toro) a los corrales de la ignorancia sin una banderilla. Las criaturas no ven más allá de Franco, el bipartidismo, la represión y el blablablá de siempre. Otros cuentan las palabras que pronuncia el Rey, miden el tiempo empleado, critican el gasto de abrir el Palacio Real o consideran que el Rey debía haber hablado de esto o de aquello. ¡Toma Carlos V sometiendo al enemigo, atrapado en las cadenas, delante de nuestros ojos! Y la izquierda adolescente dándole a la zambomba de lo reiterativo, previsible y revelador de prejuicios y odios. Tenían al emperador delante de sus ojos, pero estarían hartos después del tardeo, o tendrían escrita la reacción de antemano.
Han trabajado poco, muy poco. Los asesores no han dejado a sus jefecillos sacarle todo el jugo a la escenografía del mensaje. A varios les ha faltado el ojo del pintor Ricardo Suárez y sus lecciones del Arte de Mirar en las redes sociales, cuando suele advertir de detalles de este tipo: desde las arrugas de una servilleta al roto de un azulejo, pasando por los cambios en una fachada 90 años después. A esa izquierda rabiosa y a ese nacionalismo insaciable les ha faltado saber mirar más allá de las ideas viejas de siempre. No se han ganado el sueldo este año, aunque siempre los esperamos con la ilusión de ver cumplida la liturgia. Sus sandeces infantiloides forman parte de la mañana de Navidad, como el Concierto de Año Nuevo del primero de enero. Y menos mal que la modalidad escogida por el Rey fue la de Carlos V revestido con armadura, porque la escultura es desmontable y se puede dejar al emperador al desnudo...
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