Araújo en nuestras vidas

En la voz de Araújo iba asistiendo a la certeza del abismo mientras paseaba, sin poder domeñar los nervios

Dijo el escritor húngaro Sándor Márai que las retransmisiones deportivas eran “la arteriosclerosis de la civilización”. Si hasta nuestros escritores favoritos dicen pamplinas, no deberían irritarnos las memeces que se cuecen en esos peroles del neoplatonismo que son las redes sociales. Durante décadas (la mitad de mi vida), la civilización no se entendía sin las trincheras balompédicas de esta ciudad y sin las retransmisiones que José Antonio Sánchez Araújo realizaba en Radio Sevilla con los partidos de fuera de casa de los dos equipos sevillanos.

Uno, como es ya sabido, se debe a su cofradía de la Santísima Palangana Siete Veces Coronada. Por eso, de entre los cientos de partidos ofrecidos por la voz alcalareña y a veces ceceante de Araújo, jamás podré olvidar la tarde del 1 de junio de 1997, cuando el Sevilla FC bajó a Segunda en el Carlos Tartiere de Oviedo. En la voz de Araújo iba asistiendo a la certeza del abismo mientras paseaba, sin poder domeñar los nervios, entre las plantas carnívoras del parque de María Luisa. Las palomas del parque (uno de los terrores de mi niñez), se transformaron en cuervos y buitres leonados. No descarto que soñara que me picoteaban carroñeramente las bolas de los ojos, escocidos por ese desconsuelo inexplicable que no entienden quienes habitan fuera de uno de los hogares de la memoria: el fútbol.

El maestro Araújo cuenta ya con un estudio en Radio Sevilla que lleva su nombre. Compañeros y amigos le brindaron un homenaje hace unos días y colocaron también una frase araujiana que remite lo mismo al Deuteronomio, a Juan de Mairena o al mismísimo Papa Clemente: “No eleven nada a definitivo”. En el mundo del fútbol, tantas veces ruin y tornadizo, nada puede elevarse a definitivo y así nos lo hizo saber nuestro mentor de Radio Sevilla. De ahí la llamada Narrativa Araújo, género oral, autóctono y sapiente que debiera ser preservado por la Unesco. Decía por aquí Paco Correal que la Narrativa Araújo es al fútbol lo que el Cossío a los toros o el Código Hammurabi al Derecho. Quizá habría que rastrear también si de la leyenda de Gilgamesh podría deducirse alguna que otra máxima araujiana.

En los soportales del colegio, los lunes antes de entrar en clase, los colegas que hoy nos seguimos alumbrando repetíamos con risas y admiración la textura idiomática de Sánchez Araújo y sus expresiones más genuinas. Pero no sabíamos, ni por asomo, que esa misma voz, a través del eco abisal del tiempo, se convertiría también en la retransmisión de una parte no menor de nuestras vidas. Frecuencia modulada del tiempo ido. Nostalgia agradecida.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios