Análisis

joaquín aurioles

El potencial de la economía española

Según los datos del ministro De Guindos, la economía española está creciendo entre el 3,5 y el 4%, en tasa anualizada, durante el segundo trimestre (un 3% en el primero), lo que va a obligar a revisar las previsiones para el conjunto del año y para el año que viene. Es lo que afirmaba la mayoría cuando observaba que las circunstancias que habían permitido a la economía española crecer por encima del 3% en 2016 se mantienen este año. Entre ellas, los estímulos monetarios en la Eurozona, el precio del petróleo que continúa, y va continuar, a pesar de su elevada volatilidad y del recorte de la producción en la OPEP y Rusia, en el entorno de los 50$, o el contexto económico internacional que incluso es más positivo que en 2016. La economía mundial crece a mayor ritmo que el año pasado (3,5%, frente a 3,1% en 2016, según FMI), el Banco Central Europeo ha vuelto a revisar al alza su previsión para Europa, tanto para este año (1,7%) como para el que viene (1,8%), y asistimos a un periodo de calma tensa en las finanzas internacionales. También se mantienen las condiciones internas favorables a la aceleración del crecimiento. En particular, las perspectivas para el turismo, el crédito interno a las empresas y los hogares, el suave crecimiento del consumo privado, apoyado en la creación de empleo y, sobre todo, las exportaciones.

De Guindos también hizo mención, muy de pasada, a otro dato: el crecimiento potencial de la economía española está en torno al 2,5%, lo que se significa que en estos momentos crece un punto, al menos, por encima de su potencial. La noticia puede resultar desconcertante porque lo esperable cuando se da esta situación es que aparezcan tensiones inflacionistas, que la tasa de paro se reduzca por debajo de su nivel de equilibrio a largo plazo y una fuerte presión al alza en los salarios, pero nada de esto está ocurriendo. La pregunta es si un crecimiento superior al potencial puede ser compatible con salarios planos, alto desempleo e inflación reducida. La respuesta es afirmativa, siempre que se dé una circunstancia adicional: que el nivel (no la tasa de variación) del PIB se encuentre muy por debajo de su potencial.

Esto es exactamente lo que le ocurre a la economía española, cuyo PIB potencial -es decir, el que se corresponde con el máximo nivel de empleo compatible con estabilidad de precios- es probablemente superior en más de un 12% al actual. La euforia del ministro se justifica, por tanto, porque cuanto más elevado sea el crecimiento más rápidamente se podrá recorrer la distancia hasta el PIB potencial, pero la cruda realidad es que todavía estamos muy alejados del objetivo y frente a un camino plagado de dificultades (corrupción, deterioro de servicios públicos, endeudamiento público y privado, financiación autonómica o reformas fallidas, como las de educación, sanidad, justicia o energía) y amenazas de inestabilidad. En concreto, la inestabilidad financiera derivada de la fragilidad observada en el sistema bancario y la inestabilidad política, tanto interna (dificultad para conformar mayorías estables en el Parlamento) como internacional, tras el Brexit y el fenómeno Trump.

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