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Terrorismo

El terror brotó en la Campiña

  • El Grapo se nutrió en Sevilla en los años setenta y ochenta de jóvenes de Arahal y Marchena que con el tiempo lideraron la banda

La historia de los Grapo en Sevilla es la de sus cuatro asesinatos y sus numerosas explosiones, la de las negociaciones en la cárcel para poner fin a la banda y la de una organización de extrema izquierda cuyo mensaje caló hondo en la Campiña sevillana en los años setenta. Tanto que un nutrido grupo de jóvenes de Marchena, Arahal y Paradas pasaron a la clandestinidad y se unieron a la banda. Quizás por eso a nadie en Arahal le sorprendió que el jueves detuvieran allí a dos de los secuestradores de Publio Cordón, 17 años después de su rapto.

Noticias como las del jueves son los últimos coletazos de una banda terrorista desmantelada oficialmente desde el año 2007, con todavía muchos de sus miembros en prisión. Los Grapo (acrónimo de Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre) nacieron a finales de 1975, apenas un mes antes de la muerte de Franco, siguiendo el patrón de otras organizaciones terroristas europeas como las Brigadas Rojas italianas o la Facción del Ejército Rojo alemán. Su brazo político era el Partido Comunista de España (reconstituido), siglas bajo las cuales se organizaron grupos de teatro y culturales que terminaron siendo un caladero de terroristas.

Marchena, Arahal y, en menor medida, Paradas, formaron un triángulo de referencia en el seno de la organización desde su creación. Sin llegar a tener tanta fuerza como en Galicia o en Cádiz, los Grapo se nutrieron de un grupo de jóvenes de estos pueblos que llegaron a alcanzar puestos de responsabilidad en la banda con el paso de los años. Casi todos ellos son terroristas históricos y muchos continúan en prisión sin que hayan dado un solo paso hacia el arrepentimiento.

Arahal fue la cuna de la primera generación de terroristas sevillanos, todos ellos jóvenes nacidos a finales de los años cuarenta o principios de los cincuenta. Juan García Martín fue el líder de este grupo, que ingresó en la banda a mediados de los años setenta junto con su entonces esposa, Manuela Ontanilla Galán, detenida este jueves, en la misma casa de Arahal en la que se crió, por su presunta participación en el secuestro de Publio Cordón.

El matrimonio dejó una hija de cuatro años al cargo de sus abuelos maternos para empuñar las armas. Ambos tienen un amplio historial delictivo. García Martín llegó a liderar la banda y se mantuvo al frente de ella en la última etapa de actividad. De hecho, se le consideraba el máximo responsable de los Grapo cuando se cometió el último atentado, el asesinato de una empresaria de Zaragoza en el año 2006. Con su detención en Reus, junto a otras dos activistas, la Guardia Civil dio por descabezada la organización.

Su ex mujer, Manuela Ontanilla, de 61 años, también alcanzó puestos directivos en el seno de los Grapo, llegando a ser la responsable de los ficheros de la banda. Las últimas investigaciones la sitúan como la mujer que negoció y cobró el rescate de 400 millones de pesetas exigido a la familia de Publio Cordón. El pago se hizo cuando el empresario ya llevaba más de un mes muerto. Ontanilla vivía en Francia con su actual marido, otro histórico de los Grapo, pero desde mediados de la década pasada frecuentaba bastante Arahal, donde había retomado la relación con su hija, empleada de los servicios sociales del Ayuntamiento de este municipio.

Su actual marido, José Antonio Ramón Teijelo, de 65 años, nació en Ponferrada pero está muy vinculado a Sevilla. En la Hispalense, siendo ya de los Grapo, cursó estudios de Geografía e Historia, y visitaba Arahal con frecuencia en compañía de su mujer. Junto a ella fue arrestado el jueves y se le considera la persona que alquiló, con documentación falsa, el piso de Lyon en el que la organización retuvo a Publio Cordón.

A esta primera generación de activistas le siguió una segunda oleada que llegó a la banda entrados los años ochenta y que procedían, en su mayoría, de Marchena. La mayoría de los integrantes de este grupo nacieron ya a finales de los cincuenta o principios de los sesenta, unos diez años después que los de la generación precedente. Al igual que éstos, fueron reclutados por la banda en colectivos culturales vinculados a la izquierda. En Marchena, muchos de ellos participaron antes de dar el salto a la clandestinidad en un homenaje al poeta Miguel Hernández, a quien le dedicaron un mural en el pueblo.

Los líderes de este clan eran el matrimonio formado por Antonio Narváez Ternero y María Jesús Romero Vega; y la hermana de aquél, Rosario Narváez Ternero, y su marido, José Manuel Sevillano Martín. Este último murió a consecuencia de una huelga de hambre de 177 días en prisión en 1990, por lo que es considerado por los radicales de extrema izquierda como un mártir e incluso fue homenajeado en su pueblo a los veinte años de la muerte.

Los hermanos Narváez Ternero y sus parejas procedían del campo, a diferencia de los grupos surgidos en otras ciudades en los que abundaban los intelectuales. Todos habían trabajado como jornaleros antes de pasar a la lucha armada y estaban afiliados al Sindicato de Obreros del Campo y al Comité Anti-Otan de Marchena. Esto les había ido forjando en la ocupación de fincas, cortes de carreras y duros enfrentamientos con la Guardia Civil. Sevillano llegó a la capital andaluza para estudiar la carrera de Derecho y allí contactó con el PCE(r), de donde dio el salto a los Grapo con sus familiares en 1985. Ya en esa época la banda había ido experimentando un cierto declive tras una intensa actividad en los primeros años ochenta.

Tanto el grupo de Arahal como el de Marchena son muy representativos de la estructura de los Grapo. La organización que pretendía aglutinar a la facción más radical del comunismo y la extrema izquierda apenas logró reclutar a jóvenes más allá de los círculos familiares de los propios terroristas. En la banda había matrimonios, hermanos y cuñados, pero fuera del triángulo de la Campiña sólo tuvo verdadera fuerza en la provincia de Cádiz y en Galicia. Esto llevó a la banda a parecerse en su funcionamiento a "una secta medieval", como la definió uno de sus líderes históricos, Fernando Silva Sande.

Aun así, los Grapo fueron muy activos en Sevilla capital, con múltiples atentados con bombas y cuatro asesinatos. La banda contó con un piso franco en Santa María de Ordás, junto a la avenida de Miraflores, desde donde idearon varios atentados en Sevilla en 1979, dos de ellos mortales. Tras la caída de este comando, no volverían a cometer otro atentado mortal hasta el año 1984, cuando fue asesinado el presidente de la patronal, Rafael Padura. Ocho años antes, en 1976, dos terroristas murieron cuando se disponían a colocar una bomba en los juzgados de Sevilla.

Además de los asesinatos, los Grapo se dedicaron muy intensamente a la extorsión y a los atracos para financiarse. En la capital andaluza atracaron bancos en Ramón y Cajal y Paulo Orosio y enviaron cientos de cartas exigiendo un impuesto revolucionario a otros tantos empresarios sevillanos bajo amenazas de muerte.

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