Sevilla

Con el mazo dando

  • El párroco de la Magdalena ha iniciado la restauración del retablo, en estado "muy malo", tras fracasar sus gestiones ante la Junta y empresas para buscar fondos

"Llevaba cuatro años buscando fondos en la Consejería de Cultura y en entidades privadas para restaurar el retablo del altar mayor, el más grande de Sevilla después del de la Catedral, pero mis gestiones no dieron resultado. Al final decidí abrir una cuenta e invitar a la feligresía a colaborar". El que habla es Antonio Fernández, párroco de la Magdalena, un hombre que ha decidido poner en práctica el viejo refrán de "A Dios rogando y con el mazo dando". En vez de esperar el maná ha decidido actuar y los resultados ya empiezan a ser visibles.

Para comprender la urgencia de Antonio Fernández hay que tener en cuenta que un informe técnico califica de "muy malo" el estado de esta joya del barroco sevillano atribuida en su conjunto a Pedro Duque Cornejo (y otros) que data de entre 1709 y 1724.

Con los primeros 40.000 euros que ha recaudado (una pequeña cantidad si se tiene en cuenta que la restauración integral del retablo se presupuestó en 2004 en 275.000 euros), un equipo de cuatro técnicos trabaja desde septiembre en la restauración de cuatro imágenes señeras del retablo: Santa María Magdalena, ejecutada en 1704 por Felipe Malo de Molina y titular de la parroquia, San Francisco y Santo Domingo (atribuidas a Duque Cornejo) y San Pablo (siglo XVII), atribuida a Francisco de Ocampo.

Antonio Fernández confía en que una vez restauradas las cuatro imágenes del retablo (lo que se prevé para la Navidad o principios del próximo año) "todo el mundo se anime y se consigan los fondos necesarios para acabar lo que hemos empezado". Como estímulo, el párroco tiene previsto organizar una pequeña exposición con las imágenes recién remozadas.

"Tenemos que hacer un esfuerzo, porque, pese a ser una iglesia muy céntrica y ser Bien de Interés Cultural, la Magdalena es uno de los templos más desconocidos de Sevilla. Y eso que también somos la parroquia que más horas abre al día", afirma Antonio Fernández.

Los males que presenta el retablo suelen ser los comunes, según el informe técnico, y están causados por el envejecimiento de los materiales; los agentes atmosféricos, como las filtraciones de agua y los cambios de humedad y temperatura; los usos litúrgicos (el exceso de candelerías es muy dañino debido al humo y al calor que provoca) y las intervenciones un tanto heterodoxas (la ciencia de la restauración es muy moderna) que ha sufrido el conjunto.

Con este panorama, el estado del retablo no puede ser más que "muy malo". El informe avisa de que se detecta "fuerte oscurecimiento que ha alterado gravemente el cromatismo inicial". Asimismo, hace hincapié en "las quemaduras y manchas de cera" que se extienden por toda la superficie del retablo, que son el resultado de "la antigua iluminación", que también ha dejado como herencia "pletinas metálicas y cubillos clavados". Pero ahí no queda la cosa. El informe advierte de los "desgastes, pérdidas y levantamientos en el color y y el oro" y lamenta "las roturas, grietas y desensambles", así como "la degradación material provocada por el ataque de xilófagos".

En resumen, el estado del retablo de la Magdalena recuerda mucho a cómo se encontraba el de Santa Ana, actualmente en proceso de restauración después de una intensa campaña ciudadana gracias a la cual se podrá salvar este conjunto las magníficas tablas de Pedro de Campaña.

La mejor manera de comprobar el lamentable estado en el que se encuentran las imágenes es observándolas en directo en las dependencias de la parroquia donde los restauradores han instalado su taller. Aunque las mejoras ya son visibles, todavía se pueden observar los estragos. Especialmente en el San Pablo, "sin duda la mejor de las cuatro imágenes", dice Almudena Fernández, una de las restauradoras. "La calidad de los estofados [que ya van surgiendo tras la capa de mugre que recubre toda la pieza] es impresionante", continúa José Joaquín Fijo, también del equipo. En esta escultura, cuya mano derecha es de plomo (una prótesis con la que se tuvo que solucionar alguna pérdida irreparable), también han hecho estragos las innumerables puntillas menudean por toda la talla, resultado de las vestiduras que se le ponían a los santos en tiempos pasados.

Tanto los restauradores como el párroco están de acuerdo en que una de las causas de la degradación de las esculturas se debe a la continua manipulación que han sufrido para diferentes actos religiosos. "Una vez que estén restauradas y vuelvan a sus hornacinas, las tallas no se vuelven a mover", dice tajante Antonio Fernández.

El empeño del párroco de ir mejorando el riquísimo patrimonio artístico de este templo, reconstruido por Leonardo de Figueroa entre finales del XVII y principios del XVIII, no se queda en el retablo. Recientemente ha firmado un convenio con Cajasol por el que la entidad financiará el 50% de los 12.000 euros que costará la restauración del fresco de Lucas Valdés La batalla de Lepanto.

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