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Navidad no es sinónimo de engordar

  • Los excesos en estas fiestas hacen que muchos vean su peso incrementado durante la Navidad. Para evitarlo sólo hay que mantener ciertas pautas de control.

Los abusos navideños pueden acarrear un aumento de peso.

Los abusos navideños pueden acarrear un aumento de peso.

Muchos ya habrán empezado a meterle a sus cuerpos más calorías de las que pueden tolerar. Es Navidad y toca comer como si no hubiera un mañana. Por supuesto, nada de ensaladas o pescados a la plancha, las fiestas invitan a decantarse por las comidas copiosas, a engullir dulces a mansalva y sustituir el agua por el alcohol. Es Navidad y todo vale, pero hay que recordar que luego llega enero y todo son lágrimas cuando el pantalón no abrocha y el peso nos dice que la factura por los excesos son esos tres kilos de más que tanto cariño nos cogen que son capaces de acompañarnos hasta agosto. Muchos lo asumen con resignación y se hacen hasta amigos de esos kilillos, otros se lamentan y le imploran a un ser superior para recuperar su figura. Tranquilos, sólo hay que seguir una serie de trucos para, sin privarse de nada, no tener que hacer un pacto con el diablo una vez que la báscula nos muestre la cruda realidad.

Hacer cinco comidas diarias

Sí, comer para no engordar. El cuerpo es más inteligente de lo que creemos y siempre nos pide lo que le hace falta. Si gasta energía, necesitará reponerla con un aporte calórico. Por eso es esencial mantener el equilibrio y no saltarse ninguna comida. Si nos saltamos alguna de ellas, llegaremos a la siguiente con un hambre voraz y comeremos por encima de nuestras posibilidades con lo que, no sólo habremos forzado a nuestro pobre cuerpo, sino que habremos ingerido más alimentos de los que esa comida requería y habremos cogido nuestro primer kilo de las Navidades.

Ni reservarse para el gran atracón ni acudir a él en ayunas

"Mañana tengo comida de empresa, tengo que llevar el estómago vacío para sobrevivir a ella". Error. Solemos pensar que cuando vamos a tener una gran comida es mejor haber dejado al estómago en barbercho, así lo que nos metamos entre pecho y espalda valdrá por ese día y por el que no hemos comido. Además de malo para la salud, esta práctica hace que se coja peso de una manera estrepitosa ya que el cuerpo piensa que nunca más le daremos de comer y empieza a almacenar toda la grasa que circula por él, por su las moscas.

Prohibido picar entre horas

Es la premisa principal de la que parten todas las dietas en cualquier época del año, pero en Navidad se debe aplicar con más convencimiento si cabe. En estas fechas solemos pasar muchas horas en la cocina preparando comidas, cenas y meriendas. Como buenos cocinillas tendemos a probar todo aquello que preparamos y a veces llegamos incluso hasta a pasarnos. Probar todos los platos, meterle un pellizco a ese turrón que nos hace ojitos y luego sentarnos a la mesa para comer lo que hemos preparado es un cóctel molotov para nuestro cuerpo tendente a engordar.

Las verduras y el horno, los mejores aliados

Solemos pensar que en Navidad sólo tienen cabida los platos grasos, una creencia totalmente errónea. Las verduras y los platos cocinados al horno también pueden ser una buena opción. Pegarse el atracón a base de grasas durante un día no es del todo malo, ya que los días sucesivos se vuelve a la rutina alimentaria de siempre. El problema es que en Navidad se hacen reuniones en torno a una mesa día sí y día también y el cuerpo no es capaz de tolerar tanto abuso. Por eso, dejemos los embutidos, las gambas y las carnes grasas para unos días contados y recurramos a las parrilladas de verduras, el pescado al horno o los canapés de frutas.

Sí a los dulces, pero hechos en casa

Decirle a un goloso que no coma pasteles en Navidad es como decirle a un niño que no se meta en los charcos: misión imposible. Así que es mejor no prohibir su consumo, sobre todo porque la vida son dos días y a nadie le amarga un dulce (y menos los suculentos postres que se pueden comer en estas fechas). Como no caer en la tentación es imposible, si se quiere pecar sin que haya grandes consecuencias lo mejor es preparar los postres uno mismo. Los pasteles industriales tienen componentes que aportan muchas más calorías y además son más dañinos para la salud.

No comer con los ojos

Los platos en Navidad tienen tan buena pinta que nos los queremos comer todos. Observamos la mesa y nos damos cuenta de que todo nos parece realmente apetitoso. Es entonces cuando hay que echar mano de aquello que nos decían nuestras madres de pequeño y repetírnoslo como un mantra: "No llenes el ojo antes que la barriga". Hay que observar la mesa, discernir entre lo que nos parece más suculento y aquello de lo que podemos prescindir y empezar a comer. Si la curiosidad mató al gato, la gula acabó con el goloso.

Compensar los abusos

A estas alturas ya sabemos qué día de Navidad nos pegaremos el atracón, así que es fácil organizarse para llevar una vida normal los días en los que no se tengan grandes eventos. Como durante las comidas y cenas nos habremos pasado un poco, lo ideal es compensar esos abusos los demás día. Verduras, comidas a la plancha y muchos alimentos desintoxicantes (como la piña) para equilibrar nuestro organismo.

Practicar ejercicio

Pensar en ir al gimnasio, sobre todo si durante el resto del año no se han pisado las instalaciones, es una utopía. Pero caer en el sedentarismo y permanecer los días de descanso (las películas navideñas nos incitan demasiado a ello) es el peor de los pecados. Si queremos bajar esos molestos polvorones no nos queda más remedio que movernos. El que tenga un hábitos deportivos que continúe con ellos, el que no sea muy dado a mover el esqueleto que aproveche que estos días el tráfico está imposible y vaya a hacer sus comprar y recados andando. Según los expertos, es el ejercicio más completo, según los sedentarios, es el que menos perturba a su oxidada musculación.

Moderarse con el alcohol

Suena a tópico y decirlo provoca las risas de muchos. Pasar las fiestas sin tomarse una copita no es plato de gusto de nadie pero hay que saber parar. El alcohol, sobre todo el de mayor graduación, es de las sustancias que más engordan por eso hay que controlar su ingesta (además de por sus efectos nocivos para el hígado y los riñones). Así que, antes de pasar al alcohol duro, como solemos denominarlo, hay que medir bien sus consecuencias. Para no olvidarlo durante las fiestas, sólo hay que grabarse a fuego que beberse un ron con cola equivale a comerse una hamburguesa completa.

El agua es vida

Si tres cuartas partes de nuestro cuerpo están compuestas de agua, ¿por qué nos olvidamos de beberla? Los médicos recomiendan beber unos dos litros diarios para mantener al organismo en perfecto equilibro. Durante el año solemos obviarlo, pero en época de excesos es bueno tenerlo muy presente. El agua nos ayuda a eliminar toxinas y en Navidad vamos sobrados.

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