alto y claro

José Antonio Carrizosa

Ahora o nunca

SÓLO un terremoto político podría alejar las perspectivas de cambio político que se vislumbran para Andalucía. Aunque todo el mundo sea consciente de que la reforma laboral aprobada el viernes no va a crear empleo en el corto plazo, aunque los privilegiados que todavía trabajan vayan a ver mermados sus salarios a partir de este mes por el aumento de las retenciones del IRPF, aunque se cometan errores tan garrafales como el cambio unilateral de temario decidido por el Gobierno central para boicotear las oposiciones a profesores en Andalucía, aunque se pueda asistir en los próximos meses a un aumento de la conflictividad social en las calles… Continúen ustedes la lista y háganla tan larga como quieran, que materia no faltará. Aun así, la pulsión de cambio que vive la sociedad andaluza y el conjunto de la española, que se puede detectar en cualquier estudio de opinión de los muchos que se publican estos días, conduce inexorablemente hacia la primera alternancia política en los treinta años largos que llevamos de autonomía. Demasiado tiempo para que, en un contexto de crisis tan profunda y prolongada como la que padecemos, el desgaste de los que llevan décadas en el poder sea soportable. Si unimos los muchos errores que se han cometido y la sospecha de corrupción que se ha logrado extender a cuenta del caso de los ERE, la mezcla no puede ser más letal.

La sociedad andaluza, como hizo la española en las pasadas elecciones municipales y generales, está dispuesta a aferrarse aunque sea a un clavo ardiendo con tal de que cambien las cosas. Y ese clavo ardiendo para muchos es el cambio político, porque la situación tal y como está es ya difícilmente soportable. Esas expectativas de cambio y el convencimiento de que habrá que aguantar un largo periodo de ajustes para salir del agujero es lo que conforma hoy el sentir de la opinión pública. Se percibe, como decíamos, en cualquier sondeo, pero también a pie de calle. Las bolsas de descontentos que seguro que ya ha provocado la gestión gubernamental y que sin duda se seguirán creando durante los próximos difícilmente llegarán a conformar una mayoría social.

Que Griñán puede verse a última hora favorecido por el desgaste que pueda suponer la gestión gubernamental y por el suelo electoral que conserve el socialismo en Andalucía, es un factor que hay que tener en cuenta. Pero está en estos momentos muy lejos de poderle dar una vuelta a la situación. Arenas lo sabe y por ello está empleándose a fondo en una política diaria de denuncia de los desmanes, algunos más reales que otros y algunos menos manipulados que otros, de la Junta de Andalucía. Pero sabe que esta vez tiene el triunfo en la mano y que será ahora o nunca.

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