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Francisco José Ortega

El Caja sí aporta, mi amigo

LA cuarta tampoco fue la vencida. El Caja, sin duda, es un club sin esa pizquita de suerte necesaria para que el baloncesto aporte algo en Sevilla de una vez por todas. Le ha ocurrido ya tantas veces eso de quedarse con la miel en los labios que ese sinsabor se ha convertido en su injusto sino.

Tiene mucho mérito llegar hasta una final cuando no se es precisamente uno de los potentados de este deporte. Ya lo tuvo cuando el equipo alcanzó la última ronda de la Liga ACB bajo la dirección de Petrovic o de Imbroda o el día en el que se metió en aquel partido decisivo de una Copa del Rey que se escapó por la lesión de Turner, pero la historia se empeña en negarle la mayor al Caja. No hay manera de proclamar algún día con el pecho henchido que el equipo de baloncesto de Sevilla es campeón de una competición oficial.

Ayer, mientras la Estrella hacía su estación penitencial por debajo de la sede del periódico se venía a la mente la frase de un viejo amigo que siempre repetía, con cariño eso sí, que el Caja no aporta nada en Sevilla. Pero no, no es así, el Caja poco a poco se ha ganado un sitio en el corazón de muchos amantes al deporte nacidos en Sevilla y no sólo para quienes podemos decir con orgullo que presenciamos en directo el primer partido en la historia del club, concretamente un amistoso disputado en Córdoba hace ya un buen puñado de años, casi veinticinco para concretar.

El Caja, ahora Cajasol, antes Caja San Fernando, me hizo sentir orgulloso de que Sevilla tenga este equipo, porque la manera de luchar, a pesar de que en el primer cuarto lo doblaron en el marcador (32-16), sólo puede provocar el orgullo de todos quienes lo sienten de una u otra manera.

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