Plaza Nueva. Agustín Villa Iglesias

"Me niego a subir a las 'setas' por una actitud quijotesca"

  • Nieto y bisnieto de alcaldes, se estrenó como portavoz andalucista con una 'Marsellesa' del PGOU.

  • Celebra los 25 años de la Expo trabajando como geógrafo y cartógrafo en el pabellón de Nueva Zelanda.

Su bisabuelo fue alcalde de Vitoria, su abuelo de La Línea. Agustín Villar (1965) quiso serlo de Sevilla después de ser portavoz. El canto del cisne andalucista.

-¿La política en los genes?

-Pero con letras mayúsculas, en el sentido de preocupación por los asuntos públicos y los problemas de los demás. Mi bisabuelo, aragonés de cuna, fue alcalde de Vitoria y diputado a Cortes. Renunció a una cátedra en La Habana para ir de profesor a Jerez. Mi abuelo, médico, fue unos meses alcalde de La Línea.

-Usted y su padre lo intentaron.

-Él dos veces, primero con la UCD, después con el Partido Andalucista. Fue senador el 77 y estaba el Pleno que Cela se durmió.

-¿Qué hace en el pabellón de la Expo de Nueva Zelanda?

-Soy jefe de Servicio de Infraestructura Geográfica. En cartografía topográfica. Nuestros datos son oficiales, los de Google no.

-¿Alguna vez fue a ese país?

-No. Tengo un pariente, un primo, Rafael Trujillo Villar, que fue subcampeón olímpico de Vela en Atenas y vive en Nueva Zelanda.

-¿Cuando viene a Sevilla?

-En 1983, el año que se reabre la frontera de Gibraltar. Vine a hacer Historia y se me cruzó la Geografía. En primero tuve un muy buen profesor, Florencio Zoido.

-¿Hizo más carrera como geógrafo que como político?

-Sin duda ninguna. Después de la Expo entré en la Administración. Mucha gente piensa que me sigo dedicando a la política. La política no es una profesión.

-En 2007 compite en las municipales con otro Zoido que cuatro años después llegó a la Alcaldía.

-Yo creo que los sociólogos siguen estudiando por qué el PP de Zoido consiguió en 2011 el 80% de los votos de Pino Montano. Ya los hubiera querido Alejandro (Rojas-Marcos) para sí con un carisma bastante superior.

-¿Dejaron la política?

-Siempre hay un Villar en la política. Mi hermano Ángel, que fue portero de la Balona, es concejal del Partido Andalucista. Se produjo la disolución política, la dimisión ante el pueblo andaluz, pero la disolución jurídica se producirá después de las próximas elecciones municipales para evitar que el partido caiga en manos de cualquier desalmado que haga añicos su brillante historia, una heroicidad de cincuenta años.

-¿Sensación de derrota?

-Lo fácil, lo cómodo habría sido irse al PSOE, como el PSP de Tierno o el PSC de Cataluña.

-¿Vivió la Expo?

-Con muy poco dinero y mi pase anual. Nos casamos en 1993, pero un año antes estábamos pagando unas letras enormes de piso y andábamos cortitos de dinero.

-Llega al Ayuntamiento en 2003, al final del idilio con PSOE.

-En 1999 se firmó el pacto del Metro. Con su nuevo socio, no se hizo una sola línea desde entonces.

-¿Qué balance hace?

-Muy positivo. Me estrené como portavoz un 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla, en el debate de la aprobación del PGOU que había redactado Manuel González Fustegueras. Hubo cosas buenas como la paralización de la biblioteca del Prado y otras menos buenas como las setas. Un edificio al que no me subido todavía y que hay que recordar que costó cien millones de euros. Un monumento al disparate equivalente a todos los sistemas previstos en el PGOU.

-¿Por eso no ha subido?

-Porque no me gusta aquello y también por una actitud quijotesca para no contribuir a que sea un éxito, aunque creo que soy de los pocos que defienden que no ha sido bueno para la ciudad.

-¿En 2003 había sensación de divorcio, desamor con el PSOE?

-En el anterior mandato yo fui director de área de Participación Ciudadana y pude comprobar que el PSOE había sido un mal socio. Hay una enorme lista de deslealtades, pero al menos se consiguió la primera línea de Metro. Con los cien millones de euros de las setas se podría haber acometido la línea dos, incluso la tres.

-¿Un Metro con una línea?

-Es como ir a una tienda a por un cinturón y comprarte medio. Se te caen los pantalones seguro.

-¿Marca nacer en la frontera?

-Totalmente. Yo crecí en una sociedad mucho más avanzada que la me encontré en la capital de Andalucía. Una ciudad fronteriza, entre dos continentes, con gente de paso y de aluvión. Estabas al cabo de la calle de las últimas tendencias y llegué a una ciudad que se miraba demasiado a sí misma.

-¿Allí se nota más el Brexit?

-Tengo un hermano, el portero y concejal, que trabaja en la agencia de aduanas. Más allá de las razones de Estado, hay nueve mil personas que cruzan a diario la frontera para trabajar en Gibraltar, en una población de 65.000 habitantes. Cualquier ocurrencia del ministro de Asuntos Exteriores cuando se levanta debe considerar los efectos en que la gente llegue con dos horas de retraso al trabajo, a recoger a los niños al colegio o en la depreciación de la libra. Las razones de Estado no pueden ser ajenas a los problemas de la gente.

-¿Tiene nostalgia de la política?

-Claro que sí. Me considero político hasta cruzando un semáforo.

-¿Cuántos votos le faltaron?

-Unos ochocientos.

-¿Y valió la pena?

-En mi época de universitario no había erasmus y los másteres estaban al alcance de muy pocos. Para mí el máster fue la política, aunque me perdí los mejores años de la vida de mis hijos Agustín y Ana.

-¿Cómo conoció a su mujer?

-Yo estaba en la tuna del colegio mayor San Juan Bosco y fuimos a cantarle a unas chicas que vivían en un noveno piso. Fue amor a primera vista.

-¿Coincidió con su hermano José Luis en el Ayuntamiento?

-Él fue mi director de campaña. Le he hecho los mapas de su libro Al Ándalus y las fuentes del oro.

-¿Vio jugar a la Balona?

-Iba con mi padre todos los domingos. Mi hijo estuvo de erasmus en Finlandia, fuimos a verlo y le dije que mi primer contacto con Finlandia fue cuando de muy niño fui a la inauguración del estadio José Antonio Primo de Rivera de La Línea a un España-Finlandia.

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