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EL alcalde ofreció ayer un balance del primer año de mandato municipal tras las elecciones del 27 de mayo de 2007 en que puso el acento sobre los programas sociales del Ayuntamiento y citó la ejecución de proyectos que no han sido más que la recta final de programas del mandato anterior. Prácticamente todos los logros enumerados por Monteseirín son el remate de actuaciones previas, pero no iniciativas de nuevo cuño, por lo que cabe decir que el Ayuntamiento se ha dejado llevar por el impulso dado antes de las últimas elecciones municipales, pero que apenas ha dado nuevas pedaladas. Es el caso de las peatonalizaciones de la Alfalfa, Contratación, Alameda y aledaños; de la puesta en marcha del alquiler de las bicicletas públicas; la inauguración del tranvía (que no supera los 15.000 usuarios por día, frente a los 50.000 de los autobuses); la inauguración de la reforma de los jardines de las Delicias; la primera piedra del nuevo Fibes (que aún espera fondos estatales); el plan de Barrios (sólo está al 50%); las VPO (con entrega ralentizada tras el sprint preelectoral) y la SE-35 (aún no ha pasado de la fase de los estudios técnicos). Para engrosar su lista, el alcalde recurre incluso a presentar como suyas inversiones privadas, por más que se enmarquen -tampoco podría ser de otra forma- en el nuevo PGOU, como las de Renault, Heineken-Cruzcampo, EADS-Casa y Abengoa, e inversiones públicas impulsadas por otras administraciones, como la de la nueva esclusa del puerto y la SE-40. Por contra, nos parece un error que el alcalde se involucre en la batalla por la Ciudad de la Justicia, sobrevenida por los bandazos al respecto de la Junta de Andalucía y en la que puede acabar escaldado pese a no ser de su competencia. Monteseirín dijo ayer que este primer año de mandato ha sido de avance que ha permitido "poner las bases para el cambio crucial" previsto a lo largo del próximo trienio. ¿Pero esas bases no se pusieron ya en el Plan Estratégico y en el Plan General, que datan de años anteriores? Esa expresión de Monteseirín es el reconocimiento inconsciente de que éste no ha sido un año de acción, sino de relajación, en el que el Ayuntamiento se ha dejado llevar por su propia inercia.

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