el rastro de la famabernardo bueno. alcaide del real alcázar de sevilla

"Abriremos a las visitas las almenas de las murallas del Real Alcázar"

  • Físico de formación, enseñante de vocación y político de profesión, Bernardo Bueno ha dedicado su vida a la gestión cultural desde diversos cargos públicos locales y autonómicos.

Aunque comenzó su militancia en el entorno de la democracia cristiana más progresista, en aquella Izquierda Democrática liderada por Joaquín Ruiz-Giménez, los treinta años de carrera política de Bernardo Bueno (Lepe, 1948) han estado estrechamente ligados al PSOE, en el que ingresó en 1977. Hombre de aparato y conciliador, que supo saltar a tiempo del guerrismo y apoyar a Susana Díaz, Bernardo Bueno ha ocupado todo tipo de puestos medios tanto en el partido como en las administraciones local y autonómica, normalmente vinculados a la gestión cultural. Secretario general histórico de la Agrupación Centro de Sevilla, su primer cargo público fue de concejal de la ciudad riojana de Haro, a la que llegó por su mujer. Concejal del Ayuntamiento durante tres mandatos, miembro de la Ejecutiva Provincial del PSOE de Sevilla, diputado andaluz o delegado provincial de Cultura son los principales sillones que ha ocupado durante su vida política. Físico electrónico de formación y profesor de matemáticas de Instituto, Bernardo Bueno es una persona austera y amable, de trato cercano y nada engolado. Actualmente está jubilado y es el alcaide del Alcázar de Sevilla, puesto por el que no percibe ninguna retribución.

-Alcaide del Alcázar... Bonito y sonoro título. Lástima que no se cobre.

-Sí, el alcalde me lo propuso y, evidentemente, no podía decir que no. Es uno de los cargos más envidiables de Sevilla, en el buen sentido de la palabra. Mucha gente importante del mundo de la cultura y del profesional me dice que es lo que más le gustaría. Cuando lo acepté sabía que no se cobraba y, además, fue una de las condiciones que puse. De momento, si no hay más recortes, con mi pensión de jubilación tengo bastante para vivir.

-¿Qué huella quiere dejar en el Alcázar?

-El haber culminado el proyecto de remodelación de la Puerta del León, que debido a la gran cantidad de turistas que tenemos es un auténtico problema, con esas enormes colas en la calle. También es una obra patrimonial cuyo objetivo fundamental consiste en recuperar el estado original de las murallas para que se puedan visitar las almenas. Tenemos 500 metros de almenas que actualmente no son visitables.

-¿Podremos, pues, pasear por las almenas del Alcázar?

-Si lo permite la Comisión de Patrimonio y encaja en el proyecto del arquitecto habrá un sitio por donde se podrá subir a las almenas.

-Hay ganas, ¿en qué fase se encuentra el proyecto?

-La Comisión ya ha aprobado el proyecto inicial y el arquitecto ha empezado a desarrollar el proyecto ejecutivo, que esperemos sea aprobado también por Cultura.

-Para recuperar el aspecto original de las murallas de la Puerta del León hay que derribar algunos edificios adosados.

-Exacto. Esas casas, cuyas últimas obras las hizo Manzano en los años 60, han cumplido una función, pero creemos que hoy en día ya no tienen sentido y le restan importancia a la entrada.

"El proyecto de las Atarazanas debería salir adelante. No va a venir otra compañía como La Caixa"

-La del León seguirá siendo la entrada principal del Alcázar, ¿no?

-Sí, el recinto tiene cinco entradas, pero la del León seguirá siendo la de referencia. Ciudadanos ha pedido que se estudien otras posibilidades y así se hará.

-Había un proyecto de hacer un centro de visitantes en lo que hoy es la guardería pública María Inmaculada, la que da a los Jardines de Murillo. Me parece un gran desatino privar a los niños de la ciudad del contacto con su patrimonio en favor del turismo.

-Eso se habló en su momento, pero no está en nuestros planes.

-¿Y la cripta arqueológica del Patio de Banderas? ¿Se podrá visitar también?

-Hay una parte que se visita esporádicamente, pero otra está tapada con poliespan. Nuestro proyecto ahora es retirar ese poliespan y continuar con los trabajos para que también sea visitable esa zona. En cuanto tengamos vía libre presupuestaria vamos a encargar el proyecto y, más adelante, continuaremos excavando. Hay que trabajar por fases. Aquí se aplica la regla de San Bernardo -no porque yo me llame así-: las cosas se hacen de una en una.

-Buena regla, intentaré aplicarla...

-También tenemos en marcha la restauración de algunos paños de azulejos y estamos trabajando con las puertas, que pese a que son del siglo XIV abren y cierran perfectamente; no tienen ni un clavo, todas las piezas están ensambladas, una auténtica maravilla... Aquí no paramos, sobre todo la directora, Isabel Rodríguez, que es una gran profesional.

"Durante el primer aniversario de la Revolución de los Claveles vi tiros en la Hispalense"

-¿Qué opina de la pretensión de Patrimonio Nacional de llevarse del Alcázar el tríptico La Virgen de los Mareantes, de Alejo Fernández, una obra históricamente vinculada al recinto?

-No es ni el primero ni el último litigio que tenemos con Patrimonio Nacional. Lo que está en el Alcázar, en el Alcázar debe quedarse. Patrimonio dice ahora que quiere restaurar la obra. Nos parece muy bien, pero que se haga aquí, en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico, una institución internacionalmente reconocida.

-¿Cuál es el rincón del alcaide?

-En la parte alta del Patio de las Doncellas, la renacentista; por la mañana, cuando da el sol...

-No es mal sitio. ¿Algún objetivo más que quiera desarrollar en su etapa de alcaide?

-Conseguir que los sevillanos vengan al Alcázar. Aunque este año las visitas locales han aumentado un 20%, sólo suponen el 13% del total.

-Las colas echan un poco para atrás.

-Sí, pero hay horas en que es muy cómodo y rápido acceder. El Alcázar es uno de los pocos monumentos sevillanos que tiene horario europeo. Estamos trabajando con los distritos y con los colegios para aumentar las visitas sevillanas.

-Dejemos el Alcázar. Usted estudió física, ¿cómo le dio por la política?

-Estudié Física Electrónica en la Universidad de Sevilla y soy profesor de instituto de Matemáticas. Mi interés por la política lo recuerdo desde que era un niño. Leía el periódico y me llamaba mucho la atención que en otros países había elecciones. Ya desde estudiante, en Lepe, mi pueblo, hacíamos pequeñas reivindicaciones. Luego, en la Universidad, antes de la muerte de Franco, fui delegado de curso todos los años e, incluso, llegué a ser delegado de la Facultad... Viví expulsiones y recuerdo ver tiros cuando la conmemoración del primer aniversario de la Revolución de los Claveles.

-¿Y ya militaba en el PSOE?

-No, mi primer partido fue Izquierda Democrática, el de Joaquín Ruiz-Giménez. Hasta 1977, cuando vivía en La Rioja, no ingresé en el PSOE.

-Izquierda Democrática estaba muy vinculado a sectores cristianos.

-En mi juventud había estado ligado a Acción Católica, que junto a los flechas era el único asociacionismo juvenil que existía. Mi padre, que era de derechas, nunca me dejó vestir de flecha.

-Fue un político de la Transición. ¿Comparte esa idea tan extendida de que los políticos de aquella época eran mejores que los de ahora?

-Bueno, uno siempre cree que todo tiempo pasado fue mejor, pero lo que sí creo es que nosotros teníamos más convicciones. Ahora es fácil ser político -llevamos ya más tiempo de democracia que de dictadura-, pero entonces, en el franquismo, te la jugabas. Ahora, en general, los políticos están mejor preparados, aunque a veces me entra la duda... En la transición, en política entraban los mejores de cada sector: de los profesionales, de la clase obrera...

-Treinta años en política y con cargos públicos. ¿Se siente de la casta?

-No, tengo mi profesión y, aunque la he ejercido poco tiempo, siempre he podido regresar a ella. Soy enseñante y me considero enseñante. Sigo ligado a mi último instituto, el Macarena. Siempre he procurado estar con los pies en el suelo y apenas he usado el coche oficial. Se lo digo a la gente joven que ocupa cargos públicos: por favor, siempre con los pies fuera del coche oficial. He tenido mucha vida aparte de la política y no me considero una persona exclusiva.

"Ha pasado el tiempo de Sánchez, pero Susana se tiene que definir. A veces pienso que no se presentará"

-¿Y de qué se arrepiente como político?

-De no haber podido llevar a las Atarazanas a buen puerto. Eso es una espina que tengo clavada. He visto pasar diez proyectos distintos y la cosa sigue igual.

-¿Qué le parece el proyecto de Vázquez Consuegra?

-Creo que tiene cosas positivas. Estamos perdiendo una oportunidad tremenda. No va a venir otra compañía como La Caixa y nos vamos a volver a encontrar en el punto de salida. ¿Que se tienen que modificar algunas cosas? Pues que se haga, pero el proyecto debería salir adelante.

-Sea sincero. ¿Durante los ocho años que fue Delegado Provincial de Cultura sufrió muchas presiones externas en cuestiones de patrimonio?

-No recibí nunca a ningún empresario.

-¿Pero le pidieron audiencia?

-Claro, pero nunca los recibí. He de decir que nunca nadie me ofreció nada, por lo que no puedo presumir de honrado. Eso sí, a veces recibí presiones de mis propios compañeros.

-¿Puede más ser explícito?

-Con el Ayuntamiento tuve algún conflicto...

-Me imagino que en la época de las obras en la Avenida y de las setas...

-Sí, pero tengo que decir que el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, nunca me dijo nada. Y eso que le puse dos multas al Ayuntamiento y le paré alguna que otra obra.

-Bueno, me imagino que tendría a otras personas para tales menesteres.

-Sí, algunas otras personas... Tuve disgustos incluso con el partido. Me llamaron y me dijeron: "Ni una más".

-¿Con qué asunto?

-Con la Torre Pelli, por ejemplo. Puse mi cargo a disposición de la consejera de Cultura de entonces, Rosa Torres.

-Sin embargo, hay quien dice que usted es una persona que siempre flota en política, que sabe el bando en el que hay que estar.

-Eso no es cierto. Yo he apoyado opciones que han perdido. Lo que pasa es que nunca me encierro en mí mismo. Apoyé al guerrismo hasta que vi que era una opción que ya no tenía futuro. Hay compañeros que me llaman "Talismán Bernardo".

"Llegué a pedir un préstamo a mi nombre para poder traer a Spandau Ballet a Sevilla"

-La última opción que funcionó ese talismán fue con Susana Díaz, a la que apoyó en sus pugnas por el control del PSOE sevillano ¿Qué le parece la situación actual de su partido?

-Conozco a Susana desde que ingresó en el partido y la he visto crecer políticamente. Unas veces me gusta más y otras me gusta menos, pero tengo confianza para decirle determinadas cosas. Poca gente sabe que ha sido Susana Díaz la que ha dado el impulso definitivo para que la Sinfónica de Sevilla tenga un presupuesto que la salve de la quiebra... Ya ha pasado el tiempo de Pedro Sánchez, pero Susana se tiene que definir. A veces pienso que no se va a presentar. Ella tiene aún una gran tarea que hacer en Andalucía, y tenemos varios frentes abiertos. A veces, sin saber muy bien por qué, las cosas se complican en política y a Susana Díaz se le ha complicado parte de su gestión. Yo me considero ligado a Susana.

-Dejemos atrás al PSOE y a sus luchas de poder. Usted puso en marcha Cita en Sevilla, un programa mítico que, por ejemplo, logró que en una misma primavera actuaran en Sevilla Georges Moustaki, Leonard Cohen y Miles Davis.

-Yo no quería ser delegado de Cultura, sino de Educación. Pero Pepe Caballos me llamó y me dijo que o aceptaba Cultura o me quedaba de concejal de distrito. Lo que hice desde el principio es rodearme de gente que sabía más que yo y tuve la suerte de tener como director de Área a Miki Mata. Fue él el que me propuso hacer algo que involucrara a toda la ciudad, una eclosión cultural en primavera. Así surgió Cita en Sevilla.

-Aquella moda de los grandes conciertos estaba muy bien, pero dejó endeudados a muchos ayuntamientos españoles. ¿Fue el caso de Sevilla?

-Lo único que hicimos fue gastar el dinero que teníamos asignado en los presupuestos. ¿Que era mucho, como criticaron algunos? Puede, pero hay que recordar lo que trajimos a la ciudad. No creo que haya habido otro programa cultural de esas dimensiones en Sevilla. Lo primero que tuvimos que hacer fue crear una cierta afición; había conciertos de música clásica en los que abríamos las puertas para que entrase la gente gratis, porque no habíamos vendido entradas ni para pipas.

-¿Y de los muchísimos espectáculos que se hicieron, cuál fue el que más le llamó la atención?

-El que más me gustó fue el de Spandau Ballet. Tuve que llegar a pedir un préstamo de siete millones de pesetas de la época a mi nombre para traerlos, porque cobraban por adelantado y el Ayuntamiento no daba el dinero hasta después del espectáculo.

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