EL 15 de junio de 1977 fue la primera vez en mi vida que pude votar libremente. El 15 de junio de 2009, ayer, acudí de nuevo a votar en el plebiscito verde, blanco y verde que recorrió el centro de la capital de Andalucía en un grito que era a la vez de protesta, dignidad y esperanza: ¡Viva el Betis!

En el 77 eché en la urna una papeleta perdedora escrita más con el corazón que con la cabeza y mucho más que con el interés. Por aquellos días el Betis ganó la primera Copa que ya no fue del Generalísimo, sino de la democracia. En el 2009, anoche, yo escogí la misma papeleta invisible, pero esta vez ganadora, que otros muchos corazones verdiblancos sólo para sostener a un Betis que no ha ganado nada, sino todo lo contrario.

Perder su puesto entre los grandes no ha sido lo peor que le ha pasado a este equipo. Un accidente más. Hace tiempo le leí a José de la Tomasa: "Me hice bético para perder; para ganar ya están los bancos". Precisamente los béticos sabemos saborear mejor que nadie las victorias porque son escasas y se demoran mucho. Lo peor es haber perdido la identidad, ver la historia secuestrada, sufrir la malversación de nuestras raíces colectivas y sentir que nuestros mejores sueños infantiles los administran mercaderes despiadados e ignorantes de lo que el destino ha puesto en sus manos.

No otra cosa sino aquellos sueños del niño que fuimos son los que anoche nos juntaron a tantos miles de béticos alrededor de una bandera común y al abrigo de una emoción compartida. No esperábamos conseguir ninguna reivindicación. Sabemos que el fútbol está montado como un negocio en el que los sentimientos han de dejar paso a los balances y en el que no cuentan los aficionados, sino los accionistas. Sólo queríamos estar allí, encontrarnos unos con otros, marchar unidos para poder soportar este tiempo de desolación en el que la soledad es un pecado grave.

Quizás no hayamos conseguido nada más que expresar el anhelo de una quimera, pero ¡qué quimera! La quimera de un Betis al que le ha sido arrebatada la dignidad, un equipo que ha sido raptado y al que le han sustituido su rostro de perdedor con honra por una máscara avinagrada y sectaria. Un Betis que es una pasión hermosa e inútil. A los que la sienten así no hace falta explicársela, y a los que no la entienden no sirve de nada tratar de hacérsela comprender.

Fui a votar el 15 de junio de 1977 para sentir que por fin podía hacerlo en libertad, sin tutelas ni dictaduras. Fui a la calle el 15 de junio de 2009 a juntarme con otros para recuperar el sueño de un Betis sin más tutela que la camiseta verde, blanca y verde ni más dictadura que una emoción que nació cuando éramos niños, cuando aún la vida no nos había decepcionado, y que nos acompañará hasta el final del trayecto.

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