Andalucía

Las dos caras de José Bretón

  • El padre de los niños pasa su segunda noche en prisión.

TODOS están pendientes de sus reacciones, de sus palabras, de sus movimientos y de sus gestos. A primera vista, fríos para ser de alguien que sufre la pérdida repentina de sus hijos, de tan sólo seis y cuatro años. A sus cuarenta años, José Bretón, conductor en paro y ex militar que estuvo de servicio en Bosnia, concentra sobre sí todas las miradas después de que la Policía ordenase el martes pasado su detención como principal sospechoso de la desaparición de los pequeños y el viernes ingresara en prisión por un delito de detención ilegal y otro de simulación de delito. Nada se sabe desde hace quince días. Su actitud no parece ser la más lógica de alguien que teme no volver a ver a sus hijos. Pero a pesar de ello, todo el entorno que ha tenido relación con él durante estos últimos años en Huelva, coincide en el hecho de haber tratado con una persona de "gran educación", cuya principal preocupación en la vida ha sido precisamente el bienestar de sus hijos. Así lo atestiguan también quienes han coincidido con él una y otra vez cuando ha llevado y recogido a sus hijos en el Colegio García Lorca, en el onubense barrio de Adoratrices. Muchos padres recuerdan haberle visto allí y todos se refieren a él como un ejemplo de buenas formas y de trato exquisito.

Mientras que la Policía continúa con sus investigaciones, el entorno que directa o indirectamente ha tenido relación con él en Huelva, donde vivía hasta hace tan solo unas semanas junto a su mujer y sus dos hijos, no puede dar crédito a esa detención. Y aún menos a que se le apunte como el principal causante de la desaparición de las dos criaturas. "Era una persona normal", repiten una y otra vez. "Se comportaba como cualquiera de nosotros", insisten con gesto de incredulidad.

Otros van más allá y aseguran que José Breton es una persona "tranquila, culta, dialogante y extrovertida", aunque también "discreta". Los últimos vecinos que convivieron con el matrimonio Bretón Ortiz, en la urbanización onubense de Nuevo Portil (durante casi un año y hasta que iniciaron el proceso de separación) insisten en la "normalidad" del matrimonio; especialmente de José, "que era quien salía casi a diario" al parque con los pequeños desaparecidos y que se mostraba más cercano con el entorno donde vivían. No parecía costarle entablar una conversación y, de hecho, quienes compartieron con él minutos de charla mientras los niños disfrutaban de sus juegos en el parque defienden que "con él se podía conversar de cualquier tema".

En Córdoba los vecinos de la calle Don Carlos Romero, donde está situada la vivienda de sus padres en la que vivió hasta que se fue a Huelva, también coinciden en que es un hombre "bueno, servicial y sano". En la Casa del Dominó, un bar situado a escasos metros de la vivienda, todos los que conocen a la familia Breton les cuesta creer que José sea el responsable de la desaparición de los dos pequeños, José y Ruth.

No parece sin embargo que las cosas fuesen tan armónicas en su entorno familiar como en sus relaciones sociales. La pareja tuvo ya un primer intento de separación que llevó a José Bretón a demandar asistencia psiquiátrica. Aquella crisis, según fuentes del entorno de la pareja, se superó a duras penas. Hace un mes, las desavenencias en el matrimonio se volvieron insuperables y Ruth Ortiz dio el paso para iniciar los trámites de una separación no amistosa. Aunque ella no puso objeciones a que los pequeños pasasen con su padre en Córdoba el fin de semana que desaparecieron -en concreto, el sábado 8 de octubre-. Pero, algo debió ocurrir para que en la madrugada del domingo, la madre de José y Ruth acudiese a la Comisaría Central de Huelva, en el Molino de la Vega, para presentar una denuncia contra su todavía marido por maltrato psicológico. Según las fuentes policiales consultadas aquel día, en el testimonio que prestó ante los agentes que la atendieron, nada dijo sobre la desaparición de sus hijos pese a que ésta había tenido lugar unas horas antes, posiblemente porque José Bretón no le había informado aún de lo ocurrido. Ésta es una de las incógnitas que quedan por despejar. La prudencia y el sigilo mostrados en todo momento por la familia de la madre ha dejado la respuesta en el aire.

José Breton en todo momento ha preferido guardar silencio. Ni una declaración a los medios de comunicación, ni una imagen de angustia o de búsqueda desesperada de sus hijos. Antes de su detención, él prefirió refugiarse en casa de sus padres, dejándose ver en escasas ocasiones y evadiendo siempre los objetivos y los micrófonos de las decenas de medios de comunicación que lo esperaban a las puertas de la casa. Una presión mediática que supo capear y que tampoco consiguió derrumbarle. Ahora Bretón debe aprender a enfrenta a la soledad de la cárcel.

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