Feria de Abril

Oculistas del visto y no visto

  • La Feria es una madeja que deja a los sevillanos compensar las penalidades y tribulaciones El miércoles de Feria fue una jornada de colorido y recepciones marcada por la festividad en el calendario

EN Sierpes sólo había turistas y mendigos. Silencio de maitines interrumpido por el sonido del vehículo de Lipasam, un isocarro de la limpieza. Como entre los paseantes figuraba Manuel Fernández, buen cofrade, desertor de la Feria, entiende la analogía: el tañido profiláctico sonaba como el muñidor de la Mortaja. El día era festivo en el calendario local, como domingo de precepto en la mariana ciudad.

Si la vida fuera un programa de televisión, anunciaríamos el próximo espectáculo: José Cortés Jiménez, Pansequito en los carteles, entra en el real por la portada de Feria. Es uno más entre la legión de gente que cruza el semáforo que une Asunción con la avenida Adolfo Suárez, pero uno se imagina a Robert de Niro en Hollywood o Alain Delon en la Costa Azul. Un torero del cante desde el alba hasta la Aurora.

La Feria es una sutileza urbana, visto y no visto, que pasa de padres a hijos. Sin este legado, la fiesta, por muchos negocios que se hagan entre bastidores, duraría dos telediarios. Hay una urdimbre no visible, aquí tampoco hace falta ver para creer, que permite que la tradición y la costumbre transiten sin sobresaltos entre este mar de los Sargazos.

Julián e Ignacio Gómez-Pando son los hijos de Julián Gómez Pando, montañés de Soberao, a ocho kilómetros de Potes, que se casó con una cántabra de Bárago, y se vino a Sevilla en 1938, en plena guerra civil. Fue el artífice del grupo San Eloy. Santo que se celebra el 1 de enero y da lustre y empleo los 365 días del año. Los Gómez-Pando, uno de 1956, otro de 1963, hijos de la Sevilla de la Feria del Prado, se encargaron ayer del catering de la Caseta Municipal. El simbólico Palacio de la Primavera que hace 36 años, en plena toma de posesión del Ayuntamiento del 79, fue tomado como Palacio del Invierno.

Hay montañeses del norte, como estos hermanos del Grupo San Eloy, y montañeses del sur. Es el caso de Juan Robles. El pionero de Villalba del Alcor, flamante octogenario, envió ayer a la Feria a la mejor embajada: sus hijos Pedro, el empresario, y Laura, la repostera. Dos Montañas de norte y sur, que cantara Silvio, que se hermanaron en el Laredo. Topónimo que remite al conservero Javier López, autor de los dos goles del Betis en la final de la primera Copa del Rey de 1977.

Fernando Gelán nació el 20 de junio de 1936 en la calle Álvaro de Bazán, nombre del almirante que mandó construir en plena mancha el Archivo de la Marina, equidistante entre Madrid, Cádiz y Lisboa. El marinero en tierra de Alberti al pie de la letra. Fernando recordaba ayer en la caseta de la Prensa que su padre, Ángel Gómez Gelán, montaba con el dibujante Vicente Flores la caseta de los periodistas en el Prado. Con la propina del piano de Realito, el maestro de baile que tuvo entre su alumnado a Lola Flores.

Aquellas elecciones municipales de 1979 fueron un homenaje al tercer hombre de Graham Greene. Salió elegido alcalde Luis Uruñuela, que obtuvo menos votos que Rafael López Palanco (UCD) y Antonio Rodríguez Almodóvar (PSOE). Doce años después, Alejandro Rojas-Marcos se convirtió en el alcalde de la Sevilla que preparaba la Expo del 92. El nuevo Colombí andalucista. Con tan ilustres precedentes, Pilar Távora encabeza la candidatura andalucista. Soledad Becerril, la primera (y única) alcaldesa de la ciudad, primera ministra desde que lo fuera Federica Montseny, impulsó la calle que lleva el nombre de Salvador Távora, que fue torero, como los dueños del callejero ferial, antes que dramaturgo. Pilar disfruta del colorido de la Feria. La directora del premiado documental Costaleros está pendiente de lo que ocurra el 24-M, un mes y un día mediante, para iniciar el rodaje de su próxima película, Botas de barro, que no es un día de lluvia en la Feria sino el drama de los que se hacinan en el CETI (Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes) de Melilla después de cruzar desiertos y sabanas en pos del paraíso, ese espejismo de su particular calle del infierno.

Dos Zoidos se juntaron en la Caseta Municipal. Además del anfitrión, el alcalde Juan Ignacio Zoido, entrevistado para los micrófonos de Canal Sur por su hijo Fernando, estaba Antonio Zoido, un renacentista con gotas de jacobino, que se jubiló de los toros pero no de los libros, que hoy tienen su día y él los honraba con una sección de Diario 16 Andalucía llamada Arriate de Papel.

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