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Opinión

Julián Sobrino Simal / Profesor De Historia De La Arquitectura De La Hispalense

Las Atarazanas, instrucciones de uso

¿Cómo recuperar la presencia del agua como alma oculta de las Atarazanas?

BIENVENIDO sea el debate sobre las Atarazanas para que el patrimonio cultural de la ciudad de Sevilla no quede en la opacidad habitual de su gestión, y los subsiguientes hechos consumados, y forme parte normalizada de la discusión transparente que requieren los asuntos públicos. Sin embargo, hay que ser cautelosos, porque, en el caso que nos ocupa, y en otros similares, que han existido o acontecerán, el contexto en, y desde el cual, se ha de desarrollar la intervención arquitectónica es de una extraordinaria complejidad, más cuando se trata de un edificio como el de las Atarazanas, que constituye un ejemplo fehaciente de la confluencia de variables políticas, administrativas, legales, económicas, sociales y, por supuesto, culturales, entendidas, estas últimas, como la historicidad del bien cultural conformada por su ser primero, su vida de transformaciones y su llegar a ser, tanto en su materialidad como en su inmaterialidad. Es decir, hablamos de un ser evolutivo y simbiótico en el que su ADN histórico contiene las instrucciones y la información necesaria para su supervivencia. El protagonista es por tanto el edificio, pero no sólo como arquitectura fósil, sino que hay que comprender cómo, viviendo, ha adquirido una nueva naturaleza, para decidir, en nuestra época el grado y el tipo de intervención y asegurar su mantenimiento con un programa de usos razonado y viable.

Pero esta situación actual tiene un origen, como fue la concesión demanial que la Junta de Andalucía hizo de las Atarazanas en 2009 para que La Caixa desarrollara el proyecto del centro cultural Caixafórum; proyecto que, al no ejecutarse, la Junta de Andalucía debería haber revertido a la situación inicial y, mediante un debate público y transparente entre instituciones, expertos y ciudadanía, se hubiera optado por una de las dos soluciones siguientes: gestionar desde la Consejería de Cultura la recuperación con un proyecto patrimonial y de activación o convocar un nuevo concurso público para un convenio de cesión demanial que implicara un nuevo programa de usos y de proyecto arquitectónico. No se hizo ni lo uno ni lo otro y se llegó a un nuevo acuerdo entre las partes, incluyendo al arquitecto ganador del primer proyecto, que ha conducido a la polémica actual.

Quiero contribuir con mi experiencia a clarificar y serenar este debate con algunas ideas-propuestas. Primero quiero fijar mi posición: prefiero, fundamentándome en todo el siglo pasado de restauraciones, la opción de la conservación como estrategia de respeto y tutela para los bienes que acaban siendo falsificados, perdiendo su valor testimonial, en un debate en el que aparecen también, de manera contrapuesta, los valores históricos y de antigüedad que se centran en la objetualidad y la materialidad del edificio frente a su comprensión compleja como parte del tejido urbano, de la estratigrafía de sus diferentes épocas y de la dimensión inmaterial de los diferentes usos allí desarrollados, constituyendo, todo ello su "paisaje vital" que desde el conocimiento multidisciplinar y riguroso, la capacidad del proyecto contemporáneo y el consenso público sobre los objetivos de la conservación, nos permita la legibilidad del bien, en toda su historia vivida, y el uso democrático de los bienes heredados. Y lanzo las siguientes preguntas: ¿Cómo recuperar la presencia del agua, bética y atlántica, como alma oculta de las Atarazanas? Recuerdo la intervención de Peter Zumthor en el Museo Diocesano de Colonia, Kolumba Museum, donde hay una instalación que recoge simplemente el sonido de las palomas, su zureo y aleteo, tremendamente evocador de símbolos y presencias. Es la escultura sonora de Bill Fontana "Pigeon Soundings" gracias a la cual el visitante se ve inmerso en un proceso de intensa transformación espacial y visual; ¿Cómo recuperar la memoria del trabajo? Un astillero-atarazana es una sinfonía de lo provisional, donde se conjugan el agua, la técnica, el trabajo, la invención, los gremios, el Poder... las Atarazanas como una casa de la industria ligada a las carpinterías de ribera, cordelerías, carreterías, cesterías, tonelerías, odrerías, panaderías, carnicerías y pescaderías de la ciudad; ¿De qué ciudad hablamos? De la Sevilla deslumbrante y deslumbrada. Plena de frenética actividad productiva al borde mismo del agua, del río, que no es tal, sino ría, brazo mismo, Atlántico en tierra firme. De sus barrios intra-extramuros. De los avituallamientos de todo tipo, del espíritu, la Iglesia, la Catedral, las 27 iglesias parroquiales en el siglo XVI, que se dice pronto, casi más pronto que una misa de encargo, de la carne, las mancebías cercanas al Puerto del Arenal, en el Compás de La Laguna, con más casas que parroquias, y también con sus ordenanzas para izas, rabizas y dueños, de las tabernas, las casas de préstamo y de los cientos de pícaros, mendigos y falsos tullidos. Y, luego, la decadencia del XVIII, cuando Cádiz se lleva la Casa de Contratación, no sólo por el calado del río sino también por el relevo social obligado, por y hacia la burguesía gaditana, frente a la ensimismada aristocracia sevillana que piensa que Olavide es un negro infiel. Al final, esos dos mundos, el antiguo y el nuevo régimen, se enlazarán de la mano del tiempo con la Maestranza de Artillería. En las Atarazanas es importante conocer las cosas en la materialidad de su constante cambio. Intentar asimilar lo instructivo de lo destructivo y todo lo que allí ha sucedido. Las Atarazanas son una tipología territorial. Constituyen un paisaje del cual sólo se identifica en la actualidad la arquitectura emergida del antiguo iceberg diacrónico. Las Atarazanas, parafraseando a P. L. Cervellati, han representado un punto de referencia en la vida de las pasadas generaciones de sevillanos y gentes de otros lugares. Hoy pueden representar un espacio de encuentro entre nuestra existencia actual y la de las generaciones futuras. Relacionarse de nuevo con una historia, que para las Atarazanas, significaría extenderse hacia la membrana patrimonial que las rodea, profundizar en su estratigrafía histórica y conectar las nuevas funciones con los espacios ya consolidados. Las Atarazanas como edificio protagonista de sucesivos e importantes cambios, necesita que se le hagan les preguntas correctas para descubrir su sabiduría intrínseca, su ser propio que le ha permitido sobrevivir mutando.

La intervención en las Atarazanas debería representar / significar, un punto de inflexión contra el triunfalismo grandilocuente de la falsa prosperidad. Creo que debería revisarse la intervención desde el valor intrínseco de la arquitectura en su densimetría histórica; desde la austeridad como ética proyectual; desde el reconocimiento de la imposibilidad del "primitivo esplendor". En definitiva, pensar unitariamente la historia, el lugar y nuevos usos, con el rigor de los especialistas, la comprensión de su hipercontextualidad y la transparencia de una sociedad abierta y democrática.

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