Teatro

"Puedo presumir de no haberme encasillado"

  • Concha Velasco interpreta en el Lope de Vega 'La vida por delante', un espectáculo con el que ha agotado las localidades

Concha Velasco pertenece a esa estirpe privilegiada de actores que han ido escribiendo, con tesón y talento, un capítulo de la historia de la interpretación en España. Entre los mil y un recuerdos de su extensísima carrera hay uno que la actriz evoca con cariño: su visita al sevillano Lope de Vega, a los 16 años, como bailarina en un montaje de Fausto que protagonizaba Alfredo Kraus. Más de medio siglo después, la vallisoletana regresa al mismo escenario sin disimular su emoción -"siempre que vengo aquí se me remueve algo por dentro", confiesa- con una obra que, paradójicamente, se llama La vida por delante: la adaptación para la escena de la novela de Romain Gary con la que el autor, escondido bajo seudónimo, obtuvo en 1975 el Premio Goncourt. Una propuesta que está en cartel desde ayer y hasta el domingo, para la que se han agotado todas las localidades.

En este espectáculo, Velasco interpreta a la señora Rosa, una ex prostituta judía, superviviente de Auschwitz, que acoge en su pensión de los suburbios a hijos descarriados, entre los que se encuentra Momo, el joven árabe protagonista al que da vida sobre las tablas Rubèn de Eguia. El director del montaje, Josep Maria Pou, ve en este cruce de vidas la unión de "dos biografías, una con la maleta llena de recuerdos y pesadillas, y otra tan ligera de equipaje que convierte esa levedad en una carga mucho más pesada".

"Si éste es uno de los mejores espectáculos de la temporada es por Pou, que es un gran director de actores, alguien que sabe llevarnos por el camino que necesitamos", reconocía ayer la protagonista de La vida por delante, entusiasmada con un texto que lleva defendiendo desde abril pasado y que ha superado ya las 200 funciones. "El teatro es lo que me da fuerzas para seguir adelante", mantiene la intérprete, "porque en teatro puedo elegir, algo que no se da tanto en cine o en televisión". La actriz fue la que supo de la adaptación que arrasaba en Francia -ganadora de tres Premios Molière- y la que sugirió a Pou que se hiciera cargo de la dirección escénica.

La ilusión por el proyecto hizo que Velasco pasara de grabar el último episodio de Herederos, un viernes, a estar el lunes siguiente ensayando la obra, interesada en un papel que ya hizo en el cine Simone Signoret -Madame Rosa, 1977- y que traía un nuevo cambio de registro a una trayectoria de probada versatilidad. "Si puedo presumir de algo, es de que no he permitido que me encasillen. Cuando hice de Santa Teresa, pensé que me iba a ocurrir como con Chanquete [el personaje de Antonio Ferrandis en Verano azul], pero a continuación me pasé al otro extremo, me puse con Mata Hari. Has de tener cuidado: hay personajes que acaban con tu carrera".

Pese a haber alcanzado una posición privilegiada, Velasco teme que cualquier historia en la que se embarca sea la última que le ofrecen. "Yo hago la función todos los días como si fuera la última vez que piso un escenario", desvela alguien que calcula que le queda "poco" para jubilarse. La antigua chica ye-ye ahonda más tarde en esa posible retirada: "He luchado mucho, y ya no quiero hacer tonterías. Me he puesto metas: ser como Mary Carrillo, Nuria Espert, Meryl Streep. Me ha costado mucho llegar aquí, y no quiero desperdiciar eso ahora". Por el momento, Velasco disfruta de su transformación en la señora Rosa y de la sintonía que tiene con el reparto, en el que destaca el sevillano José Luis Fernández. "Es más fácil conservar un mal matrimonio que una mala relación con los compañeros", opina, "porque en el escenario está todo: la vanidad, las ganas de gustar... No podríamos hacer esta obra si nos lleváramos mal", concluye.

La vida por delante se representa hasta el domingo en el Teatro Lope de Vega. Entradas agotas.

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