Pisando área

Jesús Alba

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Pedro, Pedrito, Pedrete...

Pedro Rocha empieza con ventaja sobre sus predecesores: investigado antes de las elecciones

Pedro Rocha, a su llegada a los juzgados.

Pedro Rocha, a su llegada a los juzgados. / Rodrigo Jiménez | Efe

El DNI me recoloca ya despiadadamente en la memoria las noches de Supergarcía, estrella del Tik Tok de entonces. Eso sí que era un influencer, capaz de acojonar a trincones cuando en España éstos aún tenían algo de vergüenza.

Se esboza cuando menos una sonrisa sólo con pensar el filón que tendría el Butano en el fútbol de ahora. La Federación Española de Fútbol, uno de los cubos de basura preferidos donde mandaba a los camareros a buscar facturas para escandalizar con lo que se metían entre pecho y espalda en copiosas comidas a cargo de la caja federativa, parece vivir perennemente en estado de corrupción. Y de aquel “Pablo, Pablito, Pablete...” que hizo célebre el genial comunicador parece que podemos llegar a su alter ego en el santoral con Pedro Rocha, candidato a la presidencia que ya está imputado –investigado hay que decir ahora– antes de que se celebren las elecciones.

Con el último “saludos cordiales” de García se perdió una parte romántica y añorada de la historia de la relación del fútbol con sus dirigentes y la manera con que se acaban conociendo los saqueos y desfalcos. Transistor y almohada eran el azote de los Pablo Porta o Victoriano Sánchez Arminio. Llegaron otros muchos, de las ondas se pasó a la pantalla táctil, pero la esencia sigue siendo la misma. Enríquez Negreira da nombre ahora a lo que da la sensación de que nunca se puede acabar en el fútbol, la compra de los árbitros; Ángel Villar parecía eterno y salió encausado por muchas cosas, una de ellas, y de la mano de Platini y Blatter, por los amaños para dar el Mundial a Qatar; Luis Rubiales, destronado por el ciclón feminista antes que por sus verdaderos pecados, ha dejado el listón alto, aunque en las cosas del trincar lo mejor está claro que es salir a ganar en todos los campos porque nunca se sabe si el que viene detrás va a dejar en pañales las fechorías de sus predecesores.

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