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Los invisibles

"Estaba harto de toreros, tenía ganas de esculpir un Cristo"

  • Se vino a Sevilla desde la sobria Ávila para estudiar Bellas Artes. Alentó una tertulia de artistas en Triana. Cada Domingo de Ramos sale en procesión su 'Borriquita' en El Tiemblo.

EL mismo año hizo el servicio militar y el curso de Imaginería. Nicomedes (El Tiemblo, Ávila, 1936) llegó a Sevilla en 1955.

-Cuando llega todavía está el cardenal Segura. ¿Le afectó?

-En la vida que yo hacía, no. Sí tuvo una incidencia indirecta. En mi pueblo había bailes tres días a la semana, con 14 años ya sabía bailar. En Sevilla, las chicas no sabían porque el cardenal decía que el baile era pecado y los había prohibido.

-Escultor desde 1953, con 16 años. Como el capitán de 15 años de Julio Verne...

-Tengo una escultura y un dibujo hechos con 16 años. Con 14 años, ya me decidí por la escultura. Pero si alguien me preguntaba, nunca decía que era escultor. Decía que era aprendiz. Lo sigo siendo.

-Aguantó más tiempo en Sevilla que su paisana Santa Teresa...

-Depende del temperamento de cada uno.

-¿Cómo es posible que fuera el único alumno de Imaginería en una ciudad como Sevilla?

-Entonces la imaginería no se consideraba una vía para la escultura. Un escultor se podía sentir ofendido si le decían imaginero.

-¿Primer trabajo de imaginero?

-La Entrada de Jesús en Jerusalén que sale desde 1960 cada Domingo de Ramos en mi pueblo. Sigue saliendo, pese al maltrato que le dan. Allí los maltratan de una manera y aquí los maltratan de otra en cada levantá.

-No se prodiga en Semana Santa.

-En esa imagen quise ir más allá de cierta idea anecdótica y graciosa que se relaciona con el Domingo de Ramos. Esa borriquita de algodón con el Cristo espatarrao sentado como una uve. La gente se olvida de que lo aclaman, le hacen un homenaje de entrada en la misma ciudad donde cuatro días después lo van a crucificar. El destino final de ese hombre es la cruz. Tardé 40 años en recorrer ese camino. El que pasó hasta que el obispado de Ávila me encargó el Cristo de las Murallas. Me salió un Cristo vivo y reflexivo, con una cara muy triste. Surgió porque al que entonces era obispo de Ávila, el hoy arzobispo de Toledo monseñor Cañizares, le entusiasmó mi borrica para El Tiemblo. Estaba harto de hacer toreros, tenía ganas de esculpir un Cristo.

-¿En Sevilla no hizo ninguno?

-Hice doce apóstoles para Betaherrado, un poblado de colonización cerca de Los Palacios.

-¿Se adaptó pronto a Sevilla?

-Me marcó mucho la sobriedad de mi adolescencia en Ávila. Desde el año 73 soy socio de una caseta de Feria. Era el número 40 y ya soy el 3. Sólo tengo dos por delante. La vida también hace estragos en el mundo de las fiestas.

-Un abulense, Adolfo Suárez, y un sevillano, Felipe González, protagonizan la transición...

-Tenían sentido de estar, tenían un estilo. Cebreros, el pueblo de Suárez, se ve en el horizonte de forma permanente desde El Tiemblo. De niño, vivió en mi pueblo en casa de una tía suya. Fue al colegio con mi hermano José y con Remigio, su mejor amigo, que abrió un bar con veladores.

-¿Encontró pronto su círculo?

-Tuve una tertulia en Triana. Mis amigos eran de ambientes muy distintos. Todos personas de inteligencia despierta, de un ideal fuerte y casi todos contra el parecer de sus familias. El epicentro eran las clases de Dibujo de Pérez Aguilera a las que volvieron Carmen Laffón o Jaime Burguillos.

-¿Qué marca el arte, la época o sus artistas?

-Cuando los dos coinciden, como ocurrió con Fidias en la Grecia de Pericles, con Velázquez o en el siglo XX de Picasso y Matisse, es una explosión, un milagro.

-¿En qué trabaja?

-Llevo dos años con una figura de hierro, en acero corten, de un abuelo con su nieto.

-¿Es autobiográfico?

-No. Puede que sea autoexpresión. Yo tengo cuatro nietos. El mayor, Patrick, nació en Dinamarca y mide 1,85 metros. Tiene el tamaño del abuelo de hierro. Darío tiene siete años y es un poquito mayor que la escultura, que tiene el tamaño de Maya. Tengo otro nieto, Leonardo. Ellos mismos bromean con el trabajo del abuelo, que si eres tú, que si soy yo. "Papá, el abuelo me está dando martillazos en el brazo".

-¿Qué tal su Juan Tenorio?

-Ahí sigue, sufriendo las acciones de los desalmados. Si los del Real Madrid se subían a La Cibeles a celebrar los triunfos de su equipo, ¿qué iban a hacer en el resto de España? Al Tenorio un vándalo le rompió un trozo de la espada. Si fuera el de carne y hueso no se lo harían, porque tenía como un honor haber matado a muchos.

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