Sevilla

Pintadas, un 20% más de fachadas limpiadas

  • Lipasam borra en los primeros cuatro meses del año 1.980 grafitis Las zonas más afectadas son el paseo de Juan Carlos I, la estación de autobuses de Plaza Armas y el puente del Cristo de la Expiración

Una pintada puede provocar una fuerte polémica o pasar inadvertida para el ciudadano. Una pintada puede suponer verdaderas agresiones contra el patrimonio histórico-artístico o ser considerada como una muestra artística. Lo que las estadísticas demuestran es que las pintadas son para Lipasam la tarea de nunca acabar. Los operarios de la empresa de Limpieza Pública del Ayuntamiento de Sevilla han limpiado en los primeros cuatro meses del año un total de 1.980 fachadas por todos los rincones de la ciudad. 16 al día. Esta cifra supone un 20% más si lo comparamos con el mismo periodo de 2015. Las principales actuaciones de los trabajadores se han centrado en borrar las pintadas y grafitis, y eliminar los carteles publicitarios que se colocan sin la autorización pertinente en estos paramentos. Lipasam ha actuado entre enero y abril sobre una superficie de 29.261 metros cuadrados, un 40% más que el año pasado.

De las arcas municipales salieron el año pasado más de 450.000 euros para eliminar las pintadas de todo tipo de fachadas de los edificios, independientemente de que sean de titularidad pública o privada. Lipasam dispone de un retén especial de cuatro oficiales que se dedican exclusivamente a esta función, dando preferencia a la limpieza de las pintadas "ofensivas y obscenas". Cada uno dispone de un vehículo especialmente acondicionado, dotado con instrumental preparado para trabajar con agua a alta presión. Este servicio se lleva a cabo con una frecuencia de entre cinco y seis días a la semana, de lunes a viernes, en turno de mañana de 06:30 a 14:00. Lipasam se hace cargo de la limpieza de todas las pintadas, a excepción de las que aparecen en los monumentos, que requieren de profesionales especializados que contrata Urbanismo o Patrimonio. "Las pintadas no paran de proliferar por la ciudad. No somos capaces de quitarlas al ritmo que las pintan", señala José Ramón Calvente, jefe del servicio de limpieza viaria de Lipasam.

La portada del Palacio de los Marqueses de La Algaba o la fachada de la iglesia de Santa Catalina han sufrido en las últimas semanas la acción de los vándalos. Lipasam precisa que en el caso de los templos se retiran todas las pintadas que por las características de la superficie se pueden limpiar. Existen casos en los que determinados materiales porosos o de mármol dificultan una eliminación completa. "Sin la colaboración de todos los ciudadanos es imposible erradicar este problema", apunta Calvente.

La mayoría de las pintadas se efectúan con espráis o rotuladores indelebles de color negro. La técnica para la eliminación depende del tipo de parámetro donde se encuentre realizada la pintada. En parámetros lisos no porosos se aplica en primer lugar un producto decapante, tras lo cual se procede a una limpieza con agua a presión hasta su eliminación. En parámetros porosos resulta prácticamente imposible eliminar la pintada, por lo que una vez aplicado el decapante (con el que únicamente se consigue difuminar la pintada) se aplica una capa de pintura de un color similar al de parámetro tratado, que se consigue artesanalmente empleando una base de pintura blanca a la que se añade un tinte.

Tanto las pintadas como la colocación de carteles publicitarios, están considerados por las ordenanzas municipales como infracciones leves y acarrean una multa que oscila entre los 90 y 750 euros. El artículo 23 de la normativa también especifica que es potestad de los propietarios mantener limpios los paramentos. El número de multas por este concepto es muy bajo debido a que es muy complicado identificar a los autores. El Ayuntamiento dispone de un ranking de las calles que sufren esta costumbre incívica con mayor frecuencia. Aunque en Lipasam se asegura que las pintadas "son frecuentes en la práctica totalidad de la ciudad", las zonas más castigadas son el paseo de Juan Carlos I, la parte trasera de la estación de autobuses de Plaza Armas y el puente del Cristo de la Expiración.

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