desde mi córner

Luis Carlos Peris

El Betis, otra vez en su laberinto

Como en épocas afortunadamente pasadas, el club verdiblanco no obra con diligencia en el mercado invernal

PASAN los días y los ineludibles refuerzos que ha de comprar el Betis para tratar de eludir un descenso que sería catastrófico no llegan. Pasan los días y la primera condición que debe tener un refuerzo invernal, la de que llegue a tiempo de jugar no más se abra el periodo de fichajes, no se está cumpliendo. Se va por piezas que archisabido es se encuentran fuera del alcance de una economía que es la que es, un estado ruinoso por el que hubo la sociedad de ir a concurso de acreedores. Y pasa que se pierde el tiempo tanteando objetivos imposibles, con lo que el refuerzo necesario se demora más de lo conveniente.

Desde aquí se ha recalcado con insistencia que el mercado invernal surte verdadero efecto cuando las cosas se hacen a su debido tiempo. O sea que si a primeros de enero puede utilizarse el que llegue para potenciar un plantel manifiestamente mejorable, miel sobre hojuelas, bingo, el bingo es correcto. Para ello, ese refuerzo debe llevar alguna que otra semana a disposición del entrenador y en contacto con sus nuevos compañeros a fin de familiarizarse con los usos y costumbres del vestuario. Quiere decirse que para que esto ocurra, las gestiones han de hacerse con bastante antelación a que suene el pistoletazo de salida hacia la nueva situación.

Viendo cómo anda de rica en telarañas la caja del Real Betis Balompié, lo correcto sería haber ido a lo bueno y barato aunque no sea bonito, que haberlo haylo, seguro que lo hay. Sabido es que con el catastrófico sistema defensivo que tiene el Betis y que padecen los béticos, llegar a la primera cita del año con lo mismo es como jugar a la ruleta rusa. Por lo pronto, por ese defecto tan pronunciado, el equipo fue arrojado de la Copa del Rey y sería suicida afrontar la cuesta empinadísima de enero con los mismos defensas que tan mal defienden. Empecinarse en negociaciones de difícil fruto son ganas de marear la perdiz y recuerda tiempos afortunadamente pasados.

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