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La Noria

Espadas en alto

  • El respaldo de Monteseirín al edil de Tráfico, significado crítico a la dirección del PSOE de Sevilla, en contra del concejal de Urbanismo, escinde el núcleo de confianza en el que el alcalde sustentaba toda la gestión municipal

NO es que no supiera mediar. Es que ya había tomado partido por uno de los bandos. Monteseirín, al que la crisis surgida entre dos de los tres grandes referentes políticos de su equipo de gobierno -Emilio Carrillo y Francisco Fernández; Celis, de momento, juega a la equidistancia- le ha cogido en puertas del congreso federal del PSOE, parece haber decidido, a raíz de la polémica política y ciudadana desatada por el grave atropello mortal acontecido el 28 de mayo en la avenida de Hytasa, posicionarse a favor de las tesis del concejal de Movilidad, que fue su jefe de gabinete en sus años de presidente de la Diputación y también durante su primer mandato como regidor.

En unas ocasiones lo ha hecho de forma expresa: sus escasas declaraciones sobre esta controversia se han limitado a exculpar a Tráfico de los semáforos desconectados en la zona del accidente, sin señalar pero sin llegar tampoco a exculpar a Urbanismo. En otras, de manera digamos tácita: al dejar pasar conscientemente el tiempo sin que Emilio Carrillo, uno de los políticos con mayor prestigio del Ayuntamiento, pudiera siquiera maniobrar mínimamente para poder protegerse ante una hipotética resolución procesal de la juez que analiza la supuesta responsabilidad penal del Ayuntamiento en este caso.

Carrillo, que decidió el pasado 25 de junio reaccionar y enviar al juzgado, por consejo del secretario municipal, un informe elaborado por los técnicos que participaron en las obras del cruce de Hytasa en el que éstos -no la Gerencia; aspecto éste trascendente- desmienten con profusión de documentos oficiales la versión que previamente el concejal Fernández había enviado a la misma magistrada, vive un auténtico calvario desde hace tres semanas. En un contexto en el que la lucha de poder por la dirección del PSOE de Sevilla -cuyo congreso se celebrará el 19 de este mes- es cruenta, con las correspondientes represalias y sucesivos rebrotes en el ámbito institucional, consecuencias directas del baile de máscaras que es toda lucha por el poder, el concejal de Urbanismo, vicealcalde durante el anterior mandato municipal y portavoz del ejecutivo presidido por Monteseirín en esta tercera etapa de gobierno, ha dejado de repente de formar parte del núcleo de confianza del alcalde. No asiste a las reuniones del gobierno local, evita ir a los actos comunes -esta misma semana faltó a la entrega de las promociones de VPO construidas por Emvisesa, departamento a su cargo- y ve cómo el regidor presenta en solitario iniciativas -el nuevo proyecto de la Ciudad de la Justicia- que dependen de su labor política. Las victorias han dejado de ser suyas. Y las derrotas, ya se sabe, nadie las quiere asumir.

Salvo en el frío acto organizado junto al muelle de Las Delicias para celebrar el primer aniversario del gobierno, a Carrillo ya sólo se le ve en los Plenos. Sentado a un palmo de Monteseirín. Una distancia escasa pero que, por lo que parece, es todo un abismo. Extraña cosa ésta de las afinidades personales: donde hubo cierta amistad y afecto ahora sólo anida el silencioso rencor de uno y el desamparo del otro.

La cuestión orgánica explica, pues, parte de lo que pasa. Pero no es la única causa. El posicionamiento de Carrillo en favor del secretario general del PSOE, José Antonio Viera -al que Monteseirín prácticamente expulsó del Ayuntamiento y cuya retirada de la política pidió en un célebre artículo al iniciarse el proceso precongresual- ha hecho que Monteseirín deje de verlo como lo que es y tanto años representó -un valioso aliado-, pero no explica -al menos para algunos- sus decisiones de las últimas tres semanas. ¿Y qué ha pasado en este tiempo, marcado por el accidente de Hytasa? Pues que Fernández ha tomado el papel de ariete en una campaña de acoso y derribo contra Carrillo que no terminará bien. Un proceso en el que el alcalde, en lugar de mediar para conseguir un acuerdo, ha dejado las cosas empeorar hasta el punto en que cualquier acto de generosidad mutua no será entendido más que como una derrota en una guerra en la que los principios son lo de menos. Monteseirín no ha movido ficha para salvar la situación o respaldar a Carrillo -cuyos intentos por buscar un punto intermedio en la distancia que le separa de Fernández han sido del todo infructuosos- y, al cabo, esta falta de arrojo, como ocurre tantas veces en la vida, acaba siendo, por exclusión, una decisión en sí misma. Mala cosa.

tapar la situación

Hay quien pretendía tapar esta situación mediante dos fórmulas: anunciando una subvención a la familia de la funcionaria fallecida -que ésta no ha pedido- o admitiendo, a lo sumo, un problema de descoordinación en el seno del gobierno local. Tareas imposibles cuando lo que está en juego es, por un lado, una hipotética imputación en una causa penal. Y, por otro, un episodio trascendente en el juego de apariencias que es el congreso del PSOE de Sevilla. Las espadas siguen en alto: hay quien aconseja a Monteseirín destituir a Carrillo y otros que, por igual, le advierten que hacerlo agravaría el grave conflicto que tiene dentro de su propia casa. De momento, el alcalde sopesa sus opciones. Pero resulta evidente que cuando la lucha orgánica marca lo institucional, el cuerpo político -la ciudad, en este caso- sólo tiene un único diagnóstico. Cáncer con metástasis.

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