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  • Magisterio. Emotiva presentación de un libro de relatos del catedrático de Periodismo Ramón Reig, rodeado de familia, discípulos y actores

Ramón Reig. Detrás, el grupo que amenizó la presentación: su hija Sara, Andrei y Cristóbal.

Ramón Reig. Detrás, el grupo que amenizó la presentación: su hija Sara, Andrei y Cristóbal. / Juan carlos vázquez

En 1992, hace 25 años, Jesús Solano, estudioso de la copla, le pidió a Ramón Reig que le prologara su libro Al compás de mis duendes. Había un pequeño inconviente: el posible prologuista estaba a punto de coger un vuelo para México, donde le esperaban en varios tribunales de tesis doctorales. Solano perseveró y le dio el libro para que se lo llevara como parte del pasaje. El resto vino solo. Reig se enganchó al texto y a la vuelta de la Nueva España le escribió el prólogo.

Un cuarto de siglo más tarde, Solano le ha devuelto a su prologuista el favor. Ramón Reig (Sevilla, 1954), presentó en el Círculo Mercantil su libro ¡No me lo puedo creer! (Samarcanda), con el subtítulo Relatos Inverosímiles. En primera fila del patio de butacas del Mercantil estaba Jesús Solano, poeta, coleccionista de castañuelas e intérprete de oboe y armónica. Con este último instrumento amenizó la velada con Si amanece (canción de Rocío Jurado, musa totémica de aquel año 92) y con una nana de Brahms que no durmió a nadie.

El grupo de su hija Sara tocó temas de los Beatles, Eric Clapton y 'La vie en rose'

Fue una de las muchas sorpresas que tuvo la presentación de este libro. Un acto tan inverosímil como el propio contenido de sus relatos. "Toda la vida pasa por mi ventana", dijo Ramón Reig con una fórmula de León Felipe cuando reconstruyó sus etapas vitales con el público congregado: compañeros de los Maristas, entre los que se encontraba José Joaquín Gallardo, decano del colegio de Abogados; de su niñez en la calle San Vicente; del tiempo del picú y los guateques; de los escarceos poéticos en Gallo de Vidrio, con Emilio Durán y Miguel Ángel Villar, que vino expresamente desde el Andévalo; y de la Universidad, donde Ramón Reig es catedrático de Periodismo en una Facultad que en la Expo fue pabellón de los Estados Unidos.

Entre sus antiguos alumnos estaba Dani Pinilla, de la editorial Samarcanda, o Cristina Martín, a la que le está dirigiendo la tesis doctoral titulada Los planes del Club Bilderberg para España. Dos actores, Ana Jiménez y Fernando Moreno, interpretaron el relato El responsable.

Por esa poética ventana también pasó su familia: su hija Sara cantó temas de Eric Clapton, los Beatles y La vie en rose en la versión de Louis Amstrong, acompañado por Andrei Núñez a la guitarra y el rockero Cristóbal a la batería; Rosalba, su esposa, estaba en el patio de butacas, del que emergió Julia, su hija pequeña, ocho añitos, para acompañar a su padre cuando se soltó la coleta del pudor, se salió de las páginas del libro y cantó el tema El cacharro, un alegato contra las estupideces de la telefonía móvil. Su suegra siguió toda la presentación por las redes desde su casa mexicana de Chihuahua.

Ramón Reig es tan atípico, tan inverosímil como su libro. "Yo no leo relatos ni novelas, sólo leo libros de investigación", confesó quien vive de las rentas de pretéritas y provechosas lecturas de Edgar Allan Poe y Borges y de los libros que le mandan sus amigos o discípulos, de los que se podría decir una bíblica frase como las muchas que aparecen en el libro: "Me llamo Legión, porque somos muchos". Ganó el premio de Poesía Luis Cernuda y en Sevilla no presentaba un libro desde hace más de veinte años, cuando bautizó en la librería El Desván de Luis Andújar su poemario La poesía no sirve para nada. De su materia científica, presentó Los dueños del periodismo, pero lo hizo en Barcelona y en Miami.

Entre músicos, actores, compañeros de los Maristas y de los guateques, junto al bibliotecario del Mercantil, Francisco Cárcamo, dije algunas cosas del libro de Ramón Reig, compañero de volanderas galeradas. ¡No me lo puedo creer! debería venderse en la librería San Pablo. Es un tratado de Teología en el que la reducción al absurdo produce la multiplicación del asombro. Ve las cosas con un ojo entre Buñuel y Arrabal que busca la sonrisa sin ser complaciente; que no hace concesiones a lo políticamente correcto, a la sevillanía. Hay un punto gamberro de movida, de apostasía contra las ortodoxias del desfile y el no pasarán.

Del periodista que fue el catedrático de Periodismo le quedan ganas de una comida con Ana Patricia Botín, cuyo padre, el banquero Emilio Botín, es el protagonista de un divertido juicio celestial con las llaves de san Pedro.

Treinta relatos que acaban en el fin de Occidente, un palio sin costaleros y una sola referencia a Sevilla, un nuevo aniversario del nacimiento de Bécquer por coincidir con la cocción del libro.

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