Análisis

Alejandro A. Vilches Alarcón

Ingeniero técnico naval

La tragedia del ARA 'San Juan'

El 15 de noviembre un submarino argentino desapareció en el Atlántico Sur. A bordo, 44 tripulantes. Y las esperanzas de encontrarlos con vida se fueron reduciendo, desde ese día, a cada hora que ha ido pasado. El mundo submarino es un medio inhóspito para la vida humana, más que el espacio, y un reto tecnológico para el ser humano poder ser capaz de transitarlo.

Inicialmente la Armada argentina informó de un fallo en los bancos de baterías, que proporcionan la energía eléctrica para propulsar al submarino debajo del agua, al no existir oxígeno para poder hacer funcionar los motores diésel. La historia de los accidentes submarinos nos ha enseñado que un fallo en las baterías suele ir acompañado de una explosión por la mezcla de gases y agua de mar. En cualquier caso, sin baterías, el submarino se queda inmóvil y es incapaz de controlar la profundidad, por lo que se hunde irremediablemente.

Todos los submarinos del mundo están equipados con diferentes boyas de emergencia que se lanzan ante una emergencia y alcanzan la superficie, emitiendo una señal para su rescate. La falta de esta boya, en este caso, nos hace pensar que lo que ocurriera a bordo fue rápido e incapacitante para toda la tripulación. Hace unos días se supo que los sismógrafos repartidos por el mundo para la detección de pruebas nucleares captaron un evento sónico en la posición aproximada del San Juan. Aunque no sabemos si ha sido una explosión por las baterías o una implosión del casco al hundirse, producido por la presión del océano, lo cierto es que prácticamente confirma la pérdida definitiva del buque, y lamentablemente, de toda su tripulación.

La zona donde se perdió es próxima al talud continental, lo que implica que la profundidad varía en un corto espacio de cientos a miles de metros. Con más de 30 años, el submarino se ve limitado en la profundidad máxima que es capaz de soportar antes de ser destruido por la presión. Cada vez que se sumerge su acero sufre y va perdiendo capacidad de resistencia. Las profundidades de la zona no son esperanzadoras en ningún caso para una operación de rescate.

El operativo de búsqueda, ya que hasta el momento ni siquiera se sabe dónde se encuentra exactamente, es un ejemplo de la solidaridad internacional de la comunidad submarinista. Sin pedir nada, todas las naciones han aportado lo disponible. Con olas de siete metros, aviones y buques han intentado localizar un pequeño buque hundido en un área del tamaño de España. No existen radares que funcionen debajo del agua y los sónares tratan de encontrar un buque que no emite ruidos, que está inmóvil y que fue diseñado para no ser localizado por sónares. Aún siguen buscando y seguirán en ello.

Sin electricidad y después de tantos días, sin apenas oxígeno, con temperaturas muy bajas y a oscuras, las esperanzas son escasas. El servicio al país es una dura misión. Y en ocasiones el mar exige su tributo. Si de verdad estos servidores de su nación zarparon para no volver más, quedarán por siempre en patrulla eterna.

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