tribuna de opinión

Alegría de la Pascua de Resurrección

  • El autor, reconocido científico, reflexiona sobre las divisiones y enfrentamientos que acontecen en España y anima a no olvidar la hermosa realidad de su compleja grandeza histórica

Virgen de la Antigua que recibe culto en la Catedral de Sevilla. Virgen de la Antigua que recibe culto en la Catedral de Sevilla.

Virgen de la Antigua que recibe culto en la Catedral de Sevilla. / D. S.

Sevilla, Andalucía, España y Europa han sido, son y seguirán siendo siempre -particularmente en los difíciles momentos que atraviesa ahora el mundo y triste y absurdamente nuestra querida Cataluña- faros luminosos y modelos universales para la humanidad y en especial para Norteamérica e Iberoamérica. Todos los hombres debemos también valorar y admirar mucho la inteligencia, sabiduría y laboriosidad a lo largo de la historia de los pueblos africanos y asiáticos.

En nuestra ciudad acabamos de celebrar con júbilo la Semana Santa, que para unos termina, tras la Última Cena del jueves, con la Crucifixión y Muerte de Jesucristo, Rey de los judíos, el viernes. Para otros, en cambio, el culmen de la Semana Santa es el domingo de Pascua de Resurrección del Señor, a partir del cual el rezo del Regina Coeli sustituye al del Ángelus. Durante la Pascua, los cristianos rezamos así el Regina Coeli con el Papa y la Iglesia: "Reina del cielo, alégrate. Aleluya. Porque el Señor, a quien mereciste llevar en tu seno. Aleluya. Ha resucitado según su palabra. Aleluya". Como en otras ocasiones, este año la solemnidad de la Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios ha sido pospuesta por coincidir el 25 de marzo con el Domingo de Ramos. Las semanas de Pascua prosiguen brillante y entusiásticamente durante seis domingos hasta los de la Ascensión, Pentecostés, la Trinidad y el Corpus, que por privilegio se conmemora el jueves en Sevilla y otras ciudades españolas. Durante "las calores" de agosto se celebra el día 15 la Asunción de la Virgen. Finalmente, el nuevo ciclo litúrgico se reinicia, tras el Adviento, con la Natividad del Señor, el 25 de diciembre, unos días después del solsticio de invierno. El día de Año Nuevo, octava de la Navidad, es la solemnidad de Santa María, Madre de Dios, y Jornada por la Paz. Durante estas fiestas todos los hombres de buena voluntad se felicitan con los mejores deseos.

Olvidamos acontecimientos universales en los que fueron clave españolesLa Nueva Evangelización debe basarse en el misterio de la Encarnación

Nunca podré olvidar que, con motivo de la festividad de la Anunciación, también pospuesta entonces, publiqué el 14 de abril de 2002 en el Diario de Sevilla, como miembro científico de su consejo editorial, el artículo Sevilla y la Encarnación, en el que subrayaba que "esta festividad debería ser la más transcendente para el mundo cristiano, pero pasa inadvertida incluso en la tierra de María Santísima". Ante la infinidad de preguntas, dudas, incertidumbres y certezas que el misterio del hombre plantea, los cristianos -incluidos los que también somos científicos- debemos tener claro que el propio Jesucristo nos dijo que la Verdad nos santifica y hace libres y que la resurrección de los hombres es una esperanza bella y gozosa tras la realidad angustiosa y profunda de la muerte. Sólo la verdad de los hechos ciertos vale, no la posverdad ni la mentira. Vivir con amor y con fe, esperanza y confianza en lo que es bueno, bello y verdadero es el secreto para santificarse y ser felices en este mundo y, si Dios quiere, en el otro.

Cataluña -y con ella el resto de España y Europa- está viviendo desde hace algunos años, y aún más intensa y virulentamente desde hace algunos meses, unas enconadas jornadas de celos y recelos, de divisiones y enfrentamientos entre los propios catalanes, incluidos los demás españoles y hasta algunos europeos. ¿Cómo es posible que los civilizados ciudadanos de nuestra época estemos envueltos en discusiones sin fin, olvidándonos de nuestra gloriosa historia, de profundas raíces greco-romanas y godas, y de tradiciones judeo-cristianas y árabes, perdiendo en consecuencia lamentablemente el tiempo y la alegría? Nos parecemos a los conejos de la fábula, que murieron víctimas de los perros -¿galgos o podencos?- que los iban siguiendo. Entretanto nos olvidamos de los grandes acontecimientos de la historia universal en que fueron y siguen siendo clave personajes españoles de nacimiento o adopción: Julio César y Séneca; Trajano, Adriano y Teodosio; San Leandro, San Isidoro y San Ildefonso; Averroes y Maimónides; Jaime I de Aragón, Alfonso X el Sabio, hijo de Fernando III de Castilla y León y de Beatriz de Suabia; Carlos I de España y V de Alemania y su hijo Felipe II; Colón, Magallanes y Elcano; Cortés y Pizarro; Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz y San Ignacio de Loyola; El Greco, Velázquez, Murillo, Goya y Picasso; Cervantes y Juan Ramón; Alonso Barba, Mutis y Cajal… la lista es interminable.

Hay coyunturas felices e importantes en la vida de las personas y de los pueblos que, puesto que es muy difícil, por no decir imposible, que se repitan nunca más, quisimos dejar constancia en la tribuna que publicamos en el Diario de Sevilla. El mismo día en que comenzó nuestro radiante y cálido verano el año 2001 vivimos los sevillanos una de estas efemérides gloriosas, de excepcional relevancia para la historia de la ciencia y para la confraternidad humana en la capital hispalense: el descubrimiento en el atrio del instituto San Isidoro de un azulejo conmemorativo, frente al texto del Laus Spaniae del arzobispo enciclopedista. La leyenda de la cerámica trianera instalada ese día reza así: "Severo Ochoa, premio Nobel de Fisiología o Medicina, estudió en este Instituto el año 1920. Arthur Kornberg, que compartió el premio con él, descubrió esta placa el 21 de junio de 2001". Curiosamente su hijo Robert, que es también profesor de Medicina en la Universidad de Standford y que acompañó a su padre a Estocolmo cuando sólo contaba 12 años de edad, recibió el año 2006 el Premio Nobel de Química. Con ambos ha trabajado nuestra brillante alumna Rosario Gómez.

En el azulejo del Laus Spaniae se puede leer el texto del enciclopedista arzobispo sevillano del siglo VII en que alaba la grandeza de nuestra nación: "De todas las tierras cuantas hay desde Occidente hasta la India, tu eres la más hermosa ¡oh sacra Hispania, y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos!… Tú eres honor y ornamento del mundo y la más ilustre porción de la Tierra. Natura se mostró pródiga en enriquecerte… Con razón te codició Roma, cabeza del orbe, y, aunque la vencedora fortaleza romana se desposó contigo, después el floreciente pueblo godo, tras victoriosos triunfos, te raptó y amó, y te goza ahora lleno de felicidad…". Según el sabio historiador don Ramón Menéndez Pidal "la autoridad de San Isidoro hizo que el himno natalicio del pueblo hispano-godo quedase entre los connacionales del obispo hispalense como el credo nacionalista profesado durante muchos siglos". Nunca deben los pueblos hispanos del siglo XXI olvidar la hermosa realidad de su compleja grandeza histórica, ya patente en tiempos de los celtíberos, tartesios, cartagineses, romanos, godos, en los comienzos del Medioevo y a lo largo de toda la Edad Media, y sorprendente en el siglo de los Descubrimientos hasta culminar en la España de nuestro tiempo; a veces con dolorosas tragedias, como nuestra Guerra Civil y las muertes causadas por el terrorismo con sus brutales atentados.

Hace unas semanas me ha llenado de alegría leer en la edición en español de L'Osservatore Romano la noticia de que el himno oficial de la XXXII JMJ Panamá 2019, organizada por el arzobispo de esta República Hispanoamericana, monseñor Ulloa Mendieta, había sido presentado en Roma bajo el lema He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra, elegido por el Papa Francisco para la ocasión. Indudablemente la Nueva Evangelización debe basarse, según las conclusiones del Concilio Vaticano II, en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en la Virgen María. El autor del himno es miembro de la Universidad Católica Santa María de la Antigua, patrona de Panamá. Durante muchos años he sido catedrático de la Universidad Hispalense, fundada por el renombrado clérigo judeoconverso carmonense Maese Rodrigo Fernández de Santaella, contemporáneo de Cristóbal Colón y como él muy devoto de la Virgen de la Antigua. Esta advocación la llevaron a América, comenzando por Panamá, los españoles tras el Descubrimiento. Al ilustrado sevillano don Antonio de Ulloa dedicamos en el segundo centenario de su muerte unas Jornadas en Sevilla, San Fernando y Cádiz de las que dimos cumplida cuenta en un Libro de Actas y varios artículos.

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