Alos simpatizantes socialistas de cualquier barrio o municipio de Sevilla les importa poco o nada la mayor parte de lo que se escribe y dice sobre las maniobras en el seno del PSOE para luchar por el control de sus órganos internos. Lo que les preocupa es quedarse en paro; sentirse huérfanos de referentes éticos; carentes de propuestas concretas para los problemas que agobian a toda la población, y sentir vergüenza por ser equiparados con la golfería de quienes perpetraron escándalos de corrupción como el de los expedientes de regulación de empleo, que atufan la descomposición del régimen. La cocaína del chófer de Guerrero comprada con fondos de los ERE no es lo más grave, sino la política que ha fomentado el control de una sociedad de brazos cruzados y falsa riqueza, y no su desarrollo desde la instrucción y el libre pensamiento.

A los militantes de Bases en Red, el único movimiento que ha surgido con algo de fuerza en el seno del PSOE para regenerar el partido, no les bastará con el uso de nuevas tecnologías para democratizarlo y convertirlo en la voz y la inteligencia de la sociedad mediática. Tienen que recurrir también a una química de viejo cuño, de los tiempos de Pablo Iglesias: el Zotal, producto genuinamente sevillano, creado en 1909, meses antes de que Iglesias consiguiera para el PSOE su primer escaño en el parlamento español. Necesitan cuantiosas dosis de Zotal para desinfectar la podredumbre acumulada por haber adoptado su partido la caciquil costumbre de tapar a los pícaros y a los ineptos. Imitando lo que Iglesias fustigaba.

Es un fracaso para la democracia española que al congreso socialista en Sevilla, de una organización con más de 300.000 militantes sólo se presenten para encabezar el PSOE quienes han sido dos ministros importantes de la era Zapatero, Rubalcaba y Chacón, que además no reconocen ser corresponsables del estrepitoso fracaso de gestión como gobernantes y como dirigentes de su partido.