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Sureños de norte a sur

  • Recambios. Se certificó la marcha de la Alameda de Automóviles Malaver, firma que llegó en 1969 y le pasa el testigo de negocio decano al Obrador Osuna.

SUREÑOS de norte a sur. Como la canción de Silvio. Llega la Sureña a la Alameda y se acerca la reapertura de La Norte Andaluza, el decano de los bares de la zona junto a Casa Aguilar. Sigue el reclamo de Automóviles Malaver, compra-venta de vehículos nuevos y usados, pero desde ayer ya no hay ni un coche, sólo cascotes. Y fuera ya está la cartelería del séptimo de Cervecería: Martes al Cubo, el cubismo que oferta este abrevadero de lúpulo el segundo día de la semana por el consumo de una ración de gambas.

José Antonio Malaver nació en Ceuta el 25 de mayo de 1931, cuarenta días después de la proclamación de la República. Después de trabajar en el sector de automoción para los americanos en las bases de Rota, Morón y Torrejón de Ardoz, abrió el negocio de los coches de la Alameda en 1969. Ayer repartía a amigos y clientes los almanaques de 2012 con sendas imágenes de la Macarena y el Gran Poder, las abcisas y ordenadas cofrades de este ya pretérito santuario del motor. En el calendario, la nueva ubicación de la empresa: exposición en Huerta del Rosal, SE-30 cruce con Pino Montano, y talleres en el Polígono Industrial Nuevo Torneo. "Ya está bien", dice el patriarca, padre de seis hijos, que acaba de ser abuelo por octava vez.

En un lateral del inmueble está la placa que recuerda que allí vio la luz Arturo Pavón, pianista flamenco y compositor, hijo de esta Alameda en la que nació el 27 de septiembre de 1930, ocho meses antes que Malaver, y murió el 6 de septiembre de 2005, justo tres días antes de que muriera Eulogio García, un tabernero con señorío de la calle Lumbreras.

Malaver le pasa el testigo del decanato de la zona al Obrador Osuna, que abrió en 1979 Rafael Osuna Rodríguez y pasó a Enrique del Río Páez. Coches y pasteles. José Manuel del Río, hijo del actual propietario, ha crecido en esa convivencia de la industria y la artesanía. "Tento 38 años y llevó dieciséis trabajando aquí". Segunda avenida de la palmera, pero de chocolate, obrador en el que ha visto en primera fila las obras de la Alameda, la sucesión de diseños, arquitecturas efímeras y munícipes gobernantes.

Cuando abra La Sureña, ya serán tres los negocios de hostelería de la Alameda ubicados sobre solares que se dedicaron a actividades relacionadas con la automoción: Badulaque, República (era un taller de lavado y engrase) y Malaver, una institución en la compra-venta y en las tertulias.

Se mueve la Alameda. En Al Solito Posto y el café Alameda anuncian los desayunos en varios idiomas, torre de Babel cerca de la torre de don Fadrique. Adelantándose a la llegada de los cubistas, el quiosco de los Leones ya despacha los botellines en cubos, aunque su principal novedad ha sido la de las mesas camilla.

El cronista no pierde la esperanza de conseguir una imagen que refute ese cliché de zombie que el hijo de la duquesa de Alba tiene de Andalucía. Una foto que es un cartel de fiestas primaverales y resume cómo esta tierra concibe el trabajo. Jesús y José Manuel son dos currantes, dos jornaleros de la urbe, para que lo entienda el marqués. Jesús trabaja en automóviles Malaver y cuando llega el Jueves Santo se transforma en un armao de la Macarena, la señora de los almanaques que regala su jefe. José Manuel, del obrador, estajanovista de la nata y la canela, deja unos días el obrador para vestirse de corto y acompañar a la aldea a los romeros de la hermandad del Rocío de la Macarena. Dos vecinos de currelo unidos por una misma devoción, idéntica palabra, Macarena, aunque una sea rural y otra urbana. El armao se ha enrolado en las legiones que han ido a Pino Montano, pero volverá en primavera.

Ya no hay coches junto a la Casa de las Sirenas. Los nuevos inquilinos subliman la palabra maldita. "¡No al botellón! ¡Sí al botellín!". Un duelo semiótico entre el diminutivo y el aumentativo.

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