Provincia

La 'lengua azul' mata a más de 16.000 ovejas en tres meses

  • La enfermedad afecta a casi mil explotaciones y al 7% de la cabaña ovina de la Sierra Norte. La UE y la Junta pagan más de 3 millones en ayudas

La ganadería languidece en la Sierra Norte. Una actividad que actualmente procede en su mayor parte de la tradición familiar decae por diversas cuestiones, pero especialmente por la aparición de la enfermedad denominada lengua azul que ha enviado al sector a una espiral descendente que amenaza con dejar el ganado como un simple testimonio de lo que fue la economía local de esta zona de la provincia de Sevilla. Ya existen algunos municipios donde la industria del ladrillo se ha convertido en el gran motor de la economía local, frente a la agricultura o la actividad ganadera de antaño.

Si bien es cierto que en las últimas semanas se ha ralentizado de alguna forma el ritmo de los fallecimientos de animales, los números que reflejan las estadísticas de la Consejería de Agricultura son demoledores. Desde el día 5 de septiembre de 2007 en el que se confirmó el primer caso de lengua azul en Almadén de la Plata -y que también fue el primero de la provincia-, la Junta de Andalucía tiene contabilizados más de 16.000 animales muertos en alguna de las cerca de mil explotaciones que existen en los municipios de la Sierra Norte, el siete por ciento aproximadamente de la cabaña total de cabras y ovejas registradas en esta zona.

El desastre económico es casi incalculable, dado que muchos de los efectos que provoca esta enfermedad son potenciales. Es decir, el perjuicio económico no proviene tanto de la pérdida de una oveja o una cabra, como del lucro cesante de ese animal, ya sea en forma de leche o carne, que se prolonga en el tiempo. De hecho, las consecuencias de la enfermedad se han agravado entre las pequeñas explotaciones, donde resulta más complicado restituir a los animales muertos para continuar con la actividad y ya existen muchos casos en los que el ganadero se ha obligado a cerrar su explotación o se ha buscado un sueldo complementario. Aunque podría hacerse un cálculo en función de las ayudas a los ganaderos que otorgan las administraciones y que pueden superar con creces los 3 millones de euros.

Justo Domínguez, por ejemplo, tenía 240 ovejas en el mes de agosto. Ahora tiene 160. En apenas tres meses ha perdido 70 cabezas, incluidos la oveja y los cuatro corderos que tiene encerrados en una nave porque están infectados con la enfermedad y, prácticamente, tienen sus días contados. La oveja yace inmóvil sobre el suelo, aún con leves movimientos, dos de los corderos ya han muerto y los otros dos miran con asombro a los visitantes: "Esto es un crimen. Esta oveja lleva tirada ocho días esperando a morirse y no podemos hacer nada", dice Justo con un punto de amargura por su animal.

El ganado de Justo está formado casi exclusivamente por ovejas y, por tanto, es su principal fuente de ingresos. Sin embargo, la lengua azul ha mermado considerablemente estos ingresos, que proceden de la venta a los mataderos de los corderos que salen de las ovejas. "La enfermedad me ha matado a todos los corderos y, por ahora, no ha salido ninguno más", se lamenta. Es decir: por el momento ya no tendrá más ingresos por este concepto.

Otra forma de conseguir algo de dinero "para tirar" son las subvenciones. Existen ayudas económicas que dependen del número de cabezas y otras que se otorgan por los animales muertos. "Otra cosa es cuándo llegan". Justo Domínguez recibió el pasado octubre la subvención que le correspondía de 2005 y que ascendió a 7.000 euros, aunque advierte que de ellos se ha gastado la mitad aproximadamente en la compra de los piensos que necesita para alimentar a los animales y que en los últimos meses ha disparado su precio. "Con las ayudas solamente no se puede vivir y, sin las ovejas, no sé cómo voy a seguir. Tendré que apuntarme al paro o ponerme a robar", reflexiona angustiado.

Justo empezó a trabajar con el ganado cuando tenía 15 años y ahora tiene 53. Dice que nunca ha vivido una situación tan delicada como la de estos días y, por eso, ha afinado la imaginación para buscar actividades que le proporcionen ingresos extra. Tiene 270 colmenas con las que produce miel que vende a través de una cooperativa que ha formado con otros apicultores de Huelva y, además, gestiona una casa rural en El Peralejo, un poblado de El Castillo de los Guardas. Es una cuestión de renovarse o morir.

Para Miguel Colón, por su parte, el mayor problema de la lengua azul es el miedo que le ha metido en el cuerpo. Este ganadero gestiona una explotación de unas 400 cabras, de las que ya ha perdido 28 a causa de la enfermedad, y éste es su único medio de subsistencia porque su fuente de ingresos es la leche que producen sus animales. Miguel se queja amargamente de la falta de información que ha sufrido por parte de la Administración, que le insistió varias veces que las cabras no se veían afectadas por el virus de la enfermedad cuando ya tenía varias muertas en su explotación. Ahora resulta que el virus que ha azotado la Sierra Norte a lo largo de estos meses es una variación de la enfermedad para la que no existe vacuna y que, para desgracia de Miguel Colón, sí afecta a las cabras.

"En esta situación, muchas veces subsisto pidiendo dinero a los demás porque hay meses que no me alcanza. Con la migajas que nos llegan de subvenciones tengo sólo para comer y si ahora se me mueren las cabras, esto será la ruina". Desde su posición, Miguel mira con envidia a los denominados mileuristas "porque aquí no llegamos ni a esos mil euros al mes". Por eso, este ganadero tiene claro que cuando él decida abandonar será el fin de su explotación "porque había pensado que podía ser bueno dejársela a mi hija y su novio, pero ahora prefiero decirles que se ganen la vida por otros sitios".

Pedro Martín atiende más a la vocación a la hora de gestionar su medio centenar de ovejas. Por el momento se le han muerto siete "y he conseguido salvar a otras 14, aunque no sé cómo quedarán y si podrán dar leche o parir corderos". Pedro comenzó a trabajar en la ganadería en el año 1988 "y he intentado vivir de esto pero no hay manera. Yo soy fontanero y eso es lo que me ayuda a buscarme la vida". Habla con la prensa mientras abraza a una de sus ovejas: "Ésta es una de las que he conseguido salvar y ahora no se separa de mí y yo sé que me lo está agradeciendo".

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