NUNCA ganó el Sevilla en Getafe, pero hoy está obligado a hacerlo para no tirar la toalla demasiado pronto. Sin Copa del Rey y con la Champions en lista de espera, Getafe es lo que toca por muy en contra que hablen los antecedentes. Getafe le aporta malas vibraciones al Sevilla, sobre todo desde aquella tarde de mayo en que no fue capaz de hacerle un solo gol a los azulones. Era mayo de 2005, año del Centenario, y con un triunfo de los entonces adiestrados por Caparrós, la Champions habría estado a tiro, sin depender de nadie y, por supuesto, con el Betis por detrás y no por delante, que es como terminó aquella jornada.

Renato y Julio Baptista fallaron sendas ocasiones de gol muy claras y cuando Joaquín Caparrós diseccionaba el partido en sala de prensa ya tenía muy claro que las cosas habían dejado, en ese momento, de ser como eran. Luego pasó lo que pasó, que Baiano formó un lío en Nervión en la última fecha y que el Betis cumplió en Mallorca con su obligación. Y un par de días después, Caparrós sorprendía al personal renunciando al tiempo de contrato que le seguía vinculando al Sevilla. No ha pasado tanto tiempo, pero sí mucha a agua bajo los puentes; el Sevilla rompió todas las previsiones y colmó la vitrina de plata nueva, pero aquella tarde de Getafe no se olvida.

De nuevo Getafe a retortero y aunque el mejor Sevilla, con Kanoute y todo, nunca fue capaz de agarrar todo el botín en el Coliseum Alfonso Pérez, lo de hoy es una historia por escribir y a sabiendas de que sólo el triunfo puede devolverle al Sevilla las ganas de vivir en esta Liga con tantos dientes de sierra como muestra. Es la irregularidad, cómo cambia de local a visitante, lo que le tiene descolgado de su zona natural. Un solo triunfo lejos de Nervión en toda la primera vuelta es un bagaje pobretón, poco acorde con lo que se espera de este Sevilla que ha tenido una semana nefasta, con derrota en Bilbao y eliminación copera. Claro que alguna vez se rendirá Getafe, ¿no?