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Los que hablan también escriben

  • Primicia. En el aniversario de su muerte, mañana se presenta en Islantilla el libro 'Los ecos del boom de la radio', libro en el que Santiago Talaya reflejaba su pasión radiofónica

Santiago Talaya, en mayo de 2012, cuando pronunció el pregón de la Virgen de la Bella en Lepe, su villa natal.

Santiago Talaya, en mayo de 2012, cuando pronunció el pregón de la Virgen de la Bella en Lepe, su villa natal. / pilar cabanillas

Las enfermedades siempre lo trataron bien y él se las arregló para sacarles provecho. De niño, Santiago Talaya (Lepe, 1973-Lepe, 2016) tuvo que guardar cama por unos dolores de garganta y un tío suyo le regaló un aparato de radio con el que empezó a encariñarse como un juguete. Ahí estaba naciendo una pasión. Muchos años después, si se puede decir muchos años en una vida tan corta, después de superar un cáncer, se hizo voluntario y portavoz de la Asociación de Lucha contra el Cáncer.

El 15 de julio del año pasado, Santiago empezó sus vacaciones con Victoria, su mujer, y Victorio, su hijo, que entonces tenía seis años. La muerte nunca se va de vacaciones. El 26 de julio participó en Islantilla en una cena benéfica de la Asociación contra el Cáncer. Dos días después, cuando todos lo hacían pesando en la báscula el corcho de la huerta familiar para venderlo, Victoria lo encontró sin vida en la casa de su madre. Tenía 42 años.

Le fascinaba la Transición y se sabía de memoria los fascículos de Victoria Prego

Seis días antes de cumplirse un año de su muerte, en Islantilla se presenta su primer libro. Otra paradoja. Animal radiofónico, es curioso comprobar que los que hablan también escriben. Y al apagarse tan pronto su voz, habrá que escucharla en las páginas de Los ecos del boom de la radio (Los Papeles del Sitio), que presentan mañana (21:00, Puerto Antilla Grand Hotel) Francisco Reyero y Jerónimo Fernández Pachón.

Autor de Lepe, editor de Ayamonte (Abel Feu) todo queda en la costa, junto a ese mar que le gustaba ver desde su terraza "en conversaciones con sus amigos con una cervecita y mojama", en palabras de Victoria Gómez, su viuda, cómplice de su trayectoria en el paisanaje, los años de noviazgo y en la boda, el 29 de mayo de 2004, justo una semana después que los actuales reyes Felipe y Letizia. "A ellos les llovió, a nosotros no".

Santiago Talaya estudió Económicas por complacer a sus padres, que pensaban que un expediente tan brillante no se podía dilapidar en el Periodismo. Pero el picor de la radio que le regaló su tío ya lo había inoculado. Terminó Económicas e hizo un máster en Radio Nacional de España. Ahí está la génesis de este libro, según Victoria. "Fue su tesis al acabar el máster. El libro lo empezó en 1993, lo modificó en 2007, pero nunca encontraba el momento de publicarlo".

Victoria se convirtió en arqueóloga de ese legado. "Me puse a buscarlo por toda la casa, lo había escrito en un ordenador anterior a los portátiles y finalmente lo encontré en una estantería, impreso y encuadernado con anillas".

Habla de las voces que le deslumbraron: Joaquín Durán, Iñaki Gabilondo, Encarna Sánchez. "No quiere herir susceptibilidades", dice Victoria, que encuentra algún motivo para que lo hiciera. "Los sindicatos que al final lo perseguían no movieron un dedo cuando sacó la tercera mejor nota en aquel máster de Radio Nacional de España y no consiguió trabajo en la emisora". La misma en la que, después de un prolífico periodo por Onda Cero, llevaba 18 meses trabajando.

Victoria retrata a un compañero al que le fascinaba la Transición. "Santiago era monárquico, constitucional. Se bebía las biografías de Felipe González, Bono o Carrillo, se sabía de memoria los fascículos de la Transición de Victoria Prego". Hay un dato muy relevador de esa adicción profesional. Santiago tenía siete años, los que ahora tiene su hijo, cuando se produce el 23-F. Dos días antes de morir, en la gala benéfica contra el cáncer, el director del hotel de Islantilla, Miguel Mercado, según recuerda Victoria, le contó que allí solía veranear Francisco Laína, hombre clave en el desenlace final del tejerazo. Santiago emplazó al director del hotel a seguir hablando de tan distinguido cliente.

Es una injusticia que una vida tan plena salga a flote con la muerte. En Madrid trabajó en La Rebotica, programa de Enrique Beotas, periodista fallecido en el accidente ferroviario del Alvia que iba a Santiago. Estuvo unos meses en el paro, "que aprovechó para dedicarse a la bolsa, compraba, vendía". Para algo le sirvió estudiar Económicas. Con perspectivas de matrimonio, tenían previsto irse a Canarias. "Cuando Santiago salió del hotel de Madrid donde había cerrado irse a Canarias, sonó el telefóno. Enseguida reconoció la voz de Pepe Fernández". Esa llamada cambió su vida. Se incorporó a Onda Cero, primero seis meses en Sevilla para cubrir unas elecciones, después tres años y medio en Granada. En el intervalo nazarí, la boda y una etapa de dedicación a la docencia.

Ha sido embajador turístico de Lepe y pregonero de la Virgen de la Bella. Su hijo Victorio le ha salido del Madrid y capillita, pero Santiago prefería que fuera un poco mayor para aceptar la invitación que al periodista le hicieron para ser pregonero de la Semana Santa de Lepe. El último día del Padre, su hijo Victorio le dijo en carta que "eres mi héroe". Se quedó sin hacerle el rodaje a la bicicleta que le regalaron al cumplir cuarenta. El prólogo del libro es de Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, que tenía una entrevista pendiente con el autor. El epílogo es de Alfredo Menéndez, la voz de las mañanas de Radio Nacional con quien coincidió en Radio España.

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