DE LIBROS

La última función de Luis Landero

  • En su mejor sentido repetitivo, la última novela del escritor extremeño traza guiños y complicidades con el resto de su obra

El escritor Luis Landero.

El escritor Luis Landero. / IVÁN GIMÉNEZ

Invitado a la última Feria del Libro de Sevilla, dijimos de Luis Landero que era el fabulador de lo cotidiano, el retratista de la derrota y los sueños incumplidos. La última función es, pues, otra función landeriana sobre el candor de la condición humana y el escape fantasioso de la más grisácea realidad.

Portada de la obra. Portada de la obra.

Portada de la obra. / D. S.

Landero nos muestra dos personajes muy de su estirpe narrativa. Uno es Tito Gil (nombre marca de la casa), quien fuera niño prodigio por su voz y que aparece una tarde de domingo –año 1994– en el bar de su pueblo, San Albín, situado en la Sierra de Madrid. El otro personaje es Paula, que encarna la vida malograda por la rutina y el peso fofo del matrimonio. El azar envuelve las vidas de Tito y Paula y el engranaje narrativo del escritor, a través del disco de una memoria colectiva, perfila el resto de la historia. Tito propone al pueblo una gran representación teatral que consiga atraer al turismo (eran los años 90 aún). Propone recrear, rescatándola del pasado, la leyenda medieval asociada al pueblo acerca del conocido como Milagro y Apoteosis de la Santa Niña Rosalba.

Él y Paula, Paula y él, nos muestran lo que todo personaje de Landero, con ligeras variantes, abriga dentro de sí a través del fracaso, la ternura, la compasión, el humor agridulce, la redención, el reconcomio y hasta el disparate. Dijimos también en su día que en las novelas del autor el absurdo, la quimera y el azar más rocambolesco trazan sus hilos y lianas sobre las que se deslizan los personajes imbuidos de sueños y rupturas.

La última función enseña cómo el ser humano se empeña en la búsqueda inútil de sus sueños cuando todo alrededor no es más que vacía realidad y calma chicha. El lector se hallará ante un escenario reconocible en otras ficciones del autor, donde un deshilachado telón de teselas da forma a la geografía vacía de lo que, en el fondo, no es más que el impúdico teatro de España (se intuye un guiño solapado a las obras faraónicas y olvidadas sobre el paisaje de aquella España del derroche y, también, al problema actual de la España vacía). Como decimos, Tito y Paula son personajes que llaman a otros personajes que, a su vez, recuerdan a historias parecidas de Landero, casi siempre marcadas por existencias incompletas que hallan su redención o su simulacro en la esperanza y la ilusión.

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