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Manuel Salinas. Pintor

"Hay que trabajar todos los días, no dibujar una línea y convocar una rueda de prensa"

  • Es uno de los artífices de que en Sevilla se comenzase a comprender y valorar la pintura abstracta. Considera que la ausencia de una ley de mecenazgo es el gran mal del arte español.

"Diego Carrasco dice que soy hombre de pocas palabras". Y tiene razón. Manuel Salinas (Sevilla, 1940) huye como alma que lleva el diablo de los discursos en torno a la pintura, algo que se agradece en unos tiempos en que la inflación verbal que sufre el arte (y la gastronomía) ha llegado a cotas insoportables. El pintor sevillano, con más de 70 exposiciones a sus espaldas, ha conseguido que muchas casas de Sevilla exhiban como un trofeo una de sus pinturas abstractas. También instituciones como el Reina Sofía, la Fundación la Caixa, el Banco de España, el BBVA, el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo o la Colección Avianca en Colombia. Además, el autor tiene eso tan difícil de conseguir: una voz definida, un estilo propio. Cualquiera ve un salinas y lo identifica inmediatamente. Su gusto por la abstracción pictórica contrasta con su afición a las antigüedades que decoran su estudio y su domicilio. Él mismo tiene una elegancia desgarbada y clásica, de corte oxoniana. Cuando termina la interviú le propone al entrevistador tomarse unas cervezas en el bar Las Columnas de la Alameda, lugar en el que se mueve con la seguridad y familiaridad de un parroquiano. Allí, al sol del invierno sevillano, se le ve a gusto. Más que haciendo discursos sobre la pintura.

-Usted consiguió hacer en Sevilla pintura abstracta en unos momentos en que ésta no era del todo comprendida. ¿Se siente satisfecho con su trayectoria? 

-¿Satisfecho? Nunca. Sólo me siento satisfecho cuando acabo un cuadro. La de pintor es una carrera muy difícil; da muchas satisfacciones pero es un trabajo duro. Como dice Leonardo hay que trabajar todos los días, no dibujar una línea y luego convocar una rueda de prensa. Hay que aislarse y concentrarse, avanzar poco a poco. No se puede parar, porque si se para después es difícil reengancharse.

-¿Cómo empezó en la pintura?

-Siendo un mal estudiante y pintando todos los cuadernos. Después fui encontrando el camino, primero figurativo... Hasta que no encuentras tu estilo lo pasas mal. Fui un autodidacta que estudió por su cuenta. Para mí fueron muy importantes los viajes, mis temporadas en Nueva York, París, Barcelona, hasta que encontré mi grafología, mi forma personal de pintar.

-¿Ha renegado de su primera época figurativa?

-No, qué va. Lo que pasa es que un crítico me dijo que yo era importante en la abstracción, no en la figuración.

-Fue muy buen retratista.

-Sí, durante mucho tiempo me dediqué al retratismo, sobre todo en Cataluña, de donde era mi madre y en la que vivía temporadas. Pero para mí la abstracción es más excitante, un reto más fuerte.

-¿Y por qué?

-Porque no te basas en nada, tienes que partir de cero y darle fuerza y expresión a algo que no existe.

-Usted, además, renuncia tajantemente a eso que son los discursos paralelos que acompañan a la pintura, algo muy en boga, sobre todo desde la aparición del arte conceptual.

-La pintura debe ser intuitiva. Intelectualizarla es un error.

-¿Cómo fue su caída del caballo para dejar la figuración y empezar con la abstracción?

-Quizás después de una temporada en Nueva York en los años 70. Comprendí que había una energía muy potente como en los siglos XVI y XVII. Yo no distingo entre la pintura antigua y moderna, sino entre la buena y la mala. Me interesó y me sigue interesando el expresionismo abstracto, pero no la transvanguardia que une figuración y abstracción para convertir el cuadro en una adivinanza... De eso prescindí completamente. Las instalaciones y los vídeos no me interesan absolutamente nada. A mí me interesa la pintura hecha a mano, handmade.

-¿No le gustan los vídeos?

-Yo he dejado de ir a las ferias de visitante porque ya no me interesan nada. Están llenas de manualidades y de vídeos que son muy pesados de oír y de los que no me entero.

-Usted fue uno de los impulsores del Centro M11 en Sevilla, una iniciativa que fue muy importante en el panorama artístico de la Sevilla de los 70 y de la que, sin embargo, apenas se guarda memoria.

-Este centro tuvo un enfoque muy vital. La idea se pudo realizar gracias al mecenazgo de Javier Guardiola y su mujer, Marta Medina. Intentamos hacerlo ampliando la galería de Juana de Aizpuru, pero ella reunió a sus pintores y decidieron que el dinero venía de las derechas y que no lo admitían. A mí aquello me irritó y formamos un equipo con Quico Rivas, Juan Manuel Bonet, Alberto Corazón y Diego Carrasco. Restauramos la casa natal de Velázquez, donde luego se instalaron los Lucchino, y empezamos a hacer exposiciones y catálogos: Luis Gordillo, Saura, Equipo Crónica, Millares, Quejido... Fueron tres años muy fuertes. Eran los últimos años del franquismo y la ciudad aún no estaba muy preparada. Me consta que Javier Guardiola está muy satisfecho de haber impulsado aquella iniciativa.

-Hablando de Bonet, en su día dijo que usted era un "corredor de fondo".

-Ésas son cosas muy amables que la mayoría de las veces no leo. Es verdad que soy constante, algo fundamental para la pintura. Cuando se es joven no se puede parar uno por el hecho de no tener éxito.

-¿Qué cree que le hace falta al arte en España?

-Sería muy importante tener una ley de mecenazgo. Al no existir, se están cerrando muchas galerías en España. Pese a lo que se dice, el gran problema no es el IVA, sino la ausencia de esta ley. Hay que educar a los políticos en que la subvención no es la manera de fomentar el arte. En EEUU no existe el Ministerio de Cultura y es donde mejor marcha la cultura. Una buena ley de mecenazgo sería positiva para pintores y galeristas, así como para el resto de las artes. También impediría la politización de la cultura a un lado o al otro.

-En Sevilla, de hecho, hemos visto como han ido desapareciendo galerías importantes: Juana de Aizpuru, Pepe Cobos...

-Hoy en día tiene mérito tener una galería no sólo en Sevilla, sino también en Madrid y Barcelona. El otro día lo comentaba con Rafael Ortiz y Pepe Barragán, de la Caja China, que es mi galerista.

-Sin embargo, ahora hay un mercado mucho más amplio en la ciudad que hace unas décadas. El arte actual ya no está estigmatizado.

-Sí, hay más comprensión. Ya no hay que explicar lo que es un cuadro abstracto, como ocurría antes. Sin embargo, nuestro mercado es caprichoso, no como el alemán, en el que, gracias a una buena ley de mecenazgo, las empresas compran muchas obras y patrocinan museos para desgravarse impuestos. Eso da riqueza, multiplica. En este sentido, no hemos entrado en Europa del todo.

-En una entrevista que le hizo Paco Correal dijo que, antiguamente, cuando usted hacía una exposición le daban la enhorabuena como en una boda de pueblo, pero no miraban los cuadros.

-Aquello era horrible. Un día me sorprendió mucho ver en Madrid una exposición en la que la gente estaba disfrutando contemplando los cuadros. Me di cuenta de que la cosa estaba cambiando y que estábamos entrando en Europa.

-¿Qué le parece Sevilla en general?

-Es una maravilla. En cuanto me voy estoy deseando volver. Hay una calidad de vida que no la hay en otras partes. Uno se puede mover andando y tomar cerveza al sol. Además, se va elevando el nivel de todo. Se nota hasta en el ascenso del turismo.

-¿Pero no cree que puede ser una ciudad-lastre para una persona que quiere desarrollar su carrera artística?

-Cuando yo vivía en Nueva York no podía pintar, porque estaba muy distraído con millones de cosas. Sin embargo, la tranquilidad de esta ciudad es perfecta para un pintor. Uno puede aislarse si es necesario y dedicarse a pintar.

-Por lo que me han dicho y observo aquí en su estudio, le gustan mucho las antigüedades.

-A mí me gusta todo lo bueno: la buena comida, los buenos muebles, los buenos cuadros modernos o antiguos, la buena música... También me gustan los diseños modernos, como esta lámpara y esta chimenea creadas por mi primo Miguel Milá, un diseñador genial de fama mundial.

-Usted hizo el cartel de toros de la Maestranza... Hay que tener valor sabiendo que existe la tradición de despellejar al incauto que acepta el encargo.

-Es que lo de la Maestranza no es un cartel, es un cuadro. Yo se lo comentaba a Juan Maestre: "no le digas a los pintores que van a hacer un cartel, porque lo que de verdad van a pintar es una obra para un museo". Ha habido carteles muy buenos, como los de Larry Rivers, Félix de Cárdenas, Carmen Laffón... Cuando me hicieron el encargo me volqué, porque me interesa mucho el movimiento en la figuración. Por eso mi cartel es un toro que avanza, como una bola, que es la frase de un torero. Yo en esa época estaba trabajando mucho con el blanco y negro y me gustó la idea.

-Es curioso, porque ahí volvió usted a la figuración.

-Siempre tengo latente la figuración. También hice el paño de la Verónica para la Hermandad del Valle.

-¿Le gusta la Semana Santa?

-La Semana Santa ha ayudado a refinar mucho a la gente. En otros sitios no es normal ver hoy en día a unos chavales hablando de unos candelabros de plata. Ha hecho una labor cultural y benéfica muy grande. Es un momento muy importante en la ciudad y me gusta mucho.

-¿Alguna hermandad?

-Soy hermano del Valle, pero me interesan todas. La ciudad entera se convierte en teatro.

-¿Y la Feria?

-No se pueden comparar. La Feria es un invento del XIX, es como ir a un bar. Me gusta mucho el flamenco gitano, pero eso no se ve en la Feria.

-Uno de los momentos más importantes en su carrera fue cuando participó en las exposiciones internacionales montadas por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (Seacex).

-Ésa fue una gran labor. Aznar y Miguel Ángel Cortés se plantearon que fuera de España apenas se conocía a Dalí y a Picasso, y que había que mostrar en el extranjero la obra de los pintores españoles actuales. Recuerdo que participé en una de las varias comidas que realizó el presidente con distintos autores, la mía junto a Luis Feito, Carmen Laffón y Eduardo Arroyo, entre otros. Allí nos planteó en qué ciudad queríamos exponer con todo el apoyo de las embajadas. Me decanté por Sofía (Bulgaria) por la sencilla razón de que era una de las que iban a inaugurar los Reyes y yo soy monárquico. Como comisario elegí a Paco del Río, que hizo un trabajo extraordinario. Sin embargo, ya estábamos en el avión cuando se declaró la Guerra de Iraq y se anuló la visita de los Reyes. Algún tiempo después, sí inauguraron la que realicé también con la Seacex en Bucarest (Rumanía), en el salón del trono de Ceaucescu, que nos resultó impresionante. La muestra viajó, además, a Bratislava (Eslovaquia), a Berlín... José María Aznar es probablemente el presidente que más ha hecho por la pintura en España.

-¿En qué proyectos está trabajando ahora?

-En una exposición que realizaré en la galería sevillana la Caja China a principios de la próxima temporada. Acabo de tener montada una muy grande en Lisboa, en la galería Sao Mamede. Ha funcionado maravillosamente bien, porque Portugal tiene ley de mecenazgo y el arte se mueve más que aquí.

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