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manuel / GArcía / Fernández

Archivos

EXISTE un patrimonio tangible de las cofradías íntimo y oculto. No siempre bien conocido ni mucho menos correctamente atendido. Y sin embargo, resulta imprescindible para mantener la memoria colectiva de estas instituciones a lo largo de los años.

En efecto, los grandes olvidados de nuestras hermandades han sido durante siglos los archivos. Desde el punto de vista profesional el archivo no debe ser un mero lugar de simple almacenamiento de papales, sino un verdadero "templo de la memoria", con soportes dignos y adecuados, con inventarios útiles y próximos para todos los hermanos y futuros investigadores. Pues resulta ineludible en muchos casos acudir a su consulta para poder advertir con precisión y rigor científico el resto de los patrimonios de nuestras hermandades, desde el más perceptible hasta el inmaterial, pasando lógicamente por el artístico y el devocional. Los archiveros deberían afanarse siempre por mantener una clasificación moderna y sobre todo científica, atendiendo a las secciones principales de toda hermandad: gobierno, secretaría, mayordomía y diputaciones que han constituido por lo general los órganos productores y receptores de la mayor parte de la documentación cofrade.

Ahora bien, tan negativo ha sido pecar por defecto como por exceso; pues hay archivos en algunas hermandades en teoría tan bien instituidos que resulta casi imposible encontrar nada para quienes no sean peritos en la materia. Igualmente, hay registros cuya finalidad simplemente es la de guardar, sin clasificación alguna, papeles y otros enseres. Hace unos años la Fundación El Monte y el propio Consejo General de Hermandades y Cofradías impulsaron la ordenación de muchos archivos cofradieros por medio de profesionales muy cualificados. Pero lamentablemente esta tarea se suspendió con los tiempos de la crisis. Las hermandades deberían retomar ahora el asunto, asumiendo la ordenación de sus propios archivos como si se tratara -porque lo es- de un patrimonio más, al mismo nivel de otros sobre los que nadie duda de su valor. No sólo hay que mantener y restaurar el patrimonio artístico, sino trasmitir a nuestros hijos y nietos la historia íntima y pequeña que se guarda en los documentos de nuestros archivos cofradieros.

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