Sevilla

De San Fernando a las 'setas'

  • El concepto de mercado de abastos ha cambiado mucho en la última década

  • A ellos no se acude sólo a comprar, sino a comer y a disfrutar de su oferta de ocio

Los bares se han convertido en una de las principales ofertas del Mercado de la Feria.

Los bares se han convertido en una de las principales ofertas del Mercado de la Feria. / belén vargas

Los mercados han supuesto durante siglos la principal fuente de abastecimiento de la ciudad. Todos los productos frescos que llegaban a Sevilla se vendían en ellos. Una época en la que las familias tendían a ser numerosas y la mujer apenas trabajaba fuera del hogar. Acudir a la plaza se convertía en una de las tareas primordiales y necesarias para llenar la nevera y la despensa.

En Sevilla, el mercado más antiguo que funciona actualmente es el de la calle Feria. Fue Fernando III el que en 1254 otorgó una licencia para celebrar dos ferias: una en la actual Plaza del Pan y otra en el eje que unía el norte con el centro de la ciudad. Vía que acabaría llevando el nombre de Feria por el mercadillo que allí acogía. Se trataba de puestos desmontables, algo parecido a lo que intentan simular los actuales mercados medievales (y de otras épocas) que se organizan en numerosas localidades.

Hubo que esperar a 1719 -el Siglo de las Luces- para que este mercado contara con una instalación fija. Se trataba de las antiguas caballerizas del Marqués de La Algaba, que poseía su palacio (que aún hoy, milagrosamente, permanece en pie) a pocos metros. Con los años se fue ampliando. La última restauración a la que fue sometido concluyó en 1984, cuando era alcalde Manuel del Valle.

Algo similar ocurrió con el Mercado de Triana, aunque un siglo después. Los placeros vendían su mercancía en el Altozano. En 1822 los bajos del Castillo de San Jorge, donde antaño estuvo el Tribunal de la Inquisición, pasaron a ser propiedad municipal. El Ayuntamiento decidió entonces que allí se construyera la plaza de abastos. Hoy día este enclave une los restos arqueológicos del mencionado edificio (a través de un centro de interpretación) y el propio mercado, uno de los que gozan de mayor popularidad de la ciudad.

El Mercado de la Encarnación también es fruto de la necesidad de abastecer a las ciudades en el siglo XIX, urbes a las que había emigrado gran parte de la población que hasta entonces vivía en el campo. Eran tiempos del éxodo rural. Ocupó entonces el solar del antiguo Convento de la Encarnación. Esta plaza de abastos, de grandes dimensiones, fue víctima del desarrollismo urbano tardofranquista. Por aquel entonces se abrieron grandes avenidas para conectar el centro de la ciudad de este a oeste. Esto hizo que se demoliera el antiguo edificio para crear una gran arteria. Sus comerciantes estuvieron desde 1973 a 2011 en unas instalaciones provisionales que ya se han quedado en el imaginario colectivo de muchas generaciones de sevillanos. Tras su inauguración en 2011, los puestos se encuentran situados bajo las famosas setas de la Encarnación y encima del Antiquarium, donde se pueden ver los restos arqueológicos aparecidos en la zona.

Lo cierto es que el concepto de mercado de abastos (que data de la época de la Ilustración) ha cambiado bastante. Lo ha hecho a marchas forzadas en las últimas décadas y ante la necesidad de ofrecer servicios distintos a los tradicionales para hacer frente a las grandes cadenas de distribución. Puede decirse que el primero en dar el gran cambio fue el Mercado de la Boquería de Barcelona, que actualmente, además de ofrecer un servicio a los vecinos de la ciudad condal, se ha convertido en un importante punto turístico cuando se visita la capital catalana. A partir de entonces, la hostelería se abrió paso en los mercados de abastos. Hoy resulta difícil concebir una plaza sin que algún puesto ofrezca un servicio gastronómico. En Sevilla, el Mercado de Triana, además de bares, cuenta con teatro. Una oferta tan completa como necesaria para que el sector sobreviva.

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