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El mundo cabe y sobra en dos calles y media

  • Terraplén. Gualberto le puso himno a un barrio que cambió las huertas originales por los tejares. La Exposición del 29 le dio vida y demografía, la del 92 por poco la asfixia, aunque le dio un 'pabellón' en forma de peña flamenca y carnavalera

Irene Rodríguez lleva el material al taller de escayolas de la calle Mosquera de Figueroa.

Irene Rodríguez lleva el material al taller de escayolas de la calle Mosquera de Figueroa. / reportaje gráfico: belén vargas

No es casual que 1925 fuera la fecha que Antonio Gómez Navarro eligió para abrir en el Turruñuelo la fábrica, taller y almacén de escayola y decoración. Si se habla tanto de los preparativos de la Exposición del 92, la del 29 también tuvo los suyos y en este barrio, Trastévere de Triana, las antiguas huertas se convirtieron en tejares que llevaron a una populosa población inmigrante atraída por las industrias del ladrillo y la cerámica que demandaba la construcción de los pabellones del certamen.

Es mucho más que arqueología. Irene Rodríguez Martínez nació en 1993, el mismo año que la Velá del Turruñuelo que este año ha dejado de celebrarse por problemas económicos. Esta joven de 24 años conduce con total desparpajo el vehículo en el que remolca los sacos de cemento que introduce en el almacén. Ella es la bisnieta política del fundador. A la muerte de éste, cogió las riendas Manuel Gómez, que tiene 84 años y se ha ido a pasar unos días a la playa pero cuando tenía 19 se hizo cargo de una empresa en la que tenía "a ciento y pico de personas a su cargo", según la jovencísima remolcadora. El yerno de Manuel abanderó la tercera generación, pero tiró la toalla. El bisnieto, Juan Marcelo Gómez, el compañero sentimental de Irene, en plena crisis decidió reabrir la espita familiar. Comparten la dicha reciente de Álvaro, un niño de tres años, quinta generación en ciernes.

La fábrica de escayolas que abrió Antonio Gómez en 1925 va por su cuarta generación

¿Cabe el mundo en dos calles y media? En el Turruñuelo sí. Durante más de medio siglo, Mosquera de Figueroa y Juan de Pineda, los límites del barrio con la Ronda de Triana y el muro de Defensa, fueron contemporáneos. Dos hombres muy ligados a la literatura: Mosquera de Figueroa (1547-1610) escribió el prólogo de La Araucana de Alonso de Ercilla y le consiguió a Cervantes trabajo como recaudador de la Armada Invencible; Juan de Pineda (1558-1637), teólogo, jesuita, redactó el índice de Libros Prohibidos de la Inquisición.

Ambas calles las une y las atraviesa Arnao de Flandes, un vidriero cuyos hijos trabajaron en la catedral de Sevilla. Aires de Flandes que hacen que en el Turruñuelo la Bienal siempre sea de Flamenco. En 1992 abrió en Juan de Pineda la Asociación Cultural Flamenca y Carnavalera. Hace casi dos décadas, a la edad de 14 años, Rosario Guerrero, La Tremendita, ganó en el local el primer concurso de Soleá. El primer peldaño de su sólida trayectoria.

La asociación tiene más de un centenar de socios. Algunos de ellos juegan al dominó en el interior, en la zona donde ensayan coros y comparsas de Sevilla que han actuado en el concurso gaditano del Falla. Rodeados por carteles de la Velá del Turruñuelo. "Este año hay problemas económicos y no se hace", dice rotundo Manuel Muñoz, jubilado, que atiende en la barra. Este año no se ha cumplido la hermosa profecía que José María López Mohíño anunció cuando en 1999, recién estrenada la alcaldía de Alfredo Sánchez Monteseirín, dio el pregón de la Velá de este barrio: "El Turruñuelo es la sonanta que marca el compás en los últimos años de una Triana que agoniza en lamentos de seguirilla".

Miguel Ángel Nogales, socio de la peña flamenca y carnavalera, explica su parentesco con el Arenero, icono del cante autóctono. En la sala de juegos aparecen en fotos Paco Arcas, Melado, Ángel Vela, Juan Carlos Alonso y Manuel Garrido, el vecino de la Barzola que escribió las Sevillanas del Adiós que tantas veces han sonado en las casetas de la Velá. En la peña de Mosquera de Figueroa están pendientes del 1 de octubre, pero no por el referéndum catalán: ése es el día que la directiva ha puesto como tope para que se pongan al corriente de las cuotas los socios que quieran beneficiarse de los juegos y del descuento del diez por ciento.

Encarna Páez está con su uniforme de la empresa de limpieza para la que trabaja. Es de la barriada próxima de Santa María, pero se casó con un electricista nacido en un corral de vecinos de la calle Mosquera de Figueroa, donde todavía permanece el corral del Leopoldo, que obtuvo el primer premio de Patios y Corrales convocado por la Velá del Turruñuelo en su primera edición. Ya no están la fragua que fue de Cristóbal el de los Peroles, que llegó a tener entre sus clientes a la Catedral de Sevilla y en la que no hace mucho compartían trabajo Juan Sánchez Díaz, un gitano que fue amigo de Camarón, y Cristóbal León, un payo nieto del virtuoso de argollas y alcayatas. Tampoco está el obrador de Gavira, familia en la que creció el periodista de dicho apellido que abrió con Olga Viza los informativos de Antena 3.

El Turruñuelo tiene la mejor de las protecciones: aunque fuera de su demarcación, en la otra acera, frente al parque del mismo nombre con estatuas de Mowgli y Baloo, está la parroquia de las Santas Justa y Rufina. Lo que la estación del AVE separó, lo une esta advocación cerca de la tabernilla que regentó en Juan de Pineda Victoriano el Jorobao, amigo de Eduardo el Tranviario en la nómina de habitantes de este barrio que ofrece en su enciclopedia trianera Ángel Vela.

Uno de los laterales del parque del Turruñuelo, pulmón del barrio junto a la Ronda de Triana. Uno de los laterales del parque del Turruñuelo, pulmón del barrio junto a la Ronda de Triana.

Uno de los laterales del parque del Turruñuelo, pulmón del barrio junto a la Ronda de Triana.

El Turruñuelo tiene dos defensas. Una es la que anuncia la portada del libro La Defensa de Triana, que editó hace un par de años el ICAS, que en su capítulo Vida y vecindad ofrece detalles de este barrio que aporta el propio Ángel Vela, con el doble himno que compuso uno de sus hijos más preclaros, el compositor Gualberto García, autor de los temas Turruñuelo y Terraplén. El músico que destacó como pelotero fino en los Salesianos de Triana, alma de Smash y cónsul de Ravi Shankar en el dominio del sitar, convirtió este barrio en su Macondo particular. Y así sigue.

La otra Defensa es más reciente. En Mosquera de Figueroa comparten despacho jurídico ocho abogados. "Esto es mucho más que un bufete de abogados", dice Ángel Navarrete, uno de los socios de Potior Lex, que acompaña en el retrato a sus compañeros Ismael Pérez y Mariano Palomo. Junto a los servicios de abogacía, llevan una empresa de administración de fincas en 79 edificios y siete mil clientes; un servicio de gestoría; otro de mantenimiento de comunidades y un fondo de inversión con el que tramitan préstamos para el consumo, hipotecarios y para comunidades.

Juan Ramón García Cadenas, Alfredo Polo Escalante, Elena Bocanegra, Miguel Ángel Fernández y Javier Navarrete completan el equipo jurídico en el que asumen todas las disciplinas: Civil, Mercantil, Penal, Administrativo, Laboral. La cartera de clientes y de asuntos les va a obligar a abrir una sede más amplia en Los Remedios, pero sin abandonar la matriz. Un local construido por iniciativa de Rafael Otero, que vivió en el barrio y dejó su impronta de promotor. Mosquera de Figueroa cuenta con una Casa de Melilla, bar-asociación cuya existencia dará alegría a melillenses afincados en Sevilla como Antonio Rivero Taravillo, el más laureado de los traductores, o la estirpe de Pinchitos Salomón, un clásico en López de Gomara.

Las tres tes -Triana, Turruñuelo, Tardón- aparecen en el mapa-mundi del 43, una especie de circular trianero en forma de elipse con parada en la Ronda de Tejares, a los pies del legendario muro de Defensa que protegía el barrio de las acometidas del río. El itinerario de la línea de Tussam es una apoteosis de la Velá: Altozano, Castilla, Álvar Núñez, Barriada El Carmen, Juan Díaz de Solís, Avenida de Coria, Ronda de los Tejares (Turruñuelo), Niculoso Pisano, Ronda de Triana, Avenida Cristo de la Expiración, para cruzar el puente y hacerse Sevilla en Plaza de Armas, Canalejas, Reyes Católicos y plaza de la Magdalena.

A las dos calles y media que forman el universo del Turruñuelo hay que añadirles los márgenes: San Vicente de Paúl y Manuel Arellano. Donde ésta hace esquina con Mosquera de Figueroa son adyacentes la Peña Cultural Bética Pedro Buenaventura y la Peña Cofrade El Gordito de Triana. Reina y Ramírez vienen todos los días desde Montequinto y Felipe II, respectivamente, para abrir la espaciosa carnicería y charcutería que los más antiguos del lugar siguen conociendo como la de Miguel Perea.

En 1958 llegó al Turruñuelo una vecina llamada Enriqueta Testillano, abulense de El Tiemblo que tres años antes había enviudado de Gregorio Romero, el barbero de Santa Olalla del Cala. En este barrio rehízo su vida, sacó adelante a su prole y con el paso del tiempo convirtió el espacio en lugar de celebración de las comuniones de algunos de los nietos, que empezaron a familiarizarse con este barrio singular en el nombre, en su historia y en su propia configuración urbana. Las edificaciones de altura no van con sus habitantes, que viven a ras de suelo como si el realismo les enseñara que la tierra que pisan es el cielo que alimenta su horizonte. Un cielo que en los balcones anuncia la coronación canónica el próximo 14 de octubre de Nuestra Señora de la Salud. María es la Fuente de Salud Inagotable, se lee en las colgaduras que lo celebran por doquier.

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