El PSOE ha presentado una moción de censura contra el presidente de Murcia, imputado por un caso de presunta corrupción de los tiempos en los que era alcalde de Puerto Lumbreras. Pedro Antonio Sánchez lleva tiempo investigado por su etapa de alcalde, se le han abierto varias causas y todas ellas han sido archivadas hasta ahora, pero queda pendiente una imputación cuyas consecuencias judiciales se conocerán en breve y determinarán si se abre juicio oral.

Sánchez dijo en su momento que dimitiría si era imputado y no ha cumplido con su palabra; trata de zafarse del compromiso con el argumento de que su partido, el PP, obliga a renunciar ante la apertura de juicio oral, lo que por otra parte es bastante lógico porque son docenas los casos de imputados que se han visto limpios de polvo y paja una vez que los jueces han investigado en profundidad sus cuentas. Pero es evidente que si Sánchez prometió dimitir ante una imputación tenía que haber cumplido su palabra.

Sin embargo, la falta de palabra del presidente murciano pasa a segundo plano ante el cúmulo de errores cometido por Ciudadanos, que afianza su imagen de partido cargado de complejos, al que molesta infinitamente que el Gobierno pacte con el PSOE en lugar de dar prioridad al pacto suscrito con ellos. No entienden que era un pacto de investidura y no de gobierno.

Ciudadanos anunció en Murcia una moción de censura sin contar con los votos necesarios para presentarla. Craso error. Pero más error todavía era que esa moción sólo triunfaría si la respaldaban PSOE y Podemos, lo que para un porcentaje alto de votantes de Ciudadanos sería como mentarles la bicha.

Con lo fácil que era esperar la decisión judicial, preguntar cuántos parlamentarios hacían falta para presentar una moción, reflexionar sobre el coste de recurrir a Podemos para desalojar a Sánchez … En política, antes de tomar iniciativas, hay que estudiar si se cumplen los requisitos, calibrar los riesgos y medir las consecuencias.