EL delegado de la Junta en Cádiz, Gabriel Almagro, no es un político al uso. Los políticos al uso suelen decir mentiras en los mítines. El 4 de junio, en un mitin electoral, Almagro dijo la verdad, pero una verdad que habitualmente se mantiene oculta porque es molesta y escuece.

El 4 de junio, en Alcalá del Valle, Gabriel Almagro, tratando de ningunear a la alcaldesa local, que es de IU, se pronunció así: "Lo que ella no sabe es que cuando me pide una cosa yo llamo después a Tomás Carnero (portavoz municipal socialista) y le pregunto 'Tomás, esto sí o esto no?". O sea, que facilita o deniega desde la Junta los proyectos para Alcalá del Valle según los apruebe o rechace su compañero portavoz, que no es la primera autoridad en el pueblo. Está grabado en un vídeo que arruina el intento del delegado de negar que hubiera dicho lo que dijo.

Coincidí en un almuerzo con Gabriel Almagro y me causó una buena impresión. Pero como aquí no enjuiciamos a los responsables públicos en función de su amistad o enemistad o de que caigan bien o caigan mal, hay que afirmar que su actitud ha sido impresentable. Una auténtica deslealtad institucional. Como representante máximo del Gobierno andaluz en la provincia de Cádiz está obligado a atender a todos los alcaldes por igual, independientemente del partido al que pertenezcan. Son los legítimos representantes de todos los vecinos de su localidad. Cuando se les puentea prestándole más atención a los propios correligionarios se está malversando la voluntad ciudadana que decidió libremente quién iba a representarla. Son los alcalareños en bloque los que han sido defraudados en este caso.

Hay que fijarse: Almagro, cuyo sueldo pagamos entre todos los andaluces, viene a confesarnos que él administra la cosa pública con criterios netamente partidistas. Si la alcaldesa de IU le presenta un proyecto que estima necesario para su pueblo, el delegado de la Junta no le contesta hasta no hablar con su camarada -probablemente, el mayor adversario político de la alcaldesa-, de modo que el que perdió las elecciones locales tiene más poder de decisión que la que las ganó. Sólo porque se ha sacado un carné que es el mismo que se sacó Almagro. Insisto, el problema de Gabriel Almagro no es hacer lo mismo que muchos otros delegados de la Junta y presidentes de diputaciones, sino confesarlo en la euforia de un mitin -cuando los demás mienten- y pretender luego que no lo había hecho. "Quizás no me expresé bien", acaba de declarar. Qué va: se expresó divinamente.

Habrá que estar pendiente de las explicaciones que se le han pedido al jefe de Almagro y consejero de Gobernación, Luis Pizarro, en el Parlamento. Miedo me da.

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