SEIS millones y medio de andaluces están llamados a acudir a las urnas el próximo día 25 para participar en la elección de los 751 diputados del Parlamento Europeo, que por vez primera será determinante para designar al presidente de la Comisión (el Ejecutivo de la Unión Europea). Aunque la importancia objetiva de estos comicios está fuera de toda duda, tanto para cada uno de los 28 estados miembros como para el propio proyecto de la construcción de Europa, no está asegurado que los ciudadanos vayan a asumir la conciencia de este carácter decisivo de los comicios del 25-M. Lo que sí es seguro es que el resultado que se produzca en Andalucía, aparte de suponer una aportación fundamental al éxito o el fracaso de las candidaturas en liza a nivel nacional, va a influir poderosamente en la configuración del mapa político regional. Este escenario ha cambiado sustancialmente desde las últimas elecciones europeas. Ha cambiado del todo en cuanto a los liderazgos de las principales fuerzas políticas de Andalucía. Ni Susana Díaz (PSOE), ni Juan Manuel Moreno (PP) ni José Antonio Maíllo, tenían hace cinco años el máximo protagonismo que ahora ostentan. Los tres son dirigentes en ciernes, necesitados de consolidación a causa de su inexperiencia y de los procesos de selección que han vivido antes de llegar a la cúpula. Por supuesto, los partidos políticos que lideran se enfrentan a desafíos notables. Díaz persigue romper la racha de derrotas electorales del otrora hegemónico PSOE andaluz (municipales, generales y autonómicas), vencido por el PP; Moreno afronta la campaña como una ocasión inmejorable de darse a conocer como alternativa, ya que es un recién llegado a la política andaluza, y los resultados que obtenga serán el termómetro más fiable para calibrar su liderazgo. Perder sería una marcha atrás considerable. Maíllo, por su parte, también necesita ganar presencia en la política andaluza y hacer crecer a una organización que ahora no está en la oposición, sino que gobierna.